Prólogo

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Ante él se mostraba un paisaje desolado, oscuro, una tierra yerma, hecha de roca, formando valles y montañas que se alzan al cielo como agujas dispuestas a atravesar el sol, pero este no brillaba, una noche eterna reinaba en ese mundo extendiendo la oscuridad hasta el horizonte. Un movimiento rápido le despertó de sus ensoñaciones, algo se había escondido en las sombras de la caverna en la que se encontraba, no necesitaba mirar en esa dirección, pues sabía lo que era. Se giró al detectar otra presencia que se acercaba desde lo profundo de la caverna, ante él se erguía un hombre de edad indeterminada, de rasgos finos, pelo largo y blanco, por su cuello se veían manchas negras que denotaban su verdadera naturaleza, sus ojos profundos y penetrantes de un color negro como la más oscura de las noches, alto y esbelto, vestía una túnica negra y larga, las largas mangas ocultaban sus manos nerviosas, unas botas desechas adornaban sus pies. Le miró un momento escrutándolo con esos ojos como la noche hasta que empezó ahablar.

-Mi señor, todo estará listo pronto... no dudo de usted, pero... ¿cree que esta vez funcionará?

Le miró un momento, y se giró,contemplando ese paisaje desolado que a pesar de todo albergaba cierta belleza. Meditó la respuesta un momento. Era cierto que habían fallado varias veces, pero ahora tenían a su disposiciónlas magias y artilugios de los Antiguos. Ellos crearon las puertas que conectaban los mundos y crearon a su vez el limbo, esa tierra oscura que ahora habitaba. Si había alguna forma de abrir las puertas y salir de ese espacio era con su tecnología, pero hacia milenos que no se sabía de ellos.

-Funcionará -sentenció-, prepara un grupo de incursión y calma al resto, últimamente están muy activos.

-Así será,-sonrió levemente-ansían volver al mundo que los desterró.

Volvió la cabeza para mirarle, había comenzado a frotarse las manos denotando cierta ansiedad.

-¿Por qué llegaste aquí? -lo conocía ya desde hace algún tiempo, pero nunca se lo había preguntado, quizá porque no parecía capaz de matar.

La pregunta aprecio pillarlo desprevenido.

-¿Acaso importa? -esperó una respuesta que no llegaba, al no recibirla sonrió, mostrando unos dientes afilados- Lo raro es que no llegara antes.

Lo observó un momento más antes de seguir contemplando el paisaje, la mancha negra se había extendido hasta ocupar media cara, su ojo no era más que un punto rojo diminuto que se movía ansioso, en momentos así sedaba cuenta de cuál era la verdadera cara de la locura. Hizo un ademán con la mano para que se marchara, y se giró, noto su presencia un momento más hasta que desapareció del todo, suspiró, un tanto aliviado, no le agradaba tener a esas criaturas cerca a pesar de ser ya una de ellas.

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Pasó casi corriendo por los pasillos, a pesar de la poca gente que había casi choca varias veces, pero no podía evitar estar alterado. Tras cuatro años en el colegio de exorcistas de la tríada le habían llamado para una misión, nada más y nada menos que los tres sabios, los máximos mandatarios. Intentaba mientras andaba recordar las lecciones, los distintos tipos de sombras, el cómo detectarlas y cómo combatirlas. No creía que fuera así, pero quizá lo llamaban para examinarlo. Llegó al gran portón de la sala de audiencias, en ese momento se sintió ínfimo, insignificante. El guardia avanzo hacia él y le tendió una mano, sobraban palabras, ya sabía lo que quería que le diera. Metió una mano en el bolsillo de la gabardina y sacó un sobre con el sello de Maese Grand, al verlo el guardia se acercó a la puerta y la abrió sin gran esfuerzo a pesar de su tamaño. Entró nervioso con la cabeza gacha, la puerta se cerró tras de sí sin el más leve sonido, avanzó hasta llegar a la mitad de la sala y levantó la cabeza. Poco más adelante estaban de pie otros cinco estudiantes, los conocía, eran los más brillantes y él estaba entre ellos. Se situó con ellos en la línea que formaban de cara a los tres enormes sillones donde estaban sentados los Sabios, a pesar del tiempo que llevaba allí, esta era la primera vez que los veía. El del centro se levantó, a pesar del cargo que ostentaba no debía pasar de los cuarenta años mientras que los otros dos ya pasaban los sesenta, esto se debía a su rápida ascensión en escala y a la repentina muerte del anterior Sabio. Los miró a todos desde su posición, escrutándolos uno por uno, cuando le miró sintió como si su alma estuviera siendo explorada, se le formó un nudo en la garganta. Sacó unos papeles y empezó a leerlos mientras volvía a mirarlos a todos uno por uno. Después de deliberar un momento señaló a los otros cinco, al final habló.

Crónicas De Las Sombras: DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora