Un movimiento en la oscuridad le llamó la atención, quizá se trataba de una rata o un lobo. El interior estaba tenuemente iluminado por los rayos del sol, pero si caminaba más a profundidad solo encontraría oscuridad. Colocó otro pie en el eslabón ascendente ignorando los carteles viejos y oxidados que recitaban palabras de advertencia.
Peligro.
Riesgo de radiación.
Manténganse alejado.
Esperaba no equivocarse y que aquel realmente fuese un lugar limpio, de lo contrario, había firmado su sentencia de muerte. En menos de cuarenta minutos sus órganos empezarían a derretirse como mantequilla sobre una tostada provocándole una muerte lenta y dolorosa de la que no podría escapar.
Tragó fuertemente, volvió a sacar el gaussimetro y comprobó los niveles de radiación, aún estaban por debajo de los 0,6 mSv, suspiró aliviada.
Al colocar un pie en el último escalón la recibió el olor a putrefacción y encierro, tosió y sus ojos se llenaron de lágrimas producidas por el asco que le provocaba la fetidez de la carne en descomposición mezclada con el óxido.
Sus sentidos entraron en alerta ante el más mínimo ruido, encendió la linterna con rapidez y apuntó hacia la negrura. La luz LED solo le permitió ver una escena desgarradora y desolada; varias tiendas de souvenirs saqueadas y deterioradas con el paso de los años y un manto de vidrios rotos cubriendo el piso mugriento, pegadas a las paredes reposaban varias lámparas recargables que emitían una luz apagada que parpadeaba a intervalos regulares.
Entrecerró los ojos preguntándose cómo era posible.
Apuntó la linterna hacia la oscuridad más densa y se encontró con los rieles oxidados del tren y sobre ellos el cadáver de un lobo salvaje.
Contuvo un pequeño grito, el cuerpo del lobo estaba tieso y uno de sus costados había sido devorado quizá por otro animal más grande, podía ver sus costillas sobresaliendo de su carne podrida y los gusanos blancos haciendo festín en ellas.
Se tapó la boca con el antebrazo para evitar seguir respirando la hediondez del ambiente, caminó un poco más y se percató de una luz mortecina que provenía del final del túnel.
¿Qué había más allá?
Saltó hacia los rieles y caminó con precaución siguiendo la luz de la linterna, escuchó un crujido y apresuró los pasos, la luz del final se iba haciendo más visible y los sonidos de pisadas fuertes sobre el acero más reales.
¿Lo vivía o lo soñaba?
La luz era solo un pequeño haz que se colaba a través de una gruesa pared negra. Algo bloqueaba la salida.
Se acercó y notó que la pared en realidad era una montaña de enormes rocas y chatarra, colocó una mano sobre los escombros y juró escuchar una vocecilla proveniente del otro lado.
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SOLITARIOS ©
Ciencia FicciónUcrania, año 2078 Mel despierta en un hospital sin recuerdos de su vida pasada, según los médicos que la atienden sufrió un accidente de tráfico donde murió toda su familia, pero ella sabe que algo no encaja. Cada noche en sus sueños...