Chocolate Caliente

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Vale, Edward confiaba en mí. Eso era un paso importante. No podía negar que en la fiesta había pasado algo, con o sin alcohol consumido, Edward sentía algo por mí. Quizá por ahora no quisera admitirlo, ni yo iba a preguntárselo, pero en estas semanas lo haríamos cambiar de opinión, ese era el plan que tenía hecho con las chicas. Acerqué el borde de la taza de cerámica a mis labios, disimulando el estado de insimismamiento en el que me encontraba, y bebí tres cortos tragos. Me sentía un poco nerviosa, los profundos ojos de Edward observaban todos mis movimientos con todo lujo de detalles. Cuando separé la taza de mi boca, sonrió de manera infantil y de sus labios se escapó una musical y perfecta carcajada.

-¿Qué es tran gracioso?-le pregunté sonriéndole de vuelta.

-Te has manchado de chocolate el labio superior-me contestó en un susurro, poniéndose serio de pronto. ¿Qué? ¿Tenía un bigote de esos típicos que te salen cuando bebes leche o chocolate caliente en este caso? Madre mía, que vergüenza. Era consciente de que me pasaba muy a menudo, solía ser el Christmas que mandaba mi abuela todos lo años cuando yo era más pequeña, pero que me pasara delante del chico por el que supiraba era tan bochornoso... Mis ideas se congelaron junto con mi cuerpo cuando Edward alargó su brazo y cautelosamente pasó su dedo pulgar por mi labio, llevándose con él los restos de cacao, de manera suave y lenta. Cuando se llevó el dedo a su perfecta boca y lo lamió se me creó un nudo en la parte baja de mi vientre y sin poder evitarlo, un leve gemido se abrió paso entre mis labios. Edward acarició mi cabello y me cogió de la nuca, acercando poco a poco su rostro al mío. Oh Dios, iba a besarme. Cerré los ojos y esperé ansiosa a que sus labios acariciaran los míos. Sentía su respiración muy cerca de mi rostro, faltaba escasos milímetros para que por fin nuestros labios se convirtieran en uno solo, entonces...

Unos golpes en la puerta me hicieron dar un respingo. Alguien estaba llamando. Joder, ¿quién podía ser tan inoportuno? Alice o Rosalie, pensé al instante.

-¡¿Quién es?!-preguntó un malhumorado Edward, que ya se había separado de mí, aunque pemanecía sentado en el sofá. Obtuvo tres golpes de respuesta.

-Ya voy yo-le dije, levántadome de forma perezosa del sofá, separándome de la cercanía de su cuerpo. Caminé hacia la puerta, agarré las llaves y las giré, abriéndola. Deslicé el picaporte entre mis dedos y abrí, con cara enfadada y con la boca abierta, a punto de decirles unas palabras nada amistosas a mis amigas. Pero cuando la puerta se abrió y dejó ver quien era la persona que se escondía detrás de ella, mis palabras desaparecieron de mi mente y no supe que decir. Jacob Black se encontraba de pie, mirándome con ojos asustados debido a mi expresión facial. Me dio pena y cambié rápidamente mis facciones, transformándolas en una sonrisa educada.

-Buenas noches, espero no haberte despertado-me saludó con un leve sonrojo en las mejillas. Era muy tierno, parecía un niño pequeño.

-Oh, no te preocupes, ni siquiera me había puesto el pijama. ¿Necesitabas algo?-le pregunté con una cálida sonrisa.

-He encontrado esto de camino a las tiendas. Es tuyo, ¿no?-me preguntó mientras sujetaba el colgante con mi nombre que mi padre me regaló cuando cumplí trece años.

-Sí, es mío. Creo que no hay ninguna otra Bella en esta excursión-le dije en tono divertido. Jacob era un poco tonto, ¿de quién iba a ser el colgante con el nombre de BELLA a parte de...mmm... a sí, de Bella?

-Oh, claro, tienes razón-me contestó avergonzado.

-¿Donde estaba?-le pregunté, tapándome el torso con los brazos, la puerta abierta dejaba entrar un aire helado nada agradable.

-Lo encontré en el suelo cuando iba a mi tienda, así que lo cogí y le dije al señor Hilton si podía venir a traertélo. Y aquí estoy-me dijo riendo y dejando ver sus perfectos dientes de un blanco deslumbrante. Le sonreí, su sonrisa era muy contagiosa.

Bloody BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora