Primero.

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   Primero fue esa oscuridad. Me atrajo, me sedujo, me atrapó, me condenó. En su oscuridad veía luz, eran dos faroles tan brillantes y tan llenos. Suena delirante, lo sé, pero su oscuridad no era la ausencia de luz, sino su completa presencia.

    Seguido de esas perlas negras, estaban sus largas pestañas, agudizando su mirada, resaltando el achina miento de sus ojos. Su cabello alborotado, tan rebelde y dócil a la vez. La textura de su piel, el contorno de su rostro, la calidez de su voz, el ácido de sus labios. pero l que más me volvía loca, era su sonrisa. Su sonrisa era mi perdición. Me perdía en el grosor de sus labios, en los significados de aquellas comisuras.

    Todo él me pedía quedarme.

    Todo él me hacía amarlo.

    Por eso y más, cuando formuló la pregunta tan llena de sentimiento y futuro, no pude evitar responder "sí, quiero". 

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