Bloody Bella

Disculpas

Las lágrimas hacían difícil mi conducción, acompañadas por las densas gotas de lluvia que caían incesantemnente sobre mi parabrisas delantero. Pasaba las señales de tráfico borrosas en dirección a la casa de Charlie. Lo único que quería en ese momento era encerrarme en mi habitación y llorar sobre mi almohada durante horas, como si fuera una niña pequeña. ¿Cómo podían haberme afectado tanto sus palabras? Porque lo amaba, estaba tan enamorada de él que dolía. Sentía una opresión sobre el pecho que dificultaba mi respiración entrecortada con los sollozos. Justo en el lado en el que se encontraba mi corazón roto. Después de un camino lleno de difilcutades por el temporal tan característico de Forks, llegué a casa. Aparqué mi Chevrolett de mala manera a la entrada, pero no me importaba. Subí las escaleras a todo prisa, llegué a mi cuarto y me tiré sobre la mullida cama de sábanas azules, mánchandolas de lágrimas. No se cuanto tiempo estuve allí, inmovil, con la cabeza hundida en la almohada como bien había predicho que haría. Pero en una de esas horas marchitas, me quedé dormida.

Una vibración hizo que me despertara y la caracterísitica canción de Apple me indicó que se trataba de mi movil. Abrí mis ojos, secos por fin y miré la pantalla. Rosalie. Hablar con ella me animaría.

-Hola, Rose-saludé nada más pulsar el botón de "responder".

-¿Dónde estás? ¿Sigues en clase? El entrenador Meyers está loco o qué le pasa-preguntó extrañada. Giré mi cuello y vi la hora en el reloj que se encontraba en mi mesilla. Los grandes números verdes marcaban las 5:40 pm. Las clases se habían acabado hace diez minutos.

-Me he saltado educación física. Estoy en casa-le confesé.

-¿Qué? ¿Te fuiste con los tres mosqueteros a tomar cerveza?-me preguntó sorprendida.

-No no, no se trata de eso. Solo qué... no me encontraba bien y me vine a casa-eso era verdad en cierta parte.

-Bella, aprende a mentir. Te conozco demasiado bien, tienes la voz ronca, has estado llorando. ¿Qué ocurre? ¿Es por él?-me contestó preocupada. Suspiré abatida.

-Sí, es por él-contesté sabiendo perfectamente a quien se refería.

-¿Qué ha hecho ahora mister universo?-preguntó con tono burlón, lo que me hizo reir.

-Es largo de explicar. Mejor te lo cuento mañana-le dije.

-Está bien. Pero escúchame bien, eres una chica fuerte y valiente. No debes llorar por un tío y menos por un estúpido como Edward Cullen, ¿me has entendido? Como te vuelva hacer llorar se las verá conmigo. No hace falta que te diga que Alice y yo estamos aquí para todo, ¿verdad?-me consoló mi mejor amiga. Solo de imaginar a Rosalie plantándole cara a Edward empezaba a reir.

-Lo se, Rosalie y no sabes cuanto os lo agradezco. Os quiero-le respondí.

-Y nosotras a ti, Bells. Pero, ¿recuerdas que hoy nos recogías tú?-me dijo.

-Oh, mierda, se me había olvidado. Esperadme, en cinco minutos estoy allí-contesté levántandome de la cama y buscando las llaves de mi camioneta.

-Tranquila, no te preocupes. Avisaré a Emmet. Espero que se de prisa porque con la que está cayendo no aguantaremos mucho sin paraguas-me detuve en seco, dejando de buscar las llaves.

-Se me está empezando a encrespar el pelo, voy a parecer una oveja-escuché la debil voz de Alice chillando por detrás de Rose.

-Ok, pero si el señor Newton os regaña por llegar tarde decidle a que ha sido mi culpa-le dije.

-Te tomo la palabra. Voy a llamar a Emmet, Bella, nos vemos mañana-finalizó Rosalie antes de que su voz se perdiera y la linea comunicara, indicando que había colgado. Alice, Rosalie y yo trabájamos por las tardes en la pequeña cafetería (que intentaba imitar al Starbucks, aunque no lo conseguía) del padre de Mike Newton. Trabájamos lunes, martes y miércoles. No cobrábamos mucho pero era un dinero que nunca venía mal. Hoy les tocaba hacer el turno a ellas. Tenía suerte, hoy no era una de mis mejores tardes. Pero las he tenido peores. El teléfono volvió a sonar y lo cogí sin nisiquiera mirar de quien se trataba, convencida de que era Rosalie otra vez.