Trece

52 4 0
                                    


13

—¡Hola!— Saludas algo agitad@.
—¿Estabas haciendo el aseo?
—Sí...¿Cómo lo sabes?
—Tus Jeans tienen manchas de manos.

Miras tus pantalones. ¡Es cierto! Debiste limpiarte en ellos sin darte cuenta. ¡Qué vergonzoso!
—¡Oh! Lo siento. Enseguida me cambio.
—¡No es necesario! Estás en tu casa después de todo, puedes andar como quieras.
No quieres verte así para ella.
—No, de verdad. Me cambiaré.
—De acuerdo...— Se quedan callad@s unos segundos.— Eeemm...¿puedo pasar?
—¡Ah! ¡Claro! ¡Claro!— No sabes muy bien qué hacer, nunca antes habías recibido una amiga en tu casa...Una amiga...¿Jessica ya es tu amiga? ¿Ya pueden considerarse así? Te haces a un lado para permitirle el paso y luego cierras la puerta tras de ella.

14

—¿Ya terminaste de limpiar?— Pregunta Jessica.
—Sólo me falta trapear.
—¿Puedo ayudarte?
—No hace falta. Terminaré con eso luego.
—¿Estás segur@? Por mí no hay problema.
—Sí. Iré a cambiarme y luego empezamos con tu tarea.
—Muy bien.

L@s dos suben al segundo piso.
—Espera aquí un poco, iré a mi cuarto—. Le pides.
—Sí—. Responde— Oye, ¿esta/e eres tú?— La escuchas decir.
Giras tu vista y la ves tomando tu foto de preescolar, la que tu mamá tiene en un buró de la estancia.
—¡Es-espera! ¡No la veas!— Te acercas a ella rápidamente y tratas de arrebatarle la foto, sin éxito, pues la chica reacciona de igual modo y se aparta de ti, alzando la fotografía.
—¿Por qué no?— Intentas tomarla de nuevo.
—¡Es vergonzoso!— Ella se mueve otra vez. Empezando un juego del "Gato y el ratón" por la imagen.
—¡Oh, vamos! ¡Estoy segura de que te ves muy lind@!— La muchacha ríe, pero a ti no te parece divertido, sólo quieres evitar que vea la/el bodoque que solías ser. Finalmente haces un movimiento veloz y logras arrebatarle la foto. —¡Hey, quiero verla!—La joven te obliga a dar una vuelta y a alejarte sin ver tus pasos, por lo que accidentalmente pisas el borde de la cubeta con agua, provocando que caigas y que el recipiente se volteé dando como resultado que termines en el piso, con la espalda baja, el trasero, las piernas y las manos mojadas.—¡Ah! ¡Lo lamento!— Exclama Jessica, llevándose una mano a la boca.—¡No era mi intención!— Enseguida te ayuda a levantarte.— ¡Lo siento!
Aprovechas el momento para arrugar la fotografía y arrojarla lejos.
—E-está bien...fue un accidente...
—¡Ahora definitivamente te ayudaré!
—Bueno, definitivamente ahora debo cambiarme...
—¡Sí, sí! ¡Ve! Yo secaré esto.
—De acuerdo...

Vas a tu cuarto y una vez cambiad@ y sec@ vuelves a la estancia, en donde tu invitada seca el piso con el trapeador.
—Disculpa otra vez...—Dice apenada.
—No es nada. Déjame seguir a mí.
—¡No! Yo lo tiré, yo lo limpiaré—. El líquido se extiende y cubre una parte considerable del piso.
—Eres mi invitada...
—Ya dije.
Parece ser terca. Suspiras.
—Te ayudaré entonces.
—¡Que no!
No le prestas atención y bajas por un segundo trapeador, sólo que este es algo viejo. Una vez que estás arriba y secando, la chica ya no hace objeción.

15

Luego de terminar de limpiar, amb@s se sientan a la mesa de la estancia. Jessica sigue con su cara de preocupada.
—Oye, en serio, no fue nada; no te preocupes—. Tratas de hacer que se olvide del asunto. Pero su expresión no cambia.— Empecemos ya con tu tarea.
—De acuerdo...
—¿Cuánto avanzaste?
—Lo que pude.
—¿O sea...?
—Un poco más de la mitad.
—¡Eso es muy bueno!— Te preocupaba que tu madre tuviera razón y que la rubia quisiera que le hicieras sus deberes.
—¿En qué parte te quedaste?
Tu invitada saca sus libros y libretas de su mochila.
—Aquí...— Comenta, abriendo un libro y señalando una de sus secciones.

Terminaron rápido, pues tus conocimientos de historia son extensos.
—¿Te lo aprendiste?— Preguntas.
—¡Sí! Tu método es muy bueno,incluso podría asegurar que estoy lista para tomar un examen.
—¿Crees?
—¡Sí! Por cierto, ¿crees que el profe de historia quiera hacer uno pronto?
—No lo creo, además, si planeara hacerlo nos daría una guía perfectamente detallada para estudiar—. Su maestro suele dejar mucha tarea, pero agradecen en tiempo de exámenes, pues es bastante generoso al respecto.
—Cierto.
—La que no creo que tarde mucho en hacernos una prueba es la de matemáticas.
—¡No! Eso sí da miedo—. Exclama la chica, con preocupación.
—No es tan difícil.
—Eso lo dices porque eres un/a genio.
—No es verdad. Las matemáticas se vuelven fáciles una vez que las entiendes.
—A mí me cuestan mucho trabajo. No suelo reprobar, pero nunca paso de un 7.5

AnormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora