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Y conforme el llanto incrementó la tristeza empezó a ser consumida y luego como si una chispa se hubiese encendido en su interior, sólo pudo sentir odio.

Lo único que sólo sentía era algo que iba más allá del enojo, su ira se había convertido en odio y está lo hacia detestar a la nación. Un fuego rojo creció desde su pecho hasta haberlo cubierto sin quemarlo y un destello se pudo ver en el cielo cuando una de las jaulas de aves que estaban en ese sitio desconocido estalló. Él y el fénix rojo se habían unido.

Su cuerpo comenzó a arder cada vez más mientras que una presión en su pecho se fortalecía hasta que un gritó salió de su garganta, lastimando sus cuerdas vocales. 



—No hay tiempo de explicar, Rin. Tienes que irte de aquí—Miku se quitó su capa y tomaba el anillo que la rubia hacia tiempo le había regalado—, antes de que el venga te tiene que ir.

—¿D-De qué hablas? ¿Quién va a venir— preguntaba sin entender que era lo que estaba pasando y porqué actuaba así su amiga.

—Se que puedes usar el fuego, Rin— la mayor la tomó de sus hombros—. Lo sé desde que entraste a trabajar al castillo cuando apenas tenías cinco años y yo ocho. 

—¿Siempre lo has sabido?— la rubia estaba atarantado de entender lo que estaba diciendo.

—IA sospechaba de ti pero le mentí, no quería que ella te enseñara como me enseñó a mi— IA, la madre de Miku, había sido una de las gobernantes más duras en toda la historia de la nación. Había sido dura, inflexible y en ocasiones cruel e injusta con su propia hija, la cual sólo había buscado un poco de afecto de su madre, para que ésta se formara de carácter y pudiera ser mejor gobernante que ella—. Se supone que sólo los descendientes del Fénix o los elegidos por él pueden controlar las llamas azules...— Miku se había decepcionado cuando supo que aquellas flamas que tanto su madre le exigía controlar nunca serían controladas por ella, si no por la rubia que estaba delante suyo—. Tendrás que huir lejos, para que cuando estés a salvo puedas hacer algo por nuestra nación.

—No estoy entendiendo nada, Miku— la joven negó con l cabeza—. Yo no soy descendiente del fénix.

—Pero éste te eligió a ti— la peli azul sabía que quedaba poco tiempo antes de que una catástrofe pasara.

—Yo no quiero serlo, yo no puedo serlo—.

—Pero lo eres.

—¡No! ¡No lo soy ni lo seré!— gritó alejándose de Miku—. Por favor, por una vez en mi vida déjame ser lo que yo quiera— un nudo en al garganta se le formó a la chica—. Tuve que ser huérfana por años, tuve que estudiar en un convento y convertirme en monja porque así se me ha dictado que haga las cosas. Por una vez déjame ser lo que quiero.

—Lo lamento, Rin, pero está, al igual que las otras, no es una opción por la que tengan que decidir. Este es la única aopción.

—Miku, por favor...— le suplicó Rin con lagrimas en los ojos—. Si se supone que soy la elegida y puedo hacer lo que quiera, te... Te ordeno que sigas tu como gobernante y— la peli azul rió

—Lo lamento, Rin. Esto no funciona así. La sangre del fénix aún corre por mis venas y  dado que aún no te cedo mi poder o muero, tú no puedes ordenarme nada— tragó pesado, sentí como la energía comenzaba a irse de su cuerpo para pasarse al de la rubia. Un proceso que su madre también había pasado cuando falleció y le entregó su título—. Huye del cuervo. Él es malo. Debes de unir a los fénix, ellos deben de estar juntos, ¿oíste?— Miku cayó de rodillas de golpe.

—¡Miku!— la rubia se hincó a su lado y trató de levantarla.

—No hagas nada Rin... Cuando una nueva era empieza, la anterior debe de finalizar—se levantó con las pocas fuerza que tenían sus piernas y corrió tomando a Rin del abrazo.

Rin sintió muchos movimientos bruscos, el aire golpeando su cara y cuándo abrió los ojos estaba en la entrada del bosque mirando su nación en llamas. El palacio, las casas, los jardines estaban siendo adornados por enormes llamas rojas que eran acompañadas por los gritos de la gente.

Un brillo azul llamó su atención. Lo que parecía ser Miku se encontraba a lo lejos en el cielo siendo atacada por un destello rojo. Len. Era Len. Gritó de desesperación al ver el arma que el joven siempre llevaba consigo siendo empuñada hacia el pecho de su amiga. 

Después no hubo más brillo o destellos azules o rojos. Len la había matado. Un frío se apoderó de su cuerpo su alma,  que poco a poco se convirtió en dolor. 


Y muy lejos de ahí se encontraba una jaula con un pequeño fuego azul que conforme se movía, comenzaba a crecer hasta explotar e ir directo hacia Rin. Había recorrido kilómetros en segundos hasta fusionarse con el alma de Rin en un bello y efímero resplandor. Unas hermosas y largas alas aparecieron en su espalda mientras una lagrima caía por su mejilla, sin que se percatara de lo que estaba pasando en ella y en su alrededor. Las alas poco a poco comenzaron a desvanecerse hasta que sólo el brillo del fuego de su nación la alumbraba.


Una sombra oscura miraba a la rubia mientras está veía con dolor y tristeza lo que le sucedía a su nación. El cuervo la observaba listo para matarla pero algo sucedió cuando el alma de la chica y el fénix se funcionaron que quedó tan maravillado que decidió solo desaparecer.


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Información actualizada 🔄
Gobernante de la nación Roja: Len Kagamine
Gobernante de la nación Azul: Rin Kagamine.
El cuervo: (nombre y apariencia desconocida)
Gobernante anteriores: asesinados.
Fénix: con las almas de los gobernantes.
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Actualidad

—La joven aún no despierta— una voz a lo lejos se oía, pero no alcanzaba a distinguir de quién era. Después oyó cómo una puerta se cerraba de golpe.

Poco a poco la rubia comenzó a abrir los ojos, hasta que se adaptó a la luz de la habitación. No recordaba cómo había llegado ahí, de hecho tenía sus últimos recursos muy confusos y borrosos, no estaba segura de lo que había pasado.

—Cielos, acaba de despertar— Rin miró extrañada a la chica castaña que estaba a un lado suyo. Le observó de arriba a abajo. Aquella joven llevaba una bata blanca y su cabello amarrado sin dejarle escapar un pelo de su coleta. 

—¿Quién eres tú? ¿Dónde está Len?— preguntó. Yukii comenzó a picar varios botones de uno de los monitores que estaban al lado de la cama.

—Soy Yukii. Tu médica— contestó son voltearla a ver hasta que trató acercarse a Rin. Ésta retrocedió hasta chocar contra la cabecera de la cama—. Tranquila no te haré nada malo.

—¿Dónde está Len?— volvió  a preguntar sin quitarle los ojos de encima.

—Se encuentra en otra habitación, la cual está en otro servicio— comentó acercándose a un más—. Cuando termine de valorarte y me cerciore de que estás bien, te llevaré a verlo, ¿si? Sólo déjame revisarte.

—Está bien— Yukii comenzó a revisarla ignorando que la rubia dudaba de su ayuda, y ésta sólo estaba esperando ver algo raro para poder usar sus poderes. 

Mistletoe (~Tamashii no Yadorigi~~Tensei no Yadorigi~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora