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—Él quiere que sea en invierno— contestó la rubia un tanto incomoda por la pregunta.

—Faltan por lo menos tres meses para eso, es mucho tiempo—comentaba para ella misma la mayor—. Podríamos adelantarla si así lo permites, Rin.

—Yo... Pudiera ser— susurró indecisa, y no es que la idea de casarse le diera miedo o le molestara, desde pequeña la idea le había llamado la atención a tal grado que cuando se convirtió en monja una parte muy interna suya se desilusionó. La verdad es que le daba miedo llegar a cometer un gran error al hacerlo. Ella sólo estaba buscando el beneficio y protección para su nación, no su felicidad.

—Querida— la madre la tomó de las manos, apretándolas para tratar de reconfortarla—, debes de estar en las mejores condiciones posibles, hay que preparar mucho y calmar a la gente, no sé lo tomarán nada bien cuando se enteren.

—Lo sé— susurró—, pero todo fue muy... Repentino.

—Rin, si así lo deseas puedo encargarme de los preparativos de tu boda, en lo mientras podrías enfocarte en gobernar.

—Sería pedir demasiado, madre... Pero no quiero que cambie la fecha de la boda— pidió.

—No te confundas, querida. Esto es sólo un pequeño favor que te haré por lo que tú harás por nosotros— concluyó para poder dejar ir al chica—. Y está bien, en tres meses será.

La rubia salió de la habitación y se fue directo a uno de los estanques de su nación. Se sentía aturdida y cansada por todo lo que acababa de pasar, tan sólo quería un poco de espacio para ella misma.


Después de aquella "conversación" y de haber pasado un rato a solas, el día había avanzado rápidamente, hasta que llegó la noche y éste se convirtió en día, así consecutivamente hasta que se convirtieron en semanas, y éstas en un mes. Un largo y pesado mes en donde las responsabilidades seguían creciendo al igual que el estrés. Aunque lo interesante de aquel tiempo, era que todas las noches, sin falta alguna, Len se colaba a su alcoba o a la oficina para poder hablar con ella o intentar hacerlo, ya que en ocasiones al rubia no tenía ganas de cruzar palabra alguna con él. Algunas veces se quedaba hasta que la luna alcanzaba apenas a estar a la mitad del oscuro y frío cielo, pero había ocasiones, en las que el joven tenía tantas ganas de pasar tiempo con Rin y ésta se encontraba de mejor humor, que se quedaban hasta que algunos rayos de sol se empezaban a colar por la ventana.

—Hola, cariño— oyó la voz del rubio detrás de ella. Suspiró.

—Buena noche, Len— saludó sin quitarle la vista de encima a los papeles que tenía enfrente. Hoy iba a ser una de esas noches en las que Len no se quedaría mucho tiempo con ella.

—¿Qué haces?

—Son cartas y documentos oficiales de los jefes de cada una de las secciones de mi nación... Tengo que responder algunas demandas que surgieron por culpa de cierto incendio de hace un mes...— murmuraba sin voltearlo a ver.

Detestaba tener que estar haciendo papeleo de quejas sobre el incendio, pero no quería revelar la verdad a su nación, no aún. Casi diario había estado yendo y viniendo de nación en nación –aunque la verdad era que quien iba y venia diario eran Len por las noches, colándose por la ventana de la habitación de la joven solamente para poder hablar un rato con ella–, ocultando la relación que tenía con la otra nación. No había querido revelar nada sobre la unión de naciones, por lo que una que otra mentira era escrita en esos papeles, así evitando problemas y conflictos hasta el día de su boda, pero sobre todo tendría su espacio para pensar sin sentirse tan agobiada y extenuada.

Mistletoe (~Tamashii no Yadorigi~~Tensei no Yadorigi~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora