Los cuatro amigos

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Rodrigo se despertó de golpe debido a que tuvo una pesadilla sobre el día de la muerte de su madre. Estaba en su barracón del campamento de instrucción de Cait en la región de Torem, que siempre estaba desordenado y sucio. Miró a su alrededor y vio a Pedro que estaba sentado sobre una silla de roble que a su vez estaba apoyado en una mesa de pino mirando un mapa de Kolk con anotaciones en el reverso que encontró en Sart, ciudad capital del Reino de Stok el Mayor.

Pedro pensaba que el mapa conducía a un tesoro, lo que hacía que aumentara su interés en descifrarlo. Pero cuando vio que Rodrigo se había despertado y que estaba sudoroso le preguntó preocupado:

-¿otra vez la pesadilla de ese día?-

-Sí- contestó Rodrigo quitándose el sudor de su frente.

Rodrigo tenía esa pesadilla cada noche, lo que le parecía extraño porque ya había perdonado a Pedro y habían pasado más de cuatro meses desde que ocurrió aquello.

En ese momento entraron por la puerta vieja otros dos chicos que pertenecían al barracón. Se llamaban Juan y Jorge: Juan era el más alto de la cabaña, era delgado, con el pelo castaño y le gustaba practicar deporte; vestía con el nuevo uniforme de recluta  que era como el antiguo pero mucho más cuidado. En cuanto a Jorge, tenía el pelo rubio, era tan delgado que parecía que nunca había comido en su vida pero era uno de los más ágiles de los cuatro. Jorge, al ver a Pedro mirando el  mapa sin despegar los ojos siquiera para saludarle, derramó la media pinta de cerveza de trigo que llevaba sobre la cabeza de Pedro. Acto seguido, Pedro se relamió las diminutas gotas de cerveza que caían de su cabeza,  sonrió y dijo con un tono desafiante:

-¿Quieres guerra?, pues ya la tienes-.

Pedro se levantó dejando el mapa sobre la mesa y se abalanzó sobre Jorge. Casi en seguida, los demás compañeros se unieron a la pelea amistosa. Los amigos no paraban de reír como si nada pudiera arruinar ese momento feliz, en ese instante sonó una trompeta militar que significaba que todos los reclutas tenían que acudir a un graderío que estaba en el centro del campamento. Los cuatro compañeros dejaron la pelea y se apresuraron al graderío junto a cientos de reclutas que salían de los barracones. Cuando llegaron, pudieron ver a los grandes oficiales militares de Torem que esperaban a que todos los reclutas se sentaran y se callaran. Una vez hecho esto, el oficial de la Muralla Vieja, Saft, dio un paso al frente y dijo con una voz seria y alta:

- ¡¡¡Reclutas!!! hoy os comunico que la expedición mandada para la liberación del Reino del Rey Eric ha sido totalmente aniquilada, de los seiscientos mil que se enviaron solo han vuelto diez mil, pero creemos que hay más de tres mil soldados desaparecidos de los cuales trescientos son de la región de Torem. Todas las regiones de Kolk han decidido abandonarlos, pero yo pienso enviar a una patrulla para salvarlos y traerlos de nuevo a su hogar, eso sí, solo a los de Torem, la patrulla que quiera presentarse voluntaria para hacer la incursión que de un paso al frente-

Se hizo el silencio en ese momento. Pedro se levantó y se situó delante del oficial, sus amigos del barracón se quedaron asombrados pero no se levantaron para apoyarle. El oficial sonrió y se acercó a él hasta que se situó a menos de un metro. Pedro no estaba asustado, es más, tenía una actitud decidida. Saft puso la mano en el hombro del muchacho, volvió a sonreír y le propinó un fuerte puñetazo en el estómago haciendo que éste se inclinara hacia adelante. Acto seguido, le dio un codazo en la espalda haciendo que Pedro cayera al suelo casi inconsciente. Saft se acercó al oído de Pedro hasta que pudiera sentir la fuerte respiración del oficial y le dijo con una voz burlesca: -¿no lo has visto venir?-. el oficial se levantó y dijo con un tono serio a todos los reclutas:

-Esto os puede ocurrir mas allá de la Muralla de Hierro, ahí no hay aliados, si se os acercan hasta menos de un metro de distancia, dad el primer golpe, demostrar quién esta al mando o lo harán ellos.

El oficial se fue, dejando a Pedro tirado en el suelo. Mientras, los reclutas presentes se iban a sus respectivos barracones pero Juan, Jorge, Rodrigo y Lenia corrieron hacia Pedro para ayudarle, el oficial se giró y les preguntó:

- ¿Sois su patrulla?- los reclutas asintieron mientras intentaban que Pedro se levantara. El oficial les dijo:

 -Saldréis por la mañana-

            


  






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