6. Los tiempos felices (parte II)

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Lo desperté al mediodía; quería que estuviera lo suficientemente descansado y recordara la paliza de aquella noche como una lejana pesadilla.

-Buenos días, señor. ¿Estoy a salvo?

-Blake, tu padre está buscándote. Como te dije anoche no tienes de qué preocuparte, mi casa está sumamente protegida, pero no podrás salir de aquí hasta que sea el momento de volver al castillo.

-¿Por qué hace esto?

Ignorando su pregunta llevé a la cama una gran cantidad de bolsas con todo lo que le había comprado en el Callejón Diagón mientras él dormía.

- Te he comprado esto, espero que te quede bien. No tengo más ropa que no le diera a mi ahijado así que te he comprado la tuya propia. ¡Ah! También te he comprado esto. Bueno... no sé qué juguetes te gustan ni nada, pero he pensado que quizá este peluche te gustaría- Dije, sacando un oso de peluche de una bolsa.

- ¿Por qué hace esto?- Repitió Blake.

-Creía que a los niños se les regalaban juguetes por Navidad.

- No es eso a lo que me refiero. Usted que es tan frío en el colegio, que muestra desprecio a todo y a todos, ¿por qué se gasta un dinero que claramente no tiene en un niño que recogió anoche de la calle, por qué me demuestra que tiene sentimientos?

-En primer lugar sí que tengo dinero, y bastante, pero me gusta esta forma de vida; no necesito ninguna cosa material más. Por otro lado, aquí me siento seguro, aunque en mi juventud nunca creí que diría esto.

Ante la mirada de impresión del chico, continué hablando

-A mí mi padre también me pegaba. Él era un muggle que lo odiaba todo, incluyendo la magia, a mi madre y a mí. Todavía tengo pesadillas con él. A mí nadie me socorrió, a pesar de que multitud de personas vieron las evidencias de lo que pasaba. Solo encontré consuelo en una chica, pero aquello se desvaneció, como una vela que se esfuma y se lleva la luz con ella. Me quedé solo, inmensamente solo. Nada a lo que abrazar. Nada más que el aterrador silencio, la soledad y cuatro paredes que se caen sobre mí. Largas noches de llanto, porque sí, lloro. Aterra la visión de la ausencia, de que más adelante, en el camino, no hay nada. Aterra saber que cada paso que di fue equivocado. Duele que nunca hubiera un amigo, una acompañante, alguien en quien apoyarse cuando las piernas flaquearan. Solo hubo piedras afiladas y tropiezos. No quiero que esto te pase, no quiero que cojas el camino del odio y por un paso en falso nadie te perdone. La chica Hufflepuff.... Me fijé en como la mirabas. Debes tomarla como referente para seguir. Yo puedo tratarte como... un padre, hasta que lo necesites.

El chico me miraba con una expresión que interpreté como asco y salí de la habitación apresuradamente.

Necesitaba trabajar, así que me dirigí a mi pequeño laboratorio.

Mientras preparaba una sencilla poción de cura de furúnculos me repetía mentalmente que era un estúpido, que a quién creía que le iban a importar sus sentimientos.

Repentinamente escuché la puerta del laboratorio abrirse, apareció Blake vestido con uno de sus nuevos atuendos, corrió hacia mí y me abrazó las piernas.

-¡No te vayas! ¡No sabía qué contestar a lo que me has contado para hacerte sentir mejor! ¡Por favor! Eres la única persona que me ha hecho sentir seguro, bueno, tú y Brennan.

-Blake, no te preocupes, no voy a ir a ningún lugar.

-¡Promételo!

-Te lo prometo.

Escuché el hambriento estómago del chico rugir; había olvidado que era mediodía. Sin quererlo reí.

-Anda, creo que es hora de que comamos.

El chico se me quedó mirando con una expresión de sorpresa, y era completamente normal, era la primera persona que me veía reír después de tanto tiempo.





La segunda oportunidad de SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora