Capítulo 11

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Llevaba ya una semana en el bar con mi padre, mi hermano y Theo. Las cosas iban relativamente bien. Relativamente porque no había recibido noticias del hostal, ni Melanie, ni James, ni Adam, ni siquiera Sarah había contestado mis mensajes.

Mi padre acababa de llamarme para que acompañara a Theo a hacer unos pedidos, pero yo, tan obediente como siempre, no me había ni levantado de la cama.
La puerta se abrió y una silueta apoyada en el marco me miraba.

-Vete de aquí, Nathan.

Mi hermano, ignorando mis palabras vino hacia mí y me arrancó las sabanas de un tirón.
Pegué un salto de la cama y cogí a mi hermano de los pelos.

-Creo haberte dicho que te vayas.

Nathan me pegó un empujón haciendo así que soltara el mechón de su pelo que sostenía entre mis dedos. Mi espalda chocó contra la pared y caí al suelo. Mi hermano se acercó lentamente y me pegó una patada en las piernas. Pero yo, no satisfecha con lo que había recibido me levanté del suelo y cuando Nathan estaba de espaldas me abalancé sobre él.

-¿Eres imbécil, Katrina?

Mi hermano me tiró al suelo y salió de la habitación.

-Algún día acabaré por matarte-soltó mientras avanzaba por el pasillo.

Entré al cuarto de baño y me lavé las heridas como pude. Entonces, me quedé durante un largo rato observando rastros de sangre que había al lado de la bañera, y los seguí por el pasillo. Cuando llegué a la altura del comedor de mi casa, la sangre desaparecía al lado de un saco. Cerré los ojos intentando tranquilizarme, y miré a mi padre que estaba sentado leyendo el periódico. Él debió de percibir mi estado, porque me sonrió y añadió:

-No quieras saber lo que hay dentro, o mejor dicho quién.

Me llevé las manos a la cara y mi boca no fue capaz de articular palabra. No quería ver nada desagradable, pero necesitaba saber quién estaba ahí dentro. Deshice el nudo que ataba el saco y tomé aire. Mi padre me observaba con atención esperando ver mi reacción.  Mis manos se separaron y el saco se abrió.
Miré dentro de la bolsa, pero solo había papeles, y más papeles y un poco de sangre. Thomas se reía a carcajadas.

-¿Eres imbécil?-le dije asustada.

Pero la risa no permitió que salieran palabras de su boca.

Mi hermano apareció con un sandwich entre los dedos.

-Solo le hemos dado un merecido a la camello que nos hace los pedidos.

Todo tan normal como siempre. Resoplé y volví a la habitación a cambiarme. Una vez lista, fui a la puerta del bar donde me esperaba Theo.

El chico me saludó amablemente y andamos juntos hasta la parada del autobús para ir al mercado. Saqué de mi bolsillo una lista con todo lo que había que comprar. Y Theo mostró asombró al verla. Eran demasiadas cosas.

Nos llevamos toda la mañana en el mercado. Nuestras manos estaban llenas de bolsas y el peso de estas apenas me dejaban caminar.

-Cien latas de refresco.

La dependienta apuntó en su cuaderno.

-Mañana estarán allí sin falta.

Theo sacó el dinero para pagar. Pero la mujer insistió en que se lo diera cuando llevaran el pedido.

Mi capacidad de concentración era mínima, más bien nula, y estaba más pendiente de todo lo que pasaba a nuestro alrededor que de los encargos.

-¿A qué nombre lo apunto?

Escuché decir a uno de los hombres que estaba a mis espaldas.

-Sarah Stuart, por favor.

Me giré bruscamente y me quedé observando a una chica pelirroja a pocos pasos de mí.

-¡Sarah!

Salí corriendo hacia ella, pero entonces ella dejó lo que estaba haciendo y comenzó a andar deprisa.

-¡Katrina!-oí gritar a Theo desde el otro lado del mercado.

Cuanto más corría yo, más corría Sarah, y más lo hacía todavía Theo.

Salimos del mercado, tiré las bolsas donde pude y me abalancé sobre Sarah. La tumbé, y la chafé contra el suelo.

Una lágrima descendió por mi mejilla.

-¿Por qué me hacéis esto?

La chica no contestó.

-Sarah, contéstame, por favor.

Ella me apartó y se puso de pie.

-Debes haberte confundido, no te conozco.

Sus palabras me desconcertaron. Comencé a gritar y a llorar. Ella permanecía callada, parada delante de mí y mostraba indiferencia. Theo había preferido quedarse atrás recogiendo las bolsas que yo había tirado.

-Lo siento-dijo la chica-espero que encuentres a quién buscas.

Y se fue, se fue sin decirme adiós si quiera, sin darme un apretujón de esos que tanto me gustaba que me diera, sin haber pronunciado mi nombre, se había ido, y me había dejado sola, sola una vez más.

Me quedé tirada en el suelo, llorando, como una loca, quizás estaba verdaderamente loca, y todo formaba parte de mi imaginación.

Theo se acercó a mí.

-Tranquila Katy, todo se arreglará.

Pero sus palabras no me sirvieron de consuelo, es más, avivaron esa furia que retenía por dentro.

-¡No! ¿No lo has visto? Ya me han olvidado, ya no significo nada.

No abrí la boca en toda la tarde, no quería hablar, no quería comer, no quería dormir, para ser sinceros, no quería vivir.

Debía de tener muy mal aspecto, porque hasta mi propio hermano se asustó al entrar en la habitación.

Venía a pedirme que bajara al bar a ayudar, pero viendo mi estado, se compadeció de mí y cerró la puerta.

Me tapé con una manta hasta arriba y liberé las lágrimas que se guardaban dentro de mi. Un cuerpo se acostó a mi lado.

-No vale la pena, Katy.

Theo no era capaz de entender mi aprecio hacia los Harrison y Sarah, pero hacia todo lo posible por calmarme.

El chico me agarró de la cintura y mirándome con aquellos ojos cristalinos me susurró:

-Eres mejor que todo esto, ¿no crees?

No respondí. Con Theo sobraban las palabras.

-No puedo verte así.

Reí entre lágrimas.

-Te quiero, Katrina.

Yo también lo quería, nos habíamos criado juntos, era mi mejor amigo, era mi mano derecha.
Theo pasó sus dedos por mis mejillas limpiándome las lágrimas.

-Pero te quiero diferente, de una manera que no puedo explicar.

Fruncí el ceño sin entender nada.

-¿Cómo que diferente, Theo?

Pero sin darme tiempo a reaccionar, Theo juntó sus labios con los míos. Y sosteniendo mi cabeza contra la suya nuestros labios se envolvieron, dando lugar a un espontáneo beso.

Oh dios.

Eso no me lo esperaba.

Daños irreparables© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora