Capitulo 4

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Yíal se alejaba poco a poco del pueblo en el que su camino difería del de Aria, él debía dirigirse al pueblo que le habían indicado los exorcistas. No podía evitar mirar atrás de tanto en tanto, quizá esperando ver unos acontecimientos distintos en ese pasado invariable. Tras de si sin embargo solo quedaba el camino vacío. El frío le estaba invadiendo. Cogió su capa y se la puso por encima, al atársela notó un bulto duro a la altura del pecho. Metió la mano en ese bolsillo y encontró el corazón de Aria, esa extraña piedra caliente al tacto. Recordó el momento en el que se la dio, guardó la piedra en el mismo bolsillo que estaba. Azuzó al caballo. ¿Que estaba haciendo? Debía darse prisa y volver con su familia, seguramente pensaban que el había corrido la misma suerte que él les había supuesto a ellos. Azuzó al caballo de nuevo. El viento comenzaba a acariciar su cara conforme ganaba velocidad. Ella ni siquiera estaba viva, ¿que importaba su destino ya? Esas ideas y pensamientos seguían azotando su mente. Azuzó al caballo una vez más. El viento chocaba contra su cara cegándole parcialmente, llevaba ya un ritmo imparable. Debía olvidar todo lo relacionado con esa chica, volver a su pasado tranquilo como pudiese. Ya estaba decidido y nada podía cambiar su parecer, al fin y al cabo, le dio su palabra.

Al fin los vio. Los dos hombres arrastraban a la chica con dificultad hacia un carro, se habían alejado del pueblo tanto como podían. Llegó rápido hasta ellos, de una patada derribó al de la izquierda por sorpresa. Su llegada pillo desprevenidos a los tres, por suerte Aria reaccionó rápido y le dio un codazo en el estomago al exorcista de su derecha, liberándose así de su opresión. Extendió sus manos atadas hacia Yíal a toda prisa, este la agarró por la muñeca y estiró para subirla, fue sencillo gracias al poco peso de la chica y al pequeño salto que ésta dio. La subió delante suya y empezó su marcha a toda prisa huyendo de los exorcistas. Ni siquiera comprendía porque lo estaba haciendo pero no podía parar, no ahora. Los exorcistas intentaron detenerle sin ningún éxito, le gritaron que se detuviese pero no les escuchó, no quiso hacerlo. Lo siento Aria, lo siento. Esas palabras rebotaban en su cabeza repetidamente. Se acordó entonces de lo que le preguntó ésta poco antes de entrar en el pueblo. Su corazón latía acelerado, el trote del caballo lo golpeaba, el pelo de Aria acariciaba su cara acompañado por el viento y esa fragancia inundaba sus sentidos.

-¡La respuesta es no! -gritó a todo pulmón. Parece que el grito sorprendió plenamente a la chica.

-¿Que? -le preguntó mientras intentaba buscar una posición más cómoda en la que sentarse. Al subirse por el tirón de Yíal había acabado sentada de lado y teniéndose que agarrar a su compañero abrazada a su cuello debido a las ataduras.

-Antes me preguntaste que si te abandonaría si descubría algo de ti que temiera. -Aria desvío la mirada, posiblemente debido a que sabia a que se refería- La respuesta es no. Siento haber dudado y entiendo que me odies por lo que he hecho. Pero no pienso abandonarte otra vez. Solo espero poder hacer que me perdones y saber la verdad, esta vez de tus labios.

-Claro... Te lo contaré todo... -apoyó la cabeza contra el pecho del joven, a pesar del temor que sentía hacia él se sentía más tranquila ahora que estaba cerca y aliviada de que hubiese vuelto, la chica atribuyó esto al hecho de que sin el, como había dicho el hombre del pueblo anterior, desaparecería.

Aria podía sentir en ese momento el alma del chico, apenas una mota de luz la separaba de caer en la oscuridad total y aún así le había rescatado a pesar de que ahora le perseguirían a él también. Se sentía culpable en parte al ver a Yíal en ese estado, el que ella le ocultase la verdad había facilitado que esos exorcistas le manipulasen con facilidad. Debía arreglarlo y librarle del peligro que le acechaba, las sombras se cernían sobre él con más intensidad que nunca.

Yíal salió del camino para adentrarse en el bosque y así ser más complicados de rastrear. Las dudas que nublaban su mente rato atrás quedaban tan en el pasado como el aire que cortaban con velocidad. No entendía como podía haber hecho caso a los exorcistas y se avergonzaba de ello. Conocía lo suficiente a Aria como para afirmar con seguridad que no era mala persona, no sabia lo que era, al menos no estaba seguro ya, demasiadas personas afirmaban que esa chica estaba muerta y aún así al notarla apoyada contra él sentía su calor, el calor que desprendían todos los seres vivos y esta sensación que llenaba su pecho... Estaba decidido a disculparse con ella en cuanto pudiesen parar, en cuanto estuviesen lo suficiente lejos del peligro. La abrazó ligeramente aprovechando que estaba entre sus brazos. Ahora estaba decidido a protegerla, aunque no entendía muy bien el por que, sentía que era lo que debía hacer, al fin y al cabo ella era lo único que tenia seguridad de que era real. Y de esta desastrosa experiencia al menos había logrado descubrir nueva información sobre su pueblo.

Crónicas De Las Sombras: DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora