Capitulo 8
Bebe Alexandra
Creo que soy una de las pocas personas en este mundo que en realidad puede admitir que tuvo una infancia preciosa. Era una bebe de ojos azules, tan pálida como la vainilla y tan dulce como la miel.
Aunque mis comienzos no fueron del todo agradable para mis jóvenes padres. Yo era <<soy>> enfermiza y solía tener muchos ataques de diarrea, no dormía durante las noches y lo que hacía era aullar.
—Yo creo que nos cambiaron a la niña —Solía decir mi hermana
—Ay por Dios Lour...
Una de las historias que más me hace gracia, es que cuando llegue a casa de la clínica, tendía a tener el estomago excesivamente flojo. Y, mi mamá preocupada hasta los nervios no sabía qué hacer conmigo.
—Tranquila negra —decía mi papa— eso es que esta somatizando, nada más
E iba muy orgulloso a cambiarme el pañal, con circo, maroma y teatro. Ha los cinco o diez minutos yo con mi angelical cara hacia una mueca avisando que ya me había ensuciado nuevamente.
—Oh no hay nada de qué preocuparse —decía mi papá nuevamente— esta somatizando
Después de la decima cambiada de pañal mi papá ya no estaba tan confiado de mi.
—Yo creo que me tiene arrechera negra —dijo
—No por Dios, ella te quiere mucho
— ¡Volverme loco es lo que quiere!
Yo imagino escucharlos comentar desde mi cambiador cuando se me ocurrió hacer mi mueca otra vez:
— ¡Coño Alexandrita me tienes nervioso! —Hora de las lagrimas— ¡¿Cuánto más tienes tu dentro de ese culito niña?!
Y por arte de magia esa fue mi última mueca esa semana. Honestamente pienso que en mi inocencia me gustaba verlos corriendo y nerviosos, preocupándose por mí. Nada que un buen regaño no solucionara.
Luego del divorcio de mis padres, según mi hermano los fines de semana él tenía la brillante idea de llevarnos a la playa, nos quedábamos en la casa de mi tía Elsa. A ver, estudiemos la situación, bebe enfermiza con el estomago flojo + playa en la guaira + mucho sol = (?)
Sip hasta yo lo vi la primera vez que me contaron esa historia, jejejjeeje.
El nos busco un viernes en la casa y el sábado fuimos a una de las playas de la Guaira, ahora no recuerdo el nombre, pero mi querido Goofy nos llevo a mi hermano, hermana, prima Mariely y a mí.
En algún punto antes de llegar a la playa comimos algo en el camino, ahora bien mientras mi hermano y papá estaban sentados en la arena, me veían caminando de aquí pa' allá, de allá pa' acá y así... a todas estas detrás de mi venia dejando un caminito de diarrea, cuando papá se levanta a recogerme del suelo y me carga en brazos, la niña estaba encendida en fiebre. Néstor dice que estaba morada.
Y a este punto noto un patrón en mis padres, Malibu del que eran dueños, Malibu que dejaba los cauchos pegados en alguna emergencia.
El cholazo que pego me cuenta mi hermano casi levanta al auto en dos. Corrieron a la casa de mi tía Elsa para que me atendiera. Y mi pobre papá solo podía llorar.
—Coño Alexandrita no te me mueras —decía llorando— ¡mi hija! Se me va a morir mi muchacha
Me da un dolor pensar en que en esa época mi papá se preocupara tanto por mí y estuviera tan indefenso ante la idea de perderme... todo padre debe estremecerse ante esa idea ¿verdad? La paciencia de mi tía ayudo a tranquilizarlo y al día siguiente la fiebre desapareció y pudimos regresar a nuestras vidas.
Años después a eso de mis dos años de edad ya mis problemas estomacales no eran un problema en sí. Pero algo que recuerdo con mucho cariño es que incluso de pequeña, era fan de la lucha libre. Ósea esos hombres en speedo que se golpeaban con una silla de metal y saltaban sobre sus rivales desde una esquina del ring.
Resulta que para comienzos del noventa y cuatro, en Latinoamérica se había hecho muy popular Chris Chavis, AKA El indio Tatanka. Y cada domingo de forma religiosa mi hermano, mi papá y yo nos sentábamos a ver la lucha esperando que apareciera con su penacho tradicional saltando al ritmo de los tambores.
