ADOLESCENCIA

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  Adolescencia (+18)
Por: Kwon Mina
(Kirari Ai)

Abro los ojos ante el trino de los pájaros en la mañana. Hoy es el día...El día en que mi querido hermano, Siwon, se marcha. Me levanto sin ánimos, con mirada triste me quedo estática en un punto fijo del suelo. El cielo se ve apagado, casi gris a mi parecer. A pesar de que no es la primera vez que se va, me resulta especialmente difícil aceptarlo ahora.
Somos huérfanos, vivimos en un orfanato desde que tenemos memoria. Nos encontraron a ambos cuando bebés. Dicen que Siwon se hallaba sentado bajo un árbol conmigo a su lado, yo en una canasta. Estábamos sucios y hambrientos, al menos yo, pues mis llantos fueron los que guiaron a las madres religiosas hasta nosotros. Siwon dos años y yo uno, o eso decía la nota que sostenía mi hermano en su mano. Lo cierto es que ni siquiera sabían si éramos hermanos o no, era lo más probable y nos criaron como tales.
—Sooyoung—. Tocan a mi puerta—. Despierta, hay que servir el desayuno.
—Ya voy, madre—. Aviso a la mujer mayor.
Mi trabajo es atender a los niños en el orfanato. Ya que nuestros ojos rasgados y marrones son demasiado diferentes a esos ojos redondos y azules de la gente del lugar, mi hermano y yo nunca fuimos adoptados. He visto gente como nosotros, pero no son más que esclavos, al menos sé de dónde venimos. Nuestros padres debieron ser esclavos y para evitarnos un destino tan triste como el suyo no tuvieron otra opción más que abandonarnos. Está bien, nos dejaron con buenas personas, no nos ha faltado nada en la vida hasta ahora. A mis 17 años todo sería perfecto si no fuera por aquel joven que está a punto de irse.

Es extraño, a lo largo de mi vida he visto gente ir y venir, niños y madres a las que quería y realmente ninguno me ha afectado tanto como esas veces en las que Siwon se ha marchado. A pesar de que sé que él vuelve luego de un tiempo, cada que se va puedo sentir un inmenso vacío en mi pecho. Mi hermano se va a trabajar para un rico comerciante, a veces a sus sembradíos, a veces a viajes para vender sus productos.
Al menos Siwon se la pasa de maravilla, lo sé por todas las aventuras que me cuenta. Se volvió alguien muy sabio y experimentado por tanto viajar. De verdad lo admiro.
Él es una persona increíble, atlético, listo, amable y muy guapo. Al pensar en esto siento un poco de vergüenza. A pesar de ser su hermanita, me da pena. Parecen pensamientos de novia. Sonrío ante la idea. Qué cosa tan rara sería esa.
Regreso a la realidad y comienzo a cambiarme.

~~~

En el comedor ya todos los niños se encuentran sentados. Recibo saludos y buenos días por parte de cada persona que me cruzo.
—¡Sooyoung!— Me llama Hanna, una niña de 5 años, mientras llevo los manteles para la mesa.
—¡Hola, Hanna!— Respondo.La pequeña se acerca a mí y levanta sus labios para darme un beso. Yo me agacho y lo acepto en mi mejilla, aún cargando las telas.
A la par que acomodo los manteles, varios niños me dan besos para empezar bien la mañana.
Cuando coloco cada porción de tela, cuento a los infantes. Deben ser 24.
20...21...22...Hay dos espacios vacíos.
—Hanna, ¿dónde están Tina y Avan?— Aprovecho que he dado ya vuelta a la mesa y le pregunto a la niña por sus compañeros faltantes.
—Se fueron juntos al baño.
—Madre Eliza, voy a buscar a Tina y Avan—. Le aviso a una de mis superioras, quien lleva los primeros platos del desayuno.

Salgo al patio, donde se hayan las letrinas del baño. Ya conozco a esos dos, así que no los llamo, pues si lo hago no dudarán en jugar a las escondidas para hacerme buscarlos. Me acerco a los sanitarios y soy capaz de oír a los niños hablar entre risas.
—¡No!— Exclama Tina, divertida. Avan también parece disfrutar lo que sea que están haciendo.
—¡Déjame ver!— Pide el pequeño—. Yo ya te enseñé el mío.
Me asomo hacia el interior de los baños, pero no los veo. Me doy cuenta que sus voces vienen de detrás de la construcción, en el pequeño espacio vacío que el pasto reclamó.
—Bueno, pero poquito—. Accede finalmente la niña.
Doy un cuarto de vuelta a los sanitarios y me asombro sobremanera al descubrir a los infantes.
Están desnudos, con su ropa tirada en el suelo. Avan se encuentra en cuclillas, con el rostro en dirección a la parte íntima de Tina y esta está de pie, con sus manos cubriendo su feminidad, pero dejando una pequeña abertura para que el niño sea capaz de ver.
—¡Niños!— Grito enseguida. Los pequeños voltean a verme asustados—. ¿¡Qué hacen!?—Se congelan—. ¡Vístanse!— Los niños reaccionan lo más rápido que pueden, las lágrimas comienzan a salir de sus ojos—. ¿¡Por qué estaban desnudos!? ¿¡Quién los puso a hacer eso!?—Los infantes terminan de ponerse nuevamente sus prendas. Me ven con mucho temor, al mismo tiempo que se hacen aún más pequeños frente a mí—. ¡Respondan!
—¡Fue Avan!— Tina delata a su compañero, lo señala con el dedo de una mano y con otra aprieta fuertemente su delantal—. Él me dijo que quería ver.
—¡Avan! ¿¡De dónde sacaste esa idea!?— Grito.
—Es...que...— Trata de hablar entre sollozos—. Ayer...e-estaba en el baño y...
—¿¡Y!?— Le exijo que continúe.
—Quería saber si Tina también tenía ese pedacito de carne colgando entre las piernas.
Abro mucho los ojos.
—¡Niño grosero!— Voy hacia ambos huérfanos para jalar sus orejas, ellos lloran más fuerte, pero no se resisten mientras los obligo a caminar directo al comedor—. ¡Esperen que le diga a las madres! ¡Vayan a desayunar!— Los suelto unos segundos después.
Si voy a hablar con las religiosas superioras debo calmarme, qué falta de respeto sería llegar con mis gritos y exageraciones.
Trato de despejar mi mente del impacto. Me siento ofendida en cierto punto. ¿Qué depravado pudo meter tales ideas en unos niños de 6 años? Aunque...Avan dijo que fue simple curiosidad...Además, nosotros no hablamos de esos temas aquí.
Los niños se veían realmente confundidos, ni siquiera saben qué hicieron mal...
Tenemos a los huérfanos bastante vigilados, nadie pudo haberles dicho cosas sucias. A esa edad yo tampoco sabía nada al respecto y estoy segura que a comparación de las monjas aquí, sé más al respecto sobre...sobre...se-sexo.
No debería, no está bien, pero a veces; cuando voy al pueblo me gusta comprar libros y en ciertas ocasiones me he topado con novelas eróticas. No puedo negar que me gustan, son bastante interesantes y he aprendido mucho con ellas, pero si mis superioras llegaran a descubrir esos pervertidos relatos no me imagino mi castigo.

AnormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora