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—Está bien— dijo la chica—. Acepto mientras me ayudes— lo miraba directamente a los ojos.

Len sonrío ante la seguridad de Rin, no dejaba de sorprenderle. Ella lo tenía todo, belleza, inteligencia, actitud, coraje, valentía. Simplemente para él, Rin era perfecta. 

—Perfecto, eso es todo.

—Estás bromeando, ¿verdad?— el castaña se puso a un lado del Len—. No puedes hacerlo. NO DEBES.

—Soy el gobernador, puedo hacer lo que quiera. Además tú no quieres tomar mi puesto, tengo que sacar algo de esto, ¿no?— Len miraba a los ojos a su amiga. 

—La gente no tomará nada bien lo que planeas hacer. No aceptaran a una.. A ella.

—No me interesa, yo no quería gobernar y aún así aquí estoy— comentó alzándose de hombros—. Creo que no deberán de oponerse... Hay que empezar a arreglar la ceremonia.

—Eres un...— ni si quiera terminó de decirlo cuando se salió de la sala dejando a los dos rubios solos. 

—Creo que entonces debería de ir a avisar a mi nación— comentó.

—Te ves bien con ese atuendo, es mejor que ese hábito feo— la rubia lo escuchó pero no quiso decir nada, llevaba uno de los vestidos que Miku le había regalado hacia un tiempo y no quería dañar el último que le había dado antes de morirse (aunque ella ni si quiera se había dado cuenta en que momento se lo dio)—. ¿Cómo fue  que te convertiste en la gobernadora de tu nación si tan sólo eras una monja?

—Miku me eligió— le dijo mientras caminaba hacia el ventanal—. Antes de que la mataras yo estaba con ella. Me dijo lo que había pasado— veía como las personas se encontraban peleando en el patio. Era curioso como su nación veía y planeaba las cosas de distinta manera que ellos. En los patios de los palacios sólo había rosales y algunos pequeños estanques en donde la gente podía ir a pasear si lo quería. Usualmente había niños jugando y corriendo durante las tardes—. ¿Aquí es dónde entrenan?

—Si. Ellos entrenan bajo la supervisión de Meiko y... Bueno de mi hermano. Ahora sólo de Mei. ¿En tu nación no es así?

—Entrenan en un campo alejado del castillo, bajo supervisión del jefe de batalla— dijo sin voltearlo a ver—. ¿Por qué mi mano?

—¿Mmmh?

—¿Por qué mi mano? Pudiste haber pedido cualquier cosa, pero...

—Ya lo dije. Sería aburrido tener que gobernar solo y tener que someterme a tus pedimentos— la menor lo volteó a ver, él estaba sentado de lado con las piernas sobre uno de los brazos de su trono y su espalda recargada e el otro brazo dorado—. Pero si te molesta e incomoda podemos dejar esto, ¿eh? No es necesario que hagas esto si no quieres. 

—Pero si no lo hago tu tampoco cumplirás con tu parte.

—Exactamente, así que piénsalo bien, Rin— el chico se incorporó y fue directo hacia ella, tomándola de la cintura—. ¿Te encuentras bien?— preguntó—. ¿No te pasó nada en lo que... hice?— volvió a preguntar revisando el rostro de la chica.

—Estoy bien— contestó—. No quemaste el templo.

—Pensé que ahí estarías durmiendo, no quería que corrieras peligro— dijo recargando su frente en el espacio que había entre el cuello y el hombro de la rubia.

—¿Cuándo será la boda?— preguntó Rin—. No creo que quieras literalmente mi mano, tendrías que cortarla y verla morir.

—No lo sé... No pensé en llegar tan lejos, ¿sabes?— dijo alzando su rostro para poderla mirarla a los ojos—. ¿Te parece que en cuanto comience el invierno? Así te verías hermosa en un vestido blanco.

Mistletoe (~Tamashii no Yadorigi~~Tensei no Yadorigi~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora