Descubierta

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Abro el garaje y meto a Stephan marcha atrás. Me saco el casco y revuelvo el pelo, pues pegado a la cabeza me es muy incómodo.

-Pensaba que serias rubia.-Me giro asustada por la voz. Es él. Esta aquí. Me ha seguido.

-¿Que mierda te crees que haces aquí?-Le lanzo el casco al estómago, lo coje pero sé que le a dolido pues se a encorbado.-¿Quien mierda te crees que eres para seguirme?.- Si este pedazo idiota descubria la verdad estaba muerta. Si sabian que les habia ganado una menor, estaba segura de que mi vida cambiaria a peor. De eso no hay duda.

-¿Quince, dieciseis?-Se acerca y pasa su mano por mi mejilla. La aparto bruscamente y lo miro a los ojos.-Bonitos ojos.

-Dieciseis.-Siento como esto le causa gracia. Cínico.

-Oh, ni si quiera tienes permiso de conducir y tienes un ferrari.-Mira a Stephan y pasa la misma mano que antes acariciaba mi cara por su capó brillante. Levanta la mista y sonrie de lado.-Me lo explicas.-Era más bien una orden que una pregunta.

-No te importa.

-Tráfico, tal vez.-Mi expresión sigue siendo de enojo, como mucho puede ser neutra, cosa que lo hace enumerar otra opción.-Robado...

-Ganado.-Susurro en cuanto camina hacia mí. Asiente viendome. Acerca su boca a mi oido.

-¿A quien?-Su voz es ronca y suave.

- A un perdedor como tú.-Sonrio sabiendo que el control a vuelto a mí y le pongo el seguro al coche dispuesta a irme.

-¿Qué me das?

Mi cara era un poema.

-¿Darte? ¿Para qué ? O ¿Por qué?-Sabia que ahora no aparentaba seguridad pero me daba igual. Odio que jueguen o que no vallan al grano cuando quieren algo.

-¿Qué me das para mantenerme callado?-La sonrisa vuelve a su impresionante rostro, sabe que me tiene cogida por mis pelotas inexistentes.

-Si quieres tu dinero... adelante, tomalo.-Elevo entre mis manos el gran fajo de billetes y hago el amago de lanzarselo.

-No quiero el dinero.

-¿Entonces?-Se encoje de hombros.

-Te lo diré en cuanto lo sepa.-Asiento en cuanto pasa por mi lado. Se gira y me mira, me acerco a él y lo empujo para que salga del almacén. Pulso el botón y la verja se cierra ante nuestros ojos. -Bonito culo.-Sé que ese susurro era más bien para él que como alago baboso para mí, asi que decido que es mejor ignorarlo. Me giro. Sus ojos están puestos en mí. Sus labios entreabiertos mientras que el inferior es prisionero de sus dientes. Lo tengo casi encima y eso no me gusta, me hace sentir prisionera, como si dejara de tender alas.

-¿Qué haces?- Sus ojos viajan a mi boca en cuanto la voz se me resbala por los labios. Su cercania me abruma y atonta y no me siento comoda. Quiero huir y gritarle que se aleje, que esto no es bueno y que no lo quiero cerca, pero no soy capaz de moverme hasta que lleva sus manos a mi cintura.-Tengo que irme. Es demasiado tarde.-Su mirada sube hasta mis ojos. Le lleva un par de segundos alejarse. Antes de hacerlo aspira mi aroma. Cree que no lo he notado. Besa mi mejilla y se va rascandose la nuca hasta su murcielo gris, que por cierto, es el coche más feo que he visto.

Camino hasta casa y abro la ventana justo antes de caer al sofá. Me habia olvidado de que mamá habia cambiado los muebles por el Fen-sui o algo raro que aprendió en su último viaje.

Subo a mi habitación y enciendo la luz. La butaca empieza a crujir y me giro.

-Joder!-Grito en un susurro.

-¿Donde estabas?- Me pregunta mi hermano.

~Peligroso a sabiendas~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora