5-Claustrofobia

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El pasillo la conducía hacia el final, las luces titilantes eran estrellas y luciérnagas, se sentía parte del viento, podía volar

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El pasillo la conducía hacia el final, las luces titilantes eran estrellas y luciérnagas, se sentía parte del viento, podía volar. Abrió los brazos para abrazar al mundo oscuro y fundirse en él, las luces del final brillaban con una hermosura indescriptible, corrió hacia ellas.

Mel ¿a dónde vas?

La voz resonó en su cabeza y se detuvo.

Nia, ¿qué está ocurriendo?

Los ojos de la pelirroja destilaban agonía, su hermoso cabello ahora estaba sucio al igual que su bata azul.

—Mel —pronunció con su voz frágil y aniñada.

Ella se acercó, jamás había visto unos ojos tan perdidos. Nia la miró un instante sin pestañear y una lágrima negra rodó por su mejilla.

—Sálvame —susurró.

Mel estiró un brazo para tocarla pero sus dedos únicamente encontraron el cristal, las lágrimas negras de Nia eran un líquido viscoso y brillante que se deslizaba por sus pálidas mejillas.

—Sálvame —volvió a repetir en tono agónico.

Mel colocó ambas manos en el cristal, lo golpeó con todas sus fuerzas pero no logró hacerle un solo rasguño.

—Sálvame —La voz de Nia se hacía desesperante y resonaba tan fuerte y aturdidora como la de un alma en pena.

— ¡Sálvame!

Vas a morir.

Vas a morir.

Intentó buscar una salida pero todo lo que tocaba era cristal, la sangre se heló en sus venas cuando comprendió que estaba encerrada. Tragó fuertemente temiendo lo peor, Nia lloriqueaba y seguía pidiendo auxilio pero ella ya no la escuchaba, bajó con miedo la mirada y entendió que también estaba parada sobre un piso transparente, todo el edificio había desaparecido, la ciudad se veía diminuta desde la azotea de un rascacielos.

Se sintió atrapada, perdida, estaba asustada sin saber qué hacer, su pecho subía y bajaba rápidamente la sensación de vértigo aumentaba cada segundo, dio un paso atrás y su espalda chocó contra el cristal.

—No —balbuceó —. No.

Las estrellas se apagaban lentamente y en la oscuridad se dibujaron un par de ojos esmeraldas.

—No grites o disparo.

Encuentra al líder

—No —Se atusó el cabello con las manos, aquello no podía estar sucediendo —, ¡NO!

El clic del gatillo al accionarse la hizo enloquecer, la bala perforó su jaula que empezó a desmoronarse en mil pedazos.

Caería.

SOLITARIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora