CAPITULO 04

1.3K 137 3
                                    

  Las bromas de los niños continuaron. A medida que iban creciendo, estas se tomaban más ingeniosas. Además, se molestaban esforzaban continuamente para ser el mejor en las actividades extraescolares, y así se pudo ver como el barrio tuvo al mejor alumno en clase de cocina ante un Kibum muy furioso, así como al excelente y veloz nadador ante un asombrado Minho.

Cuando los niños competían entre sí, era la guerra, pero cuando se juntaban, resultaba asombroso ver como se compenetraban para lograr ser los mejores en aquello que estuvieran haciendo. A pesar de que en ocasiones pactaban una pequeña tregua por el bien del barrio, sus diabluras seguían siendo la mejor diversión ante los monótonos días en ese aburrido condado.

εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз

En todos los años que tenía Mi Sook, y ya eran muchos pues estaba cerca de los 70, nunca había presenciado una serenata tan horrible como la que le dedicó su nieto a al rubio.

Todo había comenzado esa misma mañana, cuando había visto a su nieto de ya 15 años corriendo de un lado a otro de la casa con sus ahorros en la mano.

• Abuela, ¿me prestas 5,000 wons? – pregunto Minho con la cara de angelito, por lo que en esos momentos Mi Sook supo que algo planeaba.

• Espero que no quieras dinero para hacer alguna travesura – dijo su abuela mientras le tendía el dinero, sin poder resistirse a la mirada lastimera de esos preciosos ojos achocolatados.

• No abuela, es para dar una serenata a alguien. Me faltaban 5,000 wons para poder alquilar los instrumentos.

• ¡Oh, que romántico! – le dijo Mi Sook conmovida – tu abuelo también me cantaba cuando éramos jóvenes. ¿Y quién es esa persona afor...?

Minho no dejó que su abuela terminara de la pregunta. Rápidamente le dio un beso en la mejilla agradeciéndole su aportación y se despidió mientras salía por la puerta.

• ¡Ya lo veras abuelita!

En cuanto Mi Sook vio como los ojos de su nieto brillaban emocionados y una sonrisa ladina cruzo su rostro mientras se despedía con esas palabras, supo que no era nada bueno lo que tenía planeado para ese día, y que, sin duda, el vecino andaba implicado en esto. Ojalá se equivocase, pero conocía demasiado bien a su nieto y a esos ojos que le delataban cuando estaba planeando una de las suyas.

La tarde transcurrió placida, sin que ocurriera nada, por lo que Mi Sook se preguntó si por primera vez en años se habría equivocado con su nieto. Pero después de cenar Minho corrió a su habitación teléfono en mano y allí se encerró durante un buen rato.

Mi Sook comenzó a sospechar, y sus sospechas se vieron confirmadas cuando minutos después apareció ante la puerta de su casa un grupo de cinco adolescentes más o menos de la misma edad de su nieto vestidos con vaqueros raídos, camisetas de calaveras y cadenas por todas partes. Uno de ellos, el que menos cadenas llevaba, preguntó amablemente.

• ¿Está Minho? – a la anciana no le dio importancia contestar cuando apareció su nieto corriendo como un torbellino y vestido como los demás.

• ¿Está todo listo, ya? – quiso saber mientras salía por la puerta hacia el jardín del vecino.

• ¡Todo listo! – contesto uno de ellos.

• Bien, ¡que empiece la función! – grito Minho animando a sus amigos.

Mi Sook, resignada a las travesuras de su nieto, se sentó en la vieja silla del porche con una limonada a la espera de que comenzara la función.

En el jardín trasero de la señora Kim, en el silencio de la noche, habían sido montadas una batería, dos guitarras eléctricas con amplificadores, un bajo, una pandereta y un micrófono.

Todos los niños tomaron posición, se encendieron los altavoces y comenzó la serenata. El cantante principal era Choi Minho y las canciones, sin duda alguna eran de su propia autoria, ya que cada una de ellas iba dirigida a Kim Kibum.

Podía haber tenido éxito con su serenata, a pesar de cantar como un cuervo apaleado, si las letras de las canciones no tuvieran textualmente frases como "Kibum es un grano en el culo que no me puedo sacar", y eso lamentablemente era sólo el coro.

El agasajado con esta inusual serenata no tardó en asomarse por la ventana.

• ¡Qué diablos estás haciendo, Choi Minho! ¡Mañana tengo un examen de ciencias, y con tus mugidos de vaca moribunda no me puedo concentrar!

• ¡Pero, gatito, te estoy ofreciendo una serenata que durará unas 3 horas, así que se bueno y siéntate y disfruta del espectáculo! – contesto Minho con alegría.

• ¡Voy a llamar a la policía para que te meta a ti y a tu horrenda banda en la cárcel! – amenazó Kibum.

• Lo siento gatito, pero por una serenata no es no hay cárcel, lo he investigado en Internet, y lo consultado con el jefe de la estación, así que uno, dos, tres...

Para desgracia de todos, Minho continuó cantando. Kibum lo probo de todo: tapones en los oídos, orejeras sobre los tapones e incluso una almohada envolviendo su cabeza, pero nada de lo que hiciera conseguía apartar de si ese horrendo ruido. Así finalmente corrió hacia la cocina, cogió un gran cubo de agua y desde la ventana de su habitación la arrojo hacia al cantante.

Por unos segundos se calló, pero después siguió berreando. Finalmente, resignado a no poder dormir o estudiar. Kibum sacó de nuevo su cabeza por la ventana y suplicó:

• ¡Por Dios, haré lo que me pidas, te daré lo que quieras, pero cállate de una maldita vez!

• ¿Te casaras conmigo, gatito? – pregunto Minho malévolamente, sabedor de la respuesta. Kibum furioso, le enseño su lista y escribió mientras hablaba en voz alta: 7°: "QUE CANTE COMO LOS ÁNGELES" – entonces Minho le informo divertido.

• ¿A que no sabes cómo he decidido llamar a mi grupo, gatito?

• Las ranas apestosas – hablo Kibum muy convencido ya de que el cantante principal era un batracio repugnante.

• No, a partir de ahora nos llamaremos. Los ángeles del infierno. ¿Te casarás conmigo, gatito? Ahora ya canto como los ángeles.

Kibum no tardó en hacer llegar su respuesta y fue entonces cuando el cubo voló a la cabeza de Minho poniendo fin a su concierto.

Mi Sook no pudo aguantar las carcajadas al ver como su querido nieto recibía su merecido. Siguió bebiendo de su dulce limonada mientras observaba a los chicos recoger los delicados instrumentos, ya que Kibum había amenazado con prenderles fuego si seguían cantando.

De repente, el auto del jefe de policía aparco junto en la cera de en frente de la casa de los Choi y se encaminaba al jardín trasero de estos. Preguntando preocupado a Mi Sook mientras sacaba su arma.

• ¿Dónde está la victima?

• ¿Qué victima? – respondió con extrañeza Mi Sook.

• Kibum me ha llamado diciendo que escuchaba unos horribles alaridos infernales que provenían de aquí, que no sabía distinguir si eran de hombre o mujer, pero aseguraba que por el sonido lo más seguro era que estaban torturando a alguien.

• Ah, si eso era mi nieto cantando – explicó Min Sook entre risas mientras señalaba a los muchachos en el jardín del vecino.

• ¡Por Dios, qué susto me ha dado! – exclamó Seungki enfundando su arma – Espero sinceramente que tu nieto nunca sea admitido en el coro, si no corremos el peligro de quedarnos sordos.

• He escuchado por ahí que se hacen apuestas sobre las travesuras de mi nieto y el vecino – le dijo Mi Sook cambiando de tema.

• Bueno, si... no son legales, ya lo sé... Pero este barrio es muy aburrido y...

• Quiero apostar por mi nieto – interrumpió Mi Sook, divertida – sin duda es diablillo, pero no le digamos nada a las madre. Ya sabes cómo se ponen con eso del juego.

Ambos guardaron silencio cuando vieron aparecer a Minho empapado y con una sonrisa de satisfacción en el rostro que indicaba que no estaba nada arrepentido de su travesura. Mientras pasaba junto a su abuela, soltó:

• Abuela, hay algunas personas que no saben apreciar las serenatas – cuando Minho desapareció en el interior de la casa, el jefe pregunto:

• ¿Eso era una serenata?

• Según mi nieto, sí.

• Creo que este mes yo también apostaré por tu nieto, Mi Sook – concluyo el jefe de policía antes de regresar a la jefatura.

"Pobrecito", pensaba Woo, el profesor de ciencias, mientras veía como Kibum daba una nueva cabezada delante de su examen. Se había enterado, por los chismes del barrio, que el rubio había recibido una serenata de Choi Minho la noche anterior, y por los comentarios de los vecinos, el chico debería haber sido sacrificado antes de empezar el concierto.

Esa mañana una multitud había acudido en masa a la tienda de instrumentos musicales y habían amenazado al dueño con grabar el próximo concierto de Minho y obligarle a oírlo si se atrevía a alquilar más instrumentos a ese muchacho.

El chico estaba desquiciado si pensaba dedicarse a la música. El profesor de dicha materia había sido amenazado por la directora: si Minho tocaba aunque sólo fuera una pandereta, estaba despedido. Desafortunadamente, Kibum había tenido que oír la serenata de esa rana salvaje, ¡a la que muchos habían descrito como parecida a una vaca moribunda mientras era apaleada por un equipo de beisbol! ¡Cómo sería eso...!

Sin previo aviso, a sus oídos llegó un horrendo sonido. Parecía que estuvieran torturando a alguien. Finalmente, tras asomarse a la ventana, pudo ver que Minho esa mañana daba clase de gimnasia al aire libre y que pasaba una y otra vez junto a la ventana cantando We are the champions.

El profesor de ciencias, antes de cerrar la ventana, decidió que Minho no tenía talento musical y que el pequeño Kibum merecía un diez por su esfuerzo.

εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз

Pasó el tiempo, y cuando llegaron a la etapa de la adolescencia, los dos acérrimos enemigos empezaron a acercarse mutuamente atraídos el uno por el otro, pero, como ocurre con dos iones positivos cuando se acercan demasiado, acaban repeliéndose.

Minho, con 18 años y muy próximo a graduarse, se había convertido en un joven fuerte y atlético. Con 1.81mt. de estatura, sus grandes hermoso ojos achocolatados, su cabello castaño oscuro y su atractivos rostro de rebelde desvergonzado, era el preferido de las chicas y donceles. Además era el capitán del equipo de futbol, y aunque sus notas no eran deslumbrantes, todos estaban seguros de que recibiría una beca por ser un gran jugador.

Kibum era un hermoso jovencito de preciosos ojos avellanados, enmarcados en una sensual mirada felina, su cabello rubio, con sus pómulos altivos y labios rosados en forma de corazón, todo en conjunto le daba un aire angelical, iban acompañados por un cuerpo que comenzaba a destacar, sus piernas largas y unas curvas que la acompañaban, las cuales tentaban a más de un joven atolondrado aunque el rubio apenas de se daba cuenta, ya que estaba muy atareado con sus múltiples actividades: era el delegado de la clase, presidente del club de arte, columnista en el periódico del instituto y formó parte del club de danza, siempre iba a los partidos de su escuela, se unía a ellos en sus ánimos para que barrieran a Minho.

Las notas de Kibum eran brillantes con tan sólo 16 años, y todos creían que tendría un gran futuro relacionado con el arte.

Continuara...   

Rana Azul... Adaptación al MINKEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora