Era una sensación increíble. El cuerpo de Raven era tan hermoso y perfecto, como si cada curva y hueco hubiera sido esculpido para él y solo para él. La bestia se inclinó y lamio una pequeña gota de sudor que se deslizaba por su espalda, observando fascinado como más gotas viajaban por su columna vertebral por las curvas de su espalda. Era hermosa, prácticamente no podía pensar en otra palabra para describirla, mientras solo veía como ella casi gemía ante las oleadas de pasión que sentía cada vez que se introducía dentro de ella.
- ¿Me amas, demonio?- pregunto. La palabra amor era algo tan extraño para él. La bestia nunca antes había amado a alguien en su vida y Raven no era la excepción. Pero había algo en la hechicera que le hacía pensar...no, le hacía creer que podía amar.
- ¿Qué?- tartamudeo la hechicera aturdida por el placer que le estaba dando con cada embestida, a él le encantaba el sonido de su voz mientras seguía penetrándola sin parar.
- ¿Me amas, demonio?- volvió a preguntar la bestia mientras besaba su hombro, presionando su agarre y clavando sus uñas en las curvas de sus caderas
-Yo...supongo que si- respondió ella con dificultad, tratando de aferrarse a los últimos restos de cordura que no habían sido nublados por el placer-Si...supongo que te quiero-
La bestia le gruño al oído, inclinando lentamente su cabeza hacia su cuello expuesto y mordiéndolo.
-Entonces de ahora en adelante eres mía, demonio...- Sus garras recorrieron fuertemente su espalda, él gruño mientras las clavaba sobre su piel, ella solo podía gritar entre una mezcla de dolor y placer desenfrenado- Esta marca les dirá a todos aquellos que quieran acercarse a ti, que en todos los aspectos posibles, eres mía-
Ella volvió a gemir cuando sintió como comenzaba a penetrarla mucho más fuerte.
Si, era toda suya.
