Capítulo 35

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Creo que será imposible tener un día de descanso mientras esté aquí. Siempre hay algo que hace que me estrese. Hoy vienen mis abuelos. Sí, son los típicos abuelos adorables que te consienten en todo, pero eso no evitaba que en ciertos momentos se comportaran como mi padre. Mal que mal, él tuvo que aprenderlo en alguna parte. Siempre los había visto ser aprensivos respecto a las amistades que Pablo ha tenido, se acostumbraron a Will a regañadientes durante los años, sin embargo, nunca miraron con buenos ojos a ninguna de sus novias. Según ellos, podemos dedicarnos a lo que queramos y divertirnos, pero sin ensuciar el nombre de la familia. Lo que básicamente quiere decir: puedes ser un loco desatado siempre y cuando no llames la atención. Yo nunca había tenido ese tipo de problemas con ellos, porque no tenía a nadie a quién presentarles. Hasta ahora.

Pablo ya me había dicho que venían, pero por alguna razón esperaba que fuera al final de la semana. Como siempre, nunca nada pasa como lo esperas. Vendrían después de almorzar, a la hora del té, aunque nosotros prácticamente nunca tomamos el té, menos cuando estoy en mi casa, a veces hasta se me olvida comer en general. Pero mi abuela, a diferencia de mí, es una mujer de tradiciones. Estaba contenta de verla claro, como dije, la mayoría del tiempo era una abuela dulce y cariñosa. El abuelo también. Eran dos más a la lista de gente que solían consentirme de pequeña y que no me miraban como si fuera algo salido de una película de terror. De hecho, cuando les comuniqué mi decisión de marcharme me ofrecieron toda su ayuda, a diferencia de mis padres que se negaron rotundamente en un principio.

En cuanto terminé de almorzar mi madre me mandó a cambiarme de ropa, me hizo recordar a como cada vez que venían cuando era pequeña me tenía que poner algún vestido que fuera regalo de ellos. Esta vez no lo hice, ni siquiera me cambié, sólo agregué un cárdigan a la camiseta corta y jeans normales que llevaba puestos. No le hizo mucha gracia cuando salí de mi habitación igual a como había entrado, pero lo dejó pasar, sabía que a ninguno de los dos les importaría mucho mi ropa. Era a ella la que le importaba.

Acompañé a mi madre a la cocina, ella y la gente de la cocina estaban haciendo cupcakes y galletas, siempre me ha gustado estar en la cocina mientras cocinan cosas así, nunca me dejan ayudar, pero el menos puedo ver cómo se hace. Prácticamente todas las mujeres que estaban aquí me conocían desde que era una niña así que mientras hacían la masa me preguntaban cosas de mi "nueva vida", no me molestaba contarles, me llevaba bien con todas, a veces mejor que con mi propia madre.

—No sabía que Adam tenía novia —dijo mamá cuando terminé de contestar las preguntas— Cuando fuimos a tu casa dijo que no tenía tiempo para eso.

Sinceramente pocas veces había visto a mamá curiosa por la vida de alguien que no fuéramos nosotros.

—¿Adam es el niño bonito que es hijo de su enfermera? —me preguntó Eva, era la mayor de todas, mayor que mi abuela incluso.

—Sí, es hijo de Annie —le contesté a Eva— Como te dije en ese momento —comencé a responderle a mamá mirando el libro de recetas— me enteré en el mismo momento que tú —me encogí de hombros.

Me miró incrédula.

—No quiero que tu casa se convierta en un paseo de mujeres, Kate —dijo seria.

Me aguanté la risa.

—Nadie ha ido a casa —negué con la cabeza.

—Es obvio que alguien como él no duraría mucho soltero —habló otra vez Eva— Si parece modelo.

—Además será doctor —agregó otra voz que no supe de quién era.

Intenté disimular la sonrisa.

Aprendiendo a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora