Lavandería
Raven en realidad nunca admitiría que le robaba sus camisas.
Era uno de sus secretos más sucios, uno el cual se esforzaba por ocultar, pues sinceramente ella no podía fingir poder vivir sin ese placer culpable. Pero la verdad era que había algo en su olor. Algo que incluso se encontraba presente en sus días de adolescencia, algo que siempre le había atraído y llamado la atención. Algo...salvaje y bestial.
Poco a poco comenzó a darse cuenta de que a ella le gustaba ese olor y cuando se dio cuenta de que era lo que la atrajo hacia él, era como si ese olor se hubiera vuelto diez veces más fuerte. Ya no era el olor de un chico corriendo por el bosque o subiendo un pino, era algo mucho más potente, algo que la hacía pensar acerca de los animales que constantemente rodeaban los bordes de su alma.
Si, él seguía escondiéndose detrás de esa sonrisa infantil, sus bromas infantiles y las infantiles discusiones con su mejor amigo. Pero incluso escondiéndose detrás de todas esas cosas...él seguía siendo salvaje y a Raven le encantaba.
Tomo otra profunda respiración de la camisa que tenía entre sus manos, ahogándose en aquel olor que tanto la enloquecía.