Ahora bien, ese hombre aparecía en pantalla y mi papá comenzaba a cantar: Tatanaka, Tatanaka,Tatatata tatanaka. Y su servidora en pañales caminaba al ritmo de la melodía en pañales.
Un día en específico entro mi mamá a la sala cuando yo estaba bailando.
— ¡Mira negra! Tatanaka tatanaka
Y aparecí yo entre los muebles danzando torpemente de un lado al otro al ritmo de la canción. Mi mamá probablemente habrá estallado de azúcar y corrido a abrazarme.
Años más tarde esa carrera a abrazarme continúa <<y yo a ella>>. Esa relación que tengo con ella supera el paradigma de peleas maternales, siempre he sido muy unida con ella, es mi mejor amiga. De hecho, yo digo con frecuencia que soy un tumor de doscientos setenta y seis meses para esta altura. Jajajajaja
La ultima historia que quiero contar es acerca de un fracaso. Fracaso que me enseño muchísimo, en especial del amor familiar. Y para entonces solo contaba con seis o siete años de edad.
En el colegio donde estudiaba, el curriculum de educación física, siempre y digo SIEMPRE fue excelente. Teníamos a la mejor profesora de acondicionamiento físico que podía existir, Mildred. Yo le tenía pánico aquí entre nos. Pero... a pesar de todo eso me hubiese gustado ser algo más que la niña sentimental.
Ese día el colegio había organizado una especie de juegos, imagino que sería por la semana del colegio o Dios sabe por qué. El caso era que teníamos que dar una vuelta por el polideportivo y el que ganara obtenía una medalla y algo << que no recuerdo>> gratis.
Mami estaba ocupada ese día en el trabajo, mi papá ni idea honestamente, pero estaba mi hermano. El fue el que me llevo a la competencia, recuerdo que la profesora nos dijo que fuéramos trotando hasta cierto punto y luego de allí correr hasta el final.
Adivinen que dije internamente, eso mismo. ¡AL DIABLO! Yo ganare esta carrera y por una vez seré la primera en algo. Incluso si no soy buena en esto. << Cosas que pasan por la mente de una niña de siete años de edad cuando toda su vida no ha sobresalido en nada más que en ser sentimental>>
Cuando comenzó la carrera recuerdo haber trotado un poco pero entonces, entre aquellos que iban en frente comenzaron a pasarme y a dejarme de lado. La impotencia se apodero de mi pecho y me vi nuevamente de última, sin resaltar, sin destacar, solo eso que todo el mundo pensaba de mí...
Entonces corrí, corrí y corrí dejando a todos esos monstruos despiadados detrás de mí, mis compañeros imagino habrán abierto la boca cuando desobedecí a la profesora y tome la carrera por mi cuenta. Adelantándolos les saque tanta ventaja como mis pulmones me lo permitieron. Y cuando estaba en la última recta vi a mi hermano en las gradas llorando de la emoción porque por primera vez yo era alguien que había destacado.
Por desgracia, me quede sin aire antes de llegar a la meta. Sin embargo no me importo, continúe corriendo a medio pulmón cuando la primera de mis compañeras me paso y luego otra.
No me rendí, no llegaría de última. Pero estar entre las tres primeras era algo que podía hacer, y a pesar del dolor en la boca de mi estomago, no permití que me pasara nadie mas y llegue a la meta de tercera.
Mi hermano me cargo cuando llegue a la meta y me ovaciono como si hubiera ganado la carrera. Y yo en mi corazón solo sentí una inmensa decepción de mi misma... pero ese abrazo calentó mi corazón que aun hoy me produce lágrimas en los ojos.
No recuerdo o más bien nunca descifre lo que vi en los ojos de mi profesora. No creo que haya sido nada negativo, sino más bien la expectativa de lo que pudo ocurrir...
Después de eso, Néstor me compro un helado y regresamos a casa con una historia más para contar.
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Memorias de una Alpargata
Short StoryBienvenidos a un complidado de historias de aquellas con las que tu familia se burla de ti o tus parientes. Pues si, esta vez entro a escena en este libro y conmigo mi familia ¡Porque soy una gallina! Risas, llantos, Sustos y supersticiones abraz...