11- Soplón

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—Hola...—dije por teléfono.
—¿Qué quieres?—dijo Joseth con un tono molesto.
—Tenemos que hablar—estaba muy nerviosa—tenemos que arreglar todo ésto, no podemos seguir así.
—A mí no me afecta en nada—dijo completamente indiferente.
—Lo sé...—me límite a decir.
—¿Eso era todo lo que tenías que decir?—dijo él.
—No tengo nada que ver con Zacarias. Cuando llegué él ya había matado al tipo, yo no hice nada, ¿qué querías que hiciera?. Yo le dije que no se podía quedar aquí, pero él lo hizo... ¿Joseth?—pregunté preocupada.
—Creó que hablaremos después. Adiós.
Me colgó, y al mismo tiempo con su adiós me sentía terriblemente miserable. No sabía porque, pero apreciaba a Joseth, era él único hombre que se había comportado como un caballero conmigo.

—Agg, ¿qué haces aquí?—le dije molesta.
—Tú siempre con un humor tan característico—dijo Zacarias mientras entraba a mi casa.
—Arruinaste todo con Joseth... ¿a caso sabes cómo me siento?—me senté en el sillón.
—¡Bah!, es un policía Linda, jamás confíes en ellos—dijo mientras tomaba el cereal y lo comía.
—¿Y en ti sí puedo confiar?—le pregunté con cierto tono de sarcasmo.
—Sí, porque pertenecemos al mismo mundo, ¿entiendes?
Me eché a reír, ¿mismo mundo decía?, ¡estaba completamente loco!
—Yo no soy ninguna narcotraficante— le dije con odio. ¿Cómo podía decirme eso?
—No—se levantó y se acercó—pero eres una asesina.
—No soy ninguna asesina—me alejé de él, sentía un gran repudió hacia él. Era un patán.
—¿Entonces quién mató al buitre? Al abuelo....
—¡Yo no fui!—grité.
—Tú dijiste que lo harías. Si estuviste a punto de matar al gordo, matarias a cualquiera.
—¡Lárgate de mi casa!—lo empujé a la puerta—¡Lárgate!
—¡Hey!, arrugas mi traje.
—Ppff.
Me senté en una silla, me sentía terrible, ahora no podría seguir con mis planes. Me acerqué a la ventana, y encendí un cigarrillo de los que Zacarias había dejado, tenía que tranquilizarme.
Cuando inhale el cigarrillo fue horrible, sentí un calor fuerte que pasaba por mi garganta y un sabor amargó. Empecé a toser, ésto de fumar no era lo mío.

Me tiré en la cama, y me perdí en mis pensamientos, tenía que hacer algo.

Un par de minutos después tocaron mi puerta. Debieron de ver como me levanté, me puse de píe en un brinco.
Tocaban la puerta con desesperación, yo no tenía pensado abrir.
—¡Linda!—escuche decir, era ¿Joseth?.
Me acerqué a abrir la puerta, él entró rápido y me miró muy asustado.
—¿Qué pasa?—dije muy preocupada.
—Me...—puso las manos en la cabeza desesperado—me están investigando, Linda. Soy sospechoso.
—¿Qué?—me quedé helada, ¿por qué a él?
—Sí, y no sé porque diablos lo hacen, ¡sin razón alguna!.
—Debimos dejar alguna pista—le dije.
—¡O tu amigo Zacarias es un soplón!.
—¡No!—dije sin pensar—Zacarias es lo que quieras, pero menos un soplón.
—¿Segura?, ¡Me odia!, ¡quiere verme muerto!, ¿no entiendes Linda?—gritó desesperado.
Me puse las manos en la cabeza, no podía creer todo ésto. De pronto, se me ocurrió una salida rápida.
—Lo mataré—le dije a Joseth.
—¿Estás segura?—su rostro dejó ver preocupación.
—He matado a peores, ¿no?—recordé que uno de ellos estaba por matarme, no me preocupaba demaciado. Lo único que temía, era que el maldito de Zacarias resultará ser más listo, ya que él jamás intento pasarse conmigo. —¿Sabes dónde está?.... ¿Quieres que te ayude?—me sorprendió que preguntará eso.
—¿Estás loco?, te están investigando y aún piensas en matar a alguien—se alejó apenado. Era una pregunta muy tonta de su parte.
—Está bien... si pasa algo llámame.
—Todo saldrá bien—dije indiferente, pero en mí interior me sentía totalmente preocupada.
—Pero... ni siquiera es seguro que él lo haya hecho—se estaba arrepintiendo.
—Es obvio, ¿quién más lo haría?, además, es una molestia, ¿o no?—le dije para tranquilizarlo.
—Sí—respondió inseguro.
—Bien—dije.
Caminé hacia mis maletas y tome un vestido lