CAPITULO 19

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  Choi Minho tardó un año en recuperare por completo de la lesión. Como se temía, no pudo volver a jugar futbol profesionalmente y su plaza en el equipo fue cedida a otro alumno mientras él estaba en el hospital.

Después de las facturas médicas, apenas le quedaba dinero. Lo poco que había conseguido ahorrando entrenando a novatos y trabajando de camarero en el campus, junto con su cuantiosa beca, habían acabado siendo utilizados para la recuperación total de su rodilla.

Minho volvió a casa abatido y sin saber qué hacer. Tras soportar durante semanas las miradas de lástima de su madre y de su abuela, de sus vecinos y amigos, puso sus cosas en una maleta y se mudó a la casa que le había regalado el señor Jinky años atrás.

La casa de 2 plantas apenas estaba en condiciones para que alguien viviera allí. Ya que a simple vista parecía en ruinas, con su pintura acabada, sus ventanas rotas, muchas de las cuales carecían de cristales, y su puerta desencajada.

El interior no era mucho mejor, con muebles viejos llenos de polvo y telarañas. Lo único que había podido arreglar antes de marcharse fue la cocina, que lucía como nueva, y las instalaciones básicas, por lo que gozaba de electricidad y agua caliente. Lo demás era todo un desastre, pero ese desastre era lo único que le quedaba. Sacó sus herramientas y se dispuso a convertir ese montón de ruinas en un hogar.

Minho sólo salía de su casa para dos cosas: comprar alimentos y adquirir materiales para sus arreglos. Se convirtió en un auténtico ermitaño, aislado de todo contacto humano.

Todos en Ongjin_gun estaban tremendamente preocupados, pero, como ni sus familiares ni amigos pudieron sacarlo de sus soledad, decidieron darle tiempo hasta la llegada de Kibum, al que esperaban impacientemente mientras apostaban cuánto tardaría sr. Perfección en sacar a Choi Minho de su vieja casa.

Tardo exactamente cinco segundo en sacarlo de su casa, ya que Kibum se encontraba en la entrada con un fosforo encendido en una mano mientras en la otra portaba un bidón de gasolina.

• Choi Minho, ¡o sales de la casa o le prendo fuego!

• ¡No te atreverás! – gruño Minho desde la casa mientras se asomaba por la ventana.

• ¿Ah no? – respondió Kibum a la vez que arrojaba el fosforo encendido en un montículo de periódicos viejos.

Minho salió rápido al exterior y comenzó a sofocar el pequeño fuego que comenzaba a formarse, apagándolo con la suela de sus zapatillas. Llevaba puesto unos vaqueros rotos y desteñidos, junto con una vieja camiseta negra llena de polvo que se pegaba a su pecho sudado marcando sus fibrosos músculos. Su aspecto era desaliñado, con su cabello castaño despeinado.

• ¿Estás loco? – grita enfurecido.

• ¡Mírate, pero si has salido de tu casa! Y eso que todavía no he utilizado el bidón de gasolina –comento Kibum mientras le entregaba le bidón – Por cierto, el señor Cho te manda esto. Te lo olvidaste la última vez que fuiste a su tienda – señalo Kibum mientras pasaba hacia el interior sin esperar invitación alguna. Sus zapatillas de lona resonaron por el viejo piso de parquet, y Minho se permitió admirar su cuerpo, recordando todas y cada una de las curvas que lucía debajo de esos pantalones cortos negro y esa camiseta fucsia holgada.

La casa continuaba llena de polvo y suciedad. La única variación eran las herramientas y los tablones de madera que descansaban esparcidos por el salón y la entrada ocupándolo todo.

• ¿Cómo diablos puedes vivir así? – pregunto Kibum señalando la suciedad acumulada.

• Es lo único que me queda – respondió Minho – mientras la arreglo no me da tiempo de limpiarla y no tengo dinero para contratar a alguien, asi que vivo como puedo y punto. ¿A qué has venido? ¿A joderme?

• No, a comprobar que no te habías convertido en un idiota en el idiota que me habían dicho los amigos y vecinos.

• Dudo que alguien que no seas tú use ese lenguaje para referirse a mí.

• Es verdad: ellos te llamaron solitario, ermitaños, poco sociable... Yo prefiero resumirlo y ser más realista.

• ¿Se puede saber por qué vienes a insultarme? Hace casi dos años que no nos vemos y lo primero que me dices es que soy idiota.

• Porque lo eres. El año pasado quise ir a verte, pero tú echabas a todos de tu lado porque estabas amargado. Este año por fin te veo y lo único que sabes hacer es gruñirme como un animal herido.

• ¿Qué quieres que haga, Kibum? ¿Celebrar que ya no tengo nada, ni carrera profesional, ni título universitario, ni dinero, ni fama, ni...?

• ¡Estás vivo, tienes una casa, una camioneta, una familia y amigos que te quieren! – interrumpió Kibum – ¡No puedes vivir pensando continuamente en el pasado!

• Y eso me lo dices tú que está obsesionado con una lista que comenzó a hacer cuando tenía... ¿Cuánto? ¿8, 10 años?

• ¡No cambies de tema! – reclamo Kibum amenazadoramente señalándolo con un dedo.

• ¿Qué no cambie de tema? ¡Sabes que es físicamente imposible que un hombre reúna todas las cualidades que has puesto en ese viejo papel, sólo lo utilizas como escudo para no enamorarte nunca de nadie! Todos somos imperfectos, ¡incluido tú, Don Perfecto!

• Yo no tengo ningún defecto – dijo Kibum enfurecido mientras se ponía de puntillas y acercaba su rostro al de Minho.

• Oh, sí: uno muy grande – contestó Minho acercándose más al rubio.

• ¿Y se puede saber cuál es ese tremendo defecto que tengo, según tú? – lo reto Kibum con un leve tono de superioridad.

• Que no puedes resistirte a mí – susurró Minho en el oído de Kibum mientras cogía fuertemente su trasero, atrayéndolo a su cuerpo para que notara su miembro duro por la excitación.

• Eso... es... mentira – contesto entrecortadamente mientras Minho lamía su cuello.

• ¿Eso es un reto, gatito? ¬– preguntó burlonamente empujándolo contra la pared y comenzando a acariciar su torso por encima de la camiseta.

• Sí – contesto Kibum al sentir cómo su mano se introducía por debajo de la camiseta y excitaba sus pezones con expertas caricias – ¡No! – rechazó Kibum cuando sus manos dejaron de acariciarlo dejándolo con ganas de más.

• A ver si te aclaras, gatito – rio Minho sin dejar de acariciar su cuerpo – ¿Sabes? Hay un punto en esa lista que me tiene un poco confundido, ¿cómo sabes que no te gusta lo salvaje si nunca lo has probado? – dijo Minho mientras desabrochaba los pantalones cortos de Kibum e introducía una mano dentro de los bóxer del rubio y acariciaba el miembro de Kibum, haciéndolo gemir y estremecerse contra su mano – ¿Lo probamos, gatito? ¿Lo hacemos en plan salvaje contra la pared? – apuro Minho mientras colaba su otra mano y introducía uno de sus dedos en su interior.

• Si – gimió Kibum lleno de placer moviendo las caderas para tener más contacto.

• Recuerda que tú me lo has pedido, gatito – dijo Minho sacando sus manos y devorando todo su cuerpo con sus ojos.

• ¿Qué te he pedido qué...? – pregunto Kibum confundido apoyándose contra la pared.

• Esto – le dijo Minho dándole vuelta con violencia y haciendo que apoyara las manos contra la pared, mientras le alzaba la camiseta y jugaba violentamente con sus pezones.

Le saco rápidamente sus pantalones cortos, dejándolo sólo en bóxer. Kibum sintió como el moreno besaba su nuca, haciéndolo estremecer. Una de sus manos acarició su pene por encima de su bóxer ya húmedo por el pre-semen, arrancándole gemidos de gozo.

Cuando Minho interrumpió la tortura que aplicaba a uno de sus pezones, oyó como la cremallera de los pantalones de Minho se bajaba, y como su bóxer era rasgado y quedaba desnudo y expuesto ante el moreno.

Sintió el pene duro de Minho contra sus nalgas desnudas, moviéndose una y otra vez, sintiendo cada vez más húmeda su entrada. Sus manos arañaron fuertemente la pared con desesperación, mientras restregaba su cuerpo excitado contra el erecto miembro.

Minho aparto rudamente a Kibum de la pared y lo hizo apoyarse contra el respaldo del viejo y polvoriento sofá, dejándolo más expuesto. Kibum agarró fuerte las sabanas que cubrían el sofá entre sus manos cuando Minho lo inclinó un poco más, y de una rápida embestida, lo penetro por detrás sin dejar de masturbar el pene del rubio.

Kibum sollozaba de placer mientras se movía desesperado contra el miembro duro pidiendo más, cuando de repente Minho dejó de moverse y las caricias cesaron.

Kibum protestó moviéndose, haciéndolo salir y entrar lentamente de él.

• ¡Para! – gruño Minho mientras le advertía – Alguien ha tocado a la puerta.

Kibum intento incorporarse para comenzar a vestirse, pero Minho no lo dejo; empujo su cuerpo nuevamente a la posición anterior y siguió firmemente hundido en él.

• ¿Quién es? – pregunto Minho al inoportuno visitante en voz alta.

• Soy yo, Jonghyun, ¿Kibum está contigo? – pregunto preocupado.

• Sí, está aquí – contestó Minho con una malévola sonrisa en los labios mientras volvía a embestir a Kibum y reanudaba las caricias en su sensible miembro.

Kibum mordió uno de sus puños para que su querido hermano no descubriera lo que estaba haciendo.

• ¿Y qué se supone que está haciendo a solas contigo?

• Ayudándome a quitar el polvo – rió divertido mientras lo embestía con más fuerza – ¡Y no sabes la que está armando! – bombeo con más fuerza a la vez que en cada penetración daba en su próstata, haciéndolo ahogar gritos de placer.

• Bueno, ¿me dejas entrar sí o no? – pregunto Jong decidido a dejar de hablar con una puerta de por medio.

• Lo haría encantado, pero en estos momentos hay una pila de maderos apoyados contra la puerta y no puedes pasar. ¿Verdad, Kibum? – preguntó Minho saliendo lentamente y volviendo a entrar con una rápida estocada.

• ¡Siii! – exclamo Kibum entrecortadamente, ahogando uno de sus gemidos, muy cerca de su orgasmo.

• Tu hermanito ha decidido quedarse estas vacaciones en mi casa para ayudarme a limpiar. Después de todo me lo debe por la broma pesada del hospital. ¿Verdad, Kibum? – preguntó nuevamente Minho que, sabiéndolo próximo al orgasmo, dejó de moverse.

Kibum le dirigió una mirada furiosa por encima del hombro. Minho le mantuvo la mirada retándolo a negarse y recordándole con una nueva embestida el placer que podía darle.

El rubio cerró los ojos, gimió frustrado con el cuerpo en tensión y lleno de deseo.

• Sí... me quedaré con este energúmeno – grito finalmente enfurecido, recibiendo como castigo una fuerte embestida que hizo que sus rodillas temblorosas se doblaran, seguida de unas potentes y arrolladoras penetraciones que le hicieron tener un orgasmo demoledor, mientras se convulsionaba contra el duro miembro y mordía fuertemente el mugriento sofá para no gritar.

Saciado y aun con Minho dentro de él, próximo a su orgasmo, grito a su hermano enojado por todo lo ocurrido.

• ¡Creo que la puerta trasera está abierta, Jong!

Minho salió de su interior a toda prisa con una gran erección insatisfecha y de muy mal humor. Mientras intentaba abrocharse los pantalones y Kibum se vestía, su mirada se dirigía hacia el rubio una y otra vez reclamando venganza.

Cuando los pasos de Jonghyun irrumpieron en la estancia, los dos estaban más o menos presentables.

• ¡Kibum, estás lleno de polvo por todos lados! Creí que sólo venías a hacer una visita, no a ponerte a hacer trabajos forzados.

• Minho, que es un hombro muy convincente, me ha propuesto que lo ayudara, y yo, que soy un alma caritativa, he aceptado. Pero creo que necesitará que también ustedes echen una mano. ¿Por qué no nos quedamos los cuatro aquí, en la vieja casa, como cuando éramos niños?

• ¡Sí, ésa es una buena idea! – exclamó Jonghyun convencido – Además, appa no te dejaría quedarte con un varón a solas, ni aunque fuera Minho. ¿Voy a casa a por las cosas y tú te quedas limpiando un poco?

• No, yo tengo muchas que recoger – respondió Kibum – Mejor voy contigo.

Cuando pasó al lado de Minho, éste lo cogió del brazo y le susurró al oído:

• No creas que con la presencia de tus hermanos vas a librarte de mí tan fácilmente.
• No, pero te será mucho más difícil quedarte a solas conmigo – murmuró Kibum regodeándose en su victoria.

Minutos después de que Kibum corriera hacia su auto, Jonghyun entró con una bolsa de hielo.

• Toma, Kibum me ha comentado que tienes una zona hinchada. Si la hinchazón no baja, deberías ir al médico – comento Jong preocupado pensando que era su rodilla.
• No te preocupes, bajará – dijo Minho decidido mientras miraba perversamente hacia elauto de Kibum y ponía huelo en su rodilla simulando que ésa era la "zona hinchada" que más le dolía.

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Continuara...   

Rana Azul... Adaptación al MINKEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora