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Necesito salir de aquí, alejarme de este maldito pueblo y de toda su asquerosa gente. Irme lejos y no volver, jamás.

Estoy harta del instituto, de las viejas cotillas, de las animadoras y los deportistas creyéndose los reyes del mundo cuando no han salido del estado, de las presiones, de mi familia. Estoy harta del perro del vecino que ladra cada noche y no me deja dormir. Harta de que el profesor Matthews insista en bajarme la media. Harta de las miradas indiscretas y de los rumores que susurran cuando cruzo el pasillo del instituto.

—Brooklyn, baja, es tu último día de clase. —dijo mi perfecta hermana desde el otro lado de la puerta. Salí de la habitación de mal humor, eché un vistazo a mi hermana mayor: pelo liso rubio, ojos azules eléctricos, sonrisa blanca -pero fría-, cara delgada y angulosa, de tez clara, pero no como la leche, ya que tiene un ligero bronceado, restos de las vacaciones de primavera. Va perfectamente arreglada, peinada y maquillada. Sin demorarme más en escanearla, ya que sé perfectamente cómo es, caminé hacia el baño del pasillo.

Comparto baño con mi hermano Cody -cuando está en casa, cosa que no es habitual-. Hoy debe de estar, porque el habitual orden en el que mantengo este baño ha sido sustituído por una masa de ropa sucia tirada por el suelo, productos de hombres esparcidos sin ton ni son por el lavabo y el espejo del baño manchado con espuma de afeitar.

Entro arrastrando los pies, esquivando las prendas de ropa como si tratase de un circuito de obstáculos y cierro la puerta con pestillo. Me ducho y me preparo para ir al último día de tortura de mi vida, aunque no sé por qué me da que la tortura será peor como me quede en casa.

Cosa que no pienso hacer, por las dudas.

Cuando acabo mi rutina diaria y recojo un poco el baño, bajo a la cocina y me encuentro con la que faltaba del cuarteto.

—Buenos días. —saludo de mala gana rebuscando algo que pueda comer. Como siempre que mi hermano está en casa, desaparecen mis cereales favoritos. Así que cojo los normales y un bol donde echo la leche. Primero la leche y luego los cereales, lo sé, soy rarita.

—Buenos días a ti también, Brook. ¿Nerviosa? Hoy es tu último día. —dice mi otra hermana con una sonrisa brillante en su cara. Su sonrisa es más grande que mi autoestima.

—¿Por qué iba a estarlo? Ya me he graduado, hoy sólo vamos a recoger todo y a charlas sobre "Universidades adecuadas para nuestras preferencias culturales y económicas" —dije imitando a mi director, que también fue el suyo hace unos años, y Zoe dejó escapar una risita.

Zoe es todo lo contrario a Lauren, a pesar de ser genéticamente iguales. Lauren es fría y calculadora, en cambio Zoe es cálida y amable por naturaleza. A veces me pregunto como es que tienen sonrisas tan diferentes. Como ya he dicho, la de Zoe es grande y amable, te transmite confianza. En cambio, si Lauren sonríe es porque está tramando algo, así que ya puedes correr.

—Supongo. ¿Y qué piensas hacer? Porque tienes a toda la familia en vela. —comentó mirándome con una sonrisa de lado mientras jugaba con su café. Desde que tengo memoria ha tomado la leche y el café en esa misma taza. Después de tantos años, lo que antes era una colorida taza con dibujos étnicos, ahora se ha quedado en una roñosa y descolorida taza a la que le quedan dos telediarios. Aunque llevo pensando eso varios años.

Largarme, eso pienso hacer pensé.

—Algo que nadie se espera. —contesté mirando la hora. Aún era pronto. Sopesé la idea de contarle a mi hermana que pensaba irme de casa, pero ni siquiera tengo un plan, o una ciudad escogida. De momento sólo tengo el dinero suficiente para irme y vivir unos cuantos meses sin trabajo. Los ahorros de dos veranos trabajando de camarera en una cafetería del centro, durante diez horas al día.

Fame » Old Magcon BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora