Capítulo 28

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Había perdido la cuenta de cuántas veces había empezado el primer párrafo y lo borraba porque no me dejaba contenta. Desde que empecé a escribir una semana atrás le había hecho tantos cambios que no se parece en nada a lo que era originalmente. De hecho, al principio ni siquiera era una historia, era sólo un montón de pensamientos desconectados unos de otros, pero por algo se empieza ¿No? Me repetía eso una y otra vez. Está bien tener dudas, está bien sentirse bloqueado en ciertos momentos. Pero la verdad era que ya me estaba desanimando, siempre he escrito, aunque nunca nada muy enserio. Tal vez por eso ahora me esté costando, porque sé que esta vez importará, lo leerá y lo juzgará alguien.

Todavía no le contaba a nadie lo del concurso, sólo Chris sabía. Bueno, Chris y Daniel, pero este último sabe solamente porque estaba ahí en el momento en que Christina me mostró el papel de inscripción. Ni siquiera le he contado a mi hermano, que a pesar de estar lejos le cuento todo. O casi todo, hay una noticia que aún no le digo, ni me veo diciéndole en un futuro muy próximo. Seguro le cuente sobre el concurso primero antes que decirle que tengo novio o lo que sea que Adam y yo somos. Pablo es el único que ha leído algo de lo que he escrito, hace un tiempo atrás le mostré un extracto para ver qué pensaba y dijo que le había gustado. Aunque claro, es mi hermano ¿Qué otra cosa podría decir? Es como cuando una madre le dice a su hijo que es hermoso.

Hablando de madres, la mía no deja de insistirme en que vaya de visita. Resulta que, dentro de algunas semanas, tendré una semana libre de clases y se enteró, no por mí por supuesto, estoy casi segura que Annie fue la que le dijo, por más que ella insista en que tiene muchos contactos dentro de la universidad que pudieron informarle. Lo único bueno de ir, sería que por fin vería a Pablo, lo extrañaba demasiado y el caso que estaba llevando no parecía terminar ni ponerse más fácil para que pudiera venir como me había prometido. Aunque cada vez que pensaba en regresar a casa —aunque fuera sólo por una semana— me venía una sensación como de claustrofobia. Sin contar los malos recuerdos que tenía del pueblo en general, no necesitaba esa clase de energía en mi vida ahora que las cosas comenzaban a ir bien en todo sentido. Pero como siempre mi madre no entiende eso, ve la situación como si yo los odiara y esperara no verlos nunca más. Las cosas entre nosotros no habían ido muy bien cuando vinieron a visitarme, pero antes de que se marcaran arreglamos todo. Claro que quería verles, sólo que ojalá fuera lo más lejos de ese sitio.

Llevaba más de quince minutos mirando la pantalla de mi notebook, ni la lluvia que caía afuera me servía de inspiración. Estaba atascada. Tal vez escribir en la cama no haya sido buena idea, debí quedarme sentada, en mi escritorio. Mientras estoy borrando una línea entera golpean la puerta. Genial.

—¿Puedo pasar? —escucho decir a Adam al otro lado de la puerta.

Cierro rápido el computador antes de contestar.

—¡Pasa! —grito más fuerte de lo necesario.

—Creo que te escucharon hasta en el café de la esquina —me dijo Adam mientras entraba.

Traía una bandeja y sólo en ese momento me percaté de la hora que era. Había estado tanto tiempo tratando de hilar algo coherente que no me di cuenta de que ya había pasado la hora de cenar.

—¿Por qué Annie no vino a buscarme? —le pregunté extrañada mirando la bandeja.

Nunca me traían comida aquí. Menos Adam.

—No tengo idea —se encogió de hombros —Yo sólo cumplo órdenes.

La idea de él haciéndole caso a alguien me hizo reír.

—Ya, dime —le pedí aun riendo.

Me dejó la bandeja encima del computador cerrado que estaba en mis piernas y se sentó en la cama.

Aprendiendo a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora