3. La pequeña Hufflepuff

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Los chicos de primero de Ravenclaw y de Hufflepuff ya estaban sentados cuando yo llegué a la clase. Inmediatamente comencé mi discurso

«Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones. Dado que habrá muy poco de tontos movimientos de varita aquí, muchos de ustedes van a dudar de que esto sea magia. No espero que realmente entiendan la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores brillantes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñarles cómo embotellar la fama, preparar la gloria, ¡hasta ponerle un alto... a la muerte...! A menos que sean como el montón de alcornoques a los que, habitualmente, tengo que enseñar.»

Lo decía siempre que comenzaba un curso escolar con los de primero de cada casa, me lo había aprendido ya de memoria. Me gustaba demasiado aquel discurso; denotaba mi pasión por las pociones y mi supuesta indiferencia hacia los alumnos.

Comencé a pasar lista mientras los alumnos nombrados levantaban temerosos las manos.

Me detuve en su nombre: Brennan Cox.

-Dígame, señorita Cox, ¿qué podemos obtener de la mezcla de babosas cornudas, espinas de puercoespín y colmillos de serpiente?- No sé exactamente por qué comencé a preguntarle a esa chiquilla, aun sabiendo que la pobre no sabría qué contestar.

-No lo sé, profesor- dijo la pequeña con la vergüenza dibujada en la cara.

- ¿Qué es el bezoar?- continué increpándola.

-No lo sé, profesor.

La clase se mantuvo en un absoluto silencio por un momento.

- Diez puntos menos para Hufflepuff. Para que luego digan que los Hufflepuff y los Ravenclaw son trabajadores e inteligentes...

La pobre chica Hufflepuff estaba a punto de comenzar a llorar, supongo que ya habría comenzado a odiarme.

-Un bezoar es una piedra extraída del estómago de una cabra y de la correcta mezcla de babosas cornudas, espinas de puercoespín y colmillos de serpiente podemos obtener una cura para forúnculos. Espero que lo hayáis apuntado todo.- dije con un tono cortante.

Cuando terminó la clase y todos alumnos abandonaron el oscuro lugar, recogí mi material y me marché de allí.

Yendo hacia mi despacho descubrí en el patio interior a la pequeña Hufflepuff llorando.

Cuando llegué a mi oscuro despacho nuevamente recibí una grata sorpresa: Blake Snyder me estaba esperando en la puerta.

Actué como si no me hubiese percatado de su presencia y abrí  con la mayor naturalidad. Cuando ya me había sentado le indiqué que pasara.

-Siéntate ¿Qué quieres?- dije yo con frialdad y dureza, intentando no mirarlo a los ojos.

- Quería... quería... - Al pobre chico le temblaban la manos y el labio inferior. Me asusté del temor que causaba en los alumnos.

-¡¿Qué?! Mi tiempo es muy valioso, tengo demasiado que hacer.

- Que no vuelva a atacar así a Brennan. Ella es hija de muggles, no tiene mucho conocimiento del mundo mágico todavía. No puede increparla así delante de toda la clase, y mucho menos sabiendo que en su primera clase de pociones no iba a saber todo lo que usted le preguntaba.

Tuve que contener la risa. Y luego dicen que los de Gryffindor son los únicos valientes.

- ¿Tienes el valor de venir aquí a cuestionarme? ¡¿A mí?! Acabas de perder 15 puntos para tu casa, aunque recibes 5 por tu valentía. Espero que estés contento. Además, quiero verte todos los días durante una semana a las 5 en mi despacho.

- De acuerdo- dijo el muchacho con decepción en la mirada. Parece que aquella conversación no había salido como él esperaba.

-Puedes irte- le dije.

En cuanto cerró la puerta tras de sí comencé a reírme. Aquel chico atemorizado había sido capaz de plantarme cara por aquella chica. Debía de estar sumamente enamorado.

La segunda oportunidad de SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora