Jugando al contraataque

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Pedro caminaba escoltado por los tres reclutas, Juan, Jorge y Rodrigo, por el pasillo oscuro hasta que se toparon con un gran y viejo portón de madera de roble que en lo alto tenia una inscripción: "La justicia es la paz".

Pedro aún no sabía qué había hecho, entonces preguntó enfadado:
-¿Alguien me puede decir qué cojones está sucediendo?-
-¿No lo recuerdas?- dijo Jorge.
-¿El qué?- preguntó Pedro.
-Lo sabrás en la causa- Interrumpió Juan.

Rodrigo abrió la gran puerta, un gran haz de luz deslumbrante cegó a Pedro debido al tiempo que estuvo recluido sin luz natural.
En unos segundos Pedro recobró la vista y vio una gran sala de juicio; miró a su alrededor y se fijó en una gran bandera con un bordado en el centro que recreaba a un jinete derrotando a un gigante.
Tras esto Pedro supo enseguida dónde estaba: en el Reino de Stock el mayor, al norte del mundo de Kolk y dado que se encontraba a la espera de la celebración de un juicio militar, era de suponer que estaba en La Muralla de Hierro.

Cuando toda la multitud que había en la sala se dio cuenta que el reo había atravesado el portón, se movieron hacia sus respectivos asientos, y mientras tanto una mujer se acercó a Pedro. Era Lenia.
Lenia vestía con un uniforme de abogado militar azul marino con hombreras doradas, sin distintivo de rango.

Cuando Lenia llegó hasta donde estaba Pedro, ésta le dio un abrazo y le dijo al oído en voz baja:
-Están aquí, cuando los necesites tan sólo tienes que armar alboroto-.
-¿Se trata de eso?- Preguntó Pedro también en voz baja.
-Sí- Añadió Lenia.
Lenia dejó de abrazar a Pedro y se dirigió a sus otros amigos diciendo con un tono burlesco:
- ¿También habéis sido ascendidos gracias a este desastre?-.
-¿Vas a defender a este traidor, Lenia?- Añadió Rodrigo.
- Aún no se ha demostrado que sea un traidor, es inocente hasta que se demuestre lo contrario- exclamó Lenia.

Rodrigo soltó una risa con tono sarcástico a Lenia, después guió a Pedro agarrándole del hombro hacia una mesa en el centro de la sala. Cuando llegaron Rodrigo obligó a Pedro a sentarse con un gesto de fuerza. Le quitó los grilletes de las muñecas, le cruzó los brazos por detrás del respaldo de la silla y le volvió a poner las esposas.
Rodrigo se colocó al lado derecho del prisionero.

La sala del juicio se componía por un gran estrado dividido en tres partes en forma de "U" que simbolizan los tres pilares del mundo de Kolk:
A la derecha estaba el clero, donde se colocaban los más altos cargos de la iglesia.
A la izquierda el ejército, sitio reservado sólo para los oficiales en jefe de las murallas.
Y en el centro estaba la nobleza, la clase más privilegiada y rica que vivía en las casas más caras de las capitales y pueblos de todas las regiones.
Pero el que se encargaría de aprobar o rechazar la sentencia que iba a ser dictada por el jurado, era el Comandante Supremo, que estaba sentado en un trono dorado enfrente del estrado.
En el centro de la sala, rodeado por los tres pilares del mundo de Kolk, y mirando al Comandante Supremo, se situaba el acusado.

Lenia se colocó en la mesa donde estaba Pedro en una silla a la izquierda de él; acto seguido el comandante supremo entró en la sala, en ese momento todo el gentío se puso de pie en señal de respeto.
El Señor era viejo, andaba lento apoyando su mano en un sencillo bastón de madera y tenía una respiración tan fuerte que retumbaba en toda la sala. Cuando se sentó en el trono dirigió su mirada a Pedro y le dijo con una voz pausada:
-¿Cuál... es tu nombre... soldado?
-Pedro de Cait, Comandante- Añadió el reo.
- Bien, sabiendo esto podemos comenzar- Añadió en voz alta el anciano.
Lenia levantó el brazo en para pedir el uso de la palabra. Acto seguido el Comandante Supremo le hizo un gesto de aprobación.
Lenia se levantó de la silla, respiró hondo y comenzó a hablar dirigiéndose al estrado:
- Caballeros como podéis comprobar este no es un juicio de traición sino un circo, después de leer el informe del acusado solo cabe pensar que se trata de una broma pesada. Pero aquí estamos; según dice el informe, el acusado sufrió un proceso de transformación que le convirtió en un cíclope de unos veinte metros. Pero yo no dispongo de la historia completa, así que la defensa llama al soldado Jorge de Ponte-

Jorge se acercó al trono del viejo comandante sorprendido. Parecía que no se esperaba que la defensa le citaría a declarar.
El Comandante Supremo sacó un libro grande y viejo, acercó la mano del soldado hacia el objeto polvoriento, poniendo la mano encima del mismo y como era costumbre el anciano dijo.
- Soldado Jorge de Ponte, ¿jura usted decir la verdad y nada más que la verdad ante todos nosotros?-.
- Lo juro, con todo mi corazón- añadió Jorge seriamente.
Tras esto Jorge se puso enfrente de Lenia y Pedro. Lenia se levantó y dijo.
-Soldado Jorge, cuéntenos lo que pasó.-
Jorge tragó saliva y empezó a hablar.
- Estábamos en la misión de rescate de los hombres de Torem. Nos dirigíamos hacia la Muralla vieja, en ese momento descubrimos que el documento que autorizaba la misión no incluía los impuestos de paso de las murallas, lo que hizo que nos dirigiésemos a la playa y cogiéramos un barco con destino al Reino de Stock el Mayor. Tras mucho tiempo en alta mar el barco fue atacado por Los enviados. Todos nosotros estábamos asustados en ese momento e inmovilizados por el miedo, nos quedamos apartados en el lado opuesto al de la bestia. Pedro sé acercó a la bestia y sencillamente se transformó en un grandioso cíclope que se enfrentó a la bestia. Cuando el cíclope acabó con la serpiente tras una lucha muy equilibrada, volvió al barco, menguó repentinamente desprendiendo una gran nube de vapor ardiente que abrasó las velas del barco. Cuando se disipó la nube no había rastro del cíclope y solo estaba Pedro con una respiración muy agitada y con aspecto de haber forzado su cuerpo al límite. La tripulación, aterrados ante el temor de que Pedro volviera a sufrir la transformación y les atacara, quisieron matarle pero nosotros luchamos contra los marineros para que no lo consiguieran y propagaran, al llegar a destino, la evidencia de lo que habían visto. De ahí nuestras medallas al sacrificio. Eso es todo lo que sucedía.-

Tras escuchar la declaración del soldado, el jurado no paraban de hablar entre ellos. En ese momento Lenia pidió la palabra, se la fue concedieron, saco unos papeles y añadió.
-Estos son los famosos permisos que el oficial Saft entregó a Pedro y en ellos se muestra que cubren los impuestos de los pasos de las murallas, por lo tanto he de añadir que estamos ante una insubordinación en la patrulla del acusado. Es evidente que cuando abandonaron el campamento se fueron todos a una cantina donde emborracharon al reo. Eso explica que no recuerde nada.-
En ese momento a Rodrigo, Juan y Jorge se les heló la sangre. El viejo comandante se levanto del trono y apoyado en su bastón, se acercó a Lenia que sostenía los documentos. Cuando los cogió se puso a leerlos y dijo.
-Estos permisos son auténticos.-

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