La segunda oportunidad de Snape

8. La vida es sueño

En mitad de la espiral abrí los ojos. Dumbledore estaba ahí.

- Finite incantem – Resonó en la lejanía

-Hijo mío, me tenías tan preocupado. Desde comienzos del verano te encerraste aquí y no sabía nada de ti y cuando entré lo entendí todo.

- Dumbledore, por favor, ¿dónde está el chico? ¿Dónde está Blake? Él me necesita, por favor.

-Severus... No existe. Creaste una realidad alternativa, nada de lo que viviste pasó.

Me arrodillé abatido a sus pies y con mi voz envuelta en lágrimas comencé a hablar.

-Dumbledore, por favor, éramos felices, todo estaba bien, jugábamos, confiaba en mí, era como un padre para él... no me lo quites. No me devuelvas al vacío, a la soledad, a las horas muertas, a la desidia, a la muerte en vida... Dumbledore, te lo suplico, por piedad, que el mundo se me cae encima, que no puedo con este corazón que solo sangra, envenenado por miles de espinas, torturado, relegado a no ser, a no existir, a pesar de estar ahí.

- Severus, no puedes vivir en una huida, escapando de todo. Severus, eso no es vida.

- ¿Y esto? ¿Esto lo es? ¿Queda algo de mí por romper? ¿Crees que tengo vida más allá de servirte, de servirle a Potter? Sé lo que hice, sé que debo pagarlo, pero soy humano y ya no puedo con esta agonía.

- No puedes vivir en los sueños y olvidarte de vivir, Severus.

Esas fueron sus últimas palabras. Cerró la puerta con un portazo.

Me tendí en el suelo, llorando. En medio de mi desolación logré alcanzar la caja de mis tesoros. La abrí y cogí mis utensilios de escritura.

"Querida Lily,

Hoy todo se ha disipado. No quieren concederme un motivo alegre para seguir adelante.

Me sentía bien protegiendo a aquel niño, mostrándome tal cual era, jugando con él, cuidándolo. Todo se ha ido, Lily.

Tu hijo es lo único que me ata el mundo. Te lo debo, siempre te lo deberé, hasta que expire mi culpa.

Supongo que es lo que merezco verdaderamente, la soledad, la ausencia más pura y absoluta. Solo supe romperlo todo. Ahora todo esto es lo que merezco.

Ha sido bonito soñar con una vida feliz, pero nada de eso es mío, nada me corresponde. Supongo que estoy hecho para vivir en la más absoluta miseria.

Mi pieza de ajedrez se mantendrá siempre en pie en este juego, aunque resquebrajada, aunque esté sola.

Te amo, lo hice y lo haré siempre.

Con amor,

Sr. Nadie"

Me levanté del suelo, limpié mis lágrimas, la muestra de mi debilidad y volví a colocar sobre mi cara la máscara con púas que se me clavaban y que ocultaban todo lo que era yo, hasta el final.

"[...] y los sueños, sueños son"