Los enviados

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Los cuatro cadetes cabalgaban por "Desierto" en silencio y preocupados. No podían creer que el final de su gran amistad estaba muy cerca.

Pedro entre lágrimas sacó los pergaminos que le dio Saft y vio que no cubrían ninguno el impuesto por traspasarlas.
Pedro, entre dientes, maldecía el nombre de Saft y entonó en alto que parasen los amigos y les dijo de manera seria:
-Estos pasos no cubren las cuotas por traspasar las murallas-
-¿Desde cuando el dinero ha sido un problema para ti Pedro?-dijo Juan con un tono burlesco-
-Y si vamos a la playa y alquilamos un barco con destino al "Reino de Stok el Mayor " así solo tendríamos que pagar un impuesto- añadió Pedro tras hacer un resoplido de furia por la contestación de Juan-.

Los amigos asentaron, y cabalgaron hacia la playa. Cuando llegaron tenían que hablar con la jefatura de la playa que la dirigía un hombre que estaba durmiendo encima de una mesa sucia. Los amigos se acercaron a la mesa y el hombre continuó roncando muy fuerte; el grupo de amigos se sentían incomodos hasta que Juan se atrevió a golpear la mesa. El hombre se despertó de un susto y dijo con la típica voz de los borracho:
-Capitan James William "el borracho" a vuestro servicio, caballeros-
-Queremos un barco con destino hacía el Reino de Stok el Mayor- entonó Juan con una voz lenta para que el marinero borracho le entendiera-.
-Bien, son tres mil tors de oro por barco- dijo el capitán mientras se esforzaba para seguir estando erguido-.
-Hace un año eran mil quinientos- añadió Juan de una manera rápida y furiosa-.
El bucanero se incorporó hacia delante y dijo seriamente:
-No solo los cíclopes han vuelto, también los enviados-.
- Eso no es nuestro problema sino vuestro y deberíais matarlos y dejar de subir los precios-. Añadió  Juan con más furia.
-¿No hacéis vosotros lo mismo? Ha llegado a mis oídos que han aumentado los impuestos por traspasar las murallas; pero os puedo hacer una oferta si me hacéis un favor-.Reía el Capitán James.
-¿Qué quieres?- añadió Juan harto de la conversación.
-Si hacéis una redada de pesca para limpiar la ruta hacia el norte, con eso os saldría gratis el viaje-.Dijo el borracho.
Tras esto extendió la mano para sellar el acuerdo y Juan no convencido del todo, la cedió y cerraron el trato.
Y entonces los cuatro amigos se dirigieron a un barco militar acompañados por el capitán y su tripulación. Cuando llegaron al barco el capitán concedió la jefatura del barco a un marinero delgado y moreno; le dio un abrazo y James volvió al muelle. En  ese momento el recién nombrado capitán empezó a dar las órdenes. Parecía que el capitán y la tripulación estaban coordinados. Los cuatro amigos observaban asombrados cómo se desplegaban la velas con el estandarte de Torem: era el grabado de un águila devorando a una serpiente. Inmediatamente después el barco de madera vieja comenzó a navegar. Los amigos contemplaban cómo se alejaban del puerto.
Tras varias horas navegando, el barco no paraba de tambalearse de un lado a otro fuertemente, distinto al vaivén del mar, como si algo vivo quisiese volcarlo. En es momento, una gran cabeza alargada, de tamaño descomunal, con forma de serpiente, salió del mar y abriendo una boca de cuatro filas de dientes retorcidos y enormes, alcanzó a un marinero que se estaba asomando para comprobar qué sucedía, y en un instante se sumergió en el mar, llevando al marinero sobresaliendo entre sus dientes. Tras esto, otro miembro de la tripulación gritó:
-¡¡¡¡ENVIADOS!!!!  

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