Capítulo Uno

41 5 0
                                    

Era más de medianoche y recién había terminado de trabajar. Por lo general, mi horario laboral concluía a las 20hs pero había ciertos días en los que me quedaba hasta más tarde cuidando al hijo de los Capwell. Aquella noche, Carter y Cecile habían salido a celebrar su décimo aniversario de casados y habían dejado al pequeño a mi cargo -hacía dos años que trabajaba de niñera para el matrimonio y sinceramente no podía quejarme de nada, ni siquiera de noches como la de hoy en las que volvía tarde y agotada a casa- Matthew era un angelito, no solo por sus increíbles ojos azules y su cabello rubio sino también por sus actitudes. Nunca me desobedecía, me trataba con respeto, compartía sus cosas conmigo y hasta, cuando podía, me abría las puertas de los coches y los lugares a los que íbamos. Su comportamiento me asombraba, era tan maravilloso y único. Incluso cuando jugaba o caminaba solía imitar el andar de un soldado pero sin ese manto de dureza y frialdad con el que se identifica a los originales sino con la ternura, gracia e inocencia de un niño de su edad. Aquel pequeño, de tan solo 6 años, me tenía totalmente fascinada y era la razón por la cual yo viajaba de una punta a la otra del pueblo casi todos los días de la semana.

Para cuando los padres llegaron su hijo ya llevaba 2 horas dormido. El niño estaba acostumbrado a comer y a acostarse temprano y aquella noche no había sido la excepción. Cuando el reloj dio las 22hs yo ya lo había arropado y le estaba leyendo uno de sus cuentos favoritos. Y, al dar las 23hs, él ya estaba completamente dormido.

Aproveche la ocasión para acomodar y arreglar algunas cosas de la casa y al ratito volví a la habitación del pequeño para recostarme un poco sobre el sillón que estaba frente a su cama. Verlo dormir era una de las cosas más relajantes que podía haber.



_ Thea, Thea, volvimos- Cecile llevaba un rato intentando despertarme

_ Mmm disculpa me quede dormida- conteste cuando entendí lo que me estaba diciendo

_ No hay problema linda, ¿Quieres quedarte a dormir aquí?- la madre de Matthew era una mujer bellísima de 33 años, castaña y con unos preciosos ojos color miel. Pero fuera de su aspecto superficial era una trabajadora incansable, súper inteligente y responsable. Era afectuosa, y extremadamente dulce.

Tanto ella como su marido me habían tomado cariño al poco tiempo de empezar a trabajar y ya me consideraban parte de la familia. Por eso eran tan comprensibles y más de una noche- luego de una dura jornada de trabajo- me habían dejado quedarme en la habitación de huéspedes.

_ ¿Qué hora es?- pregunte ya despierta e intentando pensar que era lo que debía hacer

_ Las 00:15

_ Mejor me voy Cecile, no quiero generar ninguna molestia. Aparte Dom todavía no me ha llamado y estoy muy preocupada por él

_ De acuerdo, pero no eres molestia alguna y ten cuidado al manejar

_ Lo tendré, ah y casi me olvidaba, Mathew tiene que hacer una tarea para la clase de dibujo que tiene a las 14hs y hace falta que lo ayudes. ¿Hay algún inconveniente?

_ Claro que no, antes de ir al trabajo me hago un tiempo y lo ayudo

_ Perfecto, nos vemos en unas horas

_ Nos vemos, cuídate

Luego de darle aquellas indicaciones a Cecile, fui en busca de mi auto- un Lexus CT Hybrid- que estaba ubicado en una cochera a dos cuadras de la casa. Afuera un viento frío arremolinaba las hojas del suelo y revolvía mi pelo. Me parecía raro ese tiempo, pues habían pronosticado una noche cálida con un cielo poblado de estrellas, pero no reparé demasiado en eso; la mayoría de las veces le erraban al pronóstico. Por suerte, llevaba conmigo un suéter de lana que me había regalado alguien hacía tiempo- el abrigo no era de mi tamaño sino 2 o 3 talles más grande pero aun así era uno de mis favoritos y solía usarlo con frecuencia. Tenía un olorcito muy especial y particular que me traía recuerdos de viejas épocas-.

Bleu RivièreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora