Capítulo 2

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Me levanté sobresaltada por aquel comentario.

-¿Nos conocemos?

La mujer se puso nerviosa. Retiró el flequillo de su cara y su voz tembló.

-No...me he confundido.

Deberíamos curar esa herida que tienes en la pierna, ¿no crees?

Sabía que me ocultaba algo y por supuesto, pensaba averiguar qué era. Pero estaba claro que quería cambiar de tema.

Mis heridas tenían muy mala pinta, pero la de la pierna estaba especialmente mal. Un corte de un cristal cruzaba mi gemelo a lo ancho. Por esa herida podrían ponerme varios puntos, en cambio, dudaba que fuera a ir a algún hospital.

-Mi nombre es Melanie Harrison- dijo la mujer intentando entablar una conversación.

Me sonaba demasiado ese nombre, sin embargo, no lograba relacionarlo con nada.

Alargó su brazo como gesto de saludo, y yo le estreché la mano.

-¿Qué te parece si nos vamos a mi casa?. Allí podré ayudarte.

No estaba muy segura de aquella oferta, pero la verdad, no tenía dónde caerme muerta. Así que la seguí hasta el final del callejón, intentando poco a poco mover mi pierna.

En la acera, aparcado, había un coche, que a juzgar por su aspecto debía tener alrededor de veinte años. Sin embargo, su interior parecía estar recién reformado.

Subí a el, sin saber su destino. Un mensaje sonó en mi móvil.

"Dónde estás idiota"

Era de mi padre y a decir verdad no pensaba contestarlo.

Pude sentir como Melanie desviaba la mirada de la carretera para ver mi mensaje, pero bloqueé el móvil antes de que pudiera hacerlo.

Después de recorrer alrededor de veinte kilómetros, llegamos a un hostal-restaurante de esos que se encuentran en mitad de la carretera, donde va a parar la gente sin destino.

-Este va a ser tu nuevo hogar-dijo Melanie entre suspiros-pero a cambio no estaría mal que trabajaras. Estamos escasos de personal.

Asentí.

Un rótulo luminoso brillaba ante mis ojos.

Bajé del coche.

Un chico apareció tras la puerta. Melanie salió corriendo hacia él.

Pude distinguir algunas frases entre ellos. Pero la distancia me impedía escucharlos con exactitud.

"-Te dije que no la trajeras, Melanie"

"-Está herida, James, no podía dejarla allí"

El chico frotaba su melena oscura con preocupación.

"-Solo nos traerá problemas"

Ambos debieron darse cuenta de que los estaba observando, puesto que de repente, se giraron, regalándome una falsa sonrisa.

-Ven aquí Katrina-dijo Melanie levantando su mano.

Pero tuvieron que acercarse para ayudarme a entrar, porque no era capaz de soportar aquel molesto dolor que tenía en la pierna.

-Él es James, mi sobrino. Tiene diecisiete años.

El chico clavo sus ojos verdes en los míos. E intentando parecer simpático sonrió.

Entramos a un cuarto y me sentaron en una silla. Melanie se fue en busca de un botiquín para curarme la herida.
James paseaba su mirada nervioso por la habitación.
La puerta se abrió de nuevo, pero no era Melanie. Era un hombre alto. Debía tener entre los cincuenta y los sesenta. Una gran cicatriz cruzaba su cara, la cual, no parecía de buenos amigos.

-Él es Franklin, mi padre.

Le dediqué una tímida sonrisa, sin embargo, él ni siquiera pestañeó.

-Así que tú eres la nueva camarera..

¿Lo era? Melanie me había dicho que trabajaría para ellos, pero no de que me iba a encargar.

-Supongo-le dije dudosa-mi nombre es Katrina Jo..

Pero antes de poder terminar la frase, James me interrumpió.

-Jordan, Katrina Jordan.

Su padre frunció el ceño.

-Pensé por un momento que iba a decir..., bueno es igual- dijo el hombre frotándose la cara.

Entonces me di cuenta de algo, Franklin no podía saber mi apellido, en cambio, yo no se lo había dicho a James, pero él sabía lo que iba a responder.

Y eso sólo podía significar una cosa, tenía algo que ver con mi familia.

El hombre abandonó la habitación.

James me miró irritado.

-No deberías estar aquí, nunca debiste venir con ella.

Movía su dedo muy rápido y me apuntaba con seriedad.
No sabía porque me decía eso, pero me sentí mal, tremendamente mal. Y una lágrima cayó por mi mejilla.

No pretendía conmocionar a nadie, sin embargo, pareció darse cuenta de cómo me encontraba y se acercó a mí.

No lo conocía de nada, pero me transmitió una tranquilidad que pocas personas habían logrado.

-Eh Kat, lo siento, todo va a salir bien.

Y me acarició la mejilla. No sabía que tenía que salir bien, porque no sabía que iba a salir mal. Pero que me llamara de aquella forma me removió las tripas.

Solo mi madre me llamaba así, solo ella y nadie más. Y habían pasado tantos años desde que alguien no lo hacía...

Hubo un juego de miradas, que fue rápidamente cortado por Melanie, que entraba a la habitación dispuesta a curarme.

-Siento haber tardado, pero es que hay demasiada gente en el local y no encontraba las cosas.

La mujer se arrodilló en el suelo para quedar a la altura de mi herida.

-Esto tiene muy mala pinta.
¿Cómo te lo has hecho?

No sabía que responder, no podía decirle que mi hermano me había lanzado una botella, pero no se me ocurría ninguna excusa realista.

-¿Te han lanzado una botella verdad?

Y entonces, vi que con unas pinzas, había sacado un trozo de cristal.

-Sí, pero no tiene importancia.
Melanie estaba ocupada en limpiarme la herida.

-Esto te va a doler.

Y efectivamente lo hizo. Pero tras enrollarme una venda, me sentí como nueva.

-Gracias, Melanie, por todo.

Me sonrió.

-Acompáñala a su habitación, James.

El chico me guiñó un ojo.
Me levanté de la silla. Pero cuando llegamos a las escaleras, llegué a la conclusión de que tenía un problema.

-No puedo subir. Me dolerá si lo hago.

Entonces James me miró con gracia y sin pensárselo dos veces me levantó del suelo, cogiéndome como un saco.

-¿Qué haces?-le chillé.

Pero no me escuchó, estaba demasiado entretenido riéndose.

Daños irreparables© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora