Prisonero

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Pedro se despertó, llevaba su uniforme del ejercito pero las mangas estaban rotas, lo que hizo que se extrañara. Le suponía difícil moverse; al mirarse sus muñecas y tobillos vio que estaba encadenado, su respiración se hizo más rápida, el sudor le caía por las sienes y la nuca, observó su alrededor y comprendió que estaba en una celda sucia. Pedro estaba confuso e intentó recordar lo ultimo que había pasado.

Lo que recordó fue la aparición del enviado, la serpiente gigante, pero tras eso no podía recordar más cosas. En ese momento una voz llena de odio le dijo.

- ¿Listo para el juicio?, monstruo-.

Pedro giró la cabeza hacia donde procedía la voz, descubrió que aquella voz salía de Rodrigo que estaba agarrando con furia los barrotes al otro lado de la celda. Vestía con el uniforme del ejercito pero en la parte del hombro izquierdo colgaba una medalla militar, era la del sacrificio, cuya forma era la de una tira de seda que terminaba en una moneda con el grabado de un humano siendo atravesado por una espada.

Detrás de Rodrigo estaban Juan y Jorge que vestían de la misma forma y con la misma medalla militar. Pedro intentó levantarse del sucio y viejo colchón pero al estar encadenando no podía cumplir su objetivo. Entonces Pedro preguntó confundido:
-¿De qué juicio estas hablando?-
-Del que te pude quitar la vida o enviarte más allá de la Muralla de Hierro y espero que la sentencia sea la muerte, por el bien de la humanidad- añadió Rodrigo dirigiendo una mirada de odio a Pedro.
-Rodrigo, explícame que cojones está pasando- le rogó Pedro a Rodrigo

-¡Calla maldito hijo del demonio! ¡Juan, Jorge desencadenarlo y poner al acusado bajo custodia!-

Tras esa orden los dos reclutas abrieron la puerta de la celda y desencadenaron a Pedro, le pusieron las manos en la espalda y le colocaron unos grilletes en las muñecas, tras esto Juan empujó al reo hacia la salida de la celda; el empujón fue tan fuerte que le hizo a Pedro caer al suelo, Rodrigo le levantó y le saco de la celda, acto seguido le guió cogiéndole fuerte el hombro de Pedro hacia una dirección del oscuro y apestoso pasillo. Pedro caminó hacia esa dirección.
Mientras se dirigían hacia ese destino, otros prisioneros gritaban deseando la muerte de Pedro mientras golpeaban los garrotes. Pedro pensó qué era lo que había hecho para que tanta gente deseara su muerte.

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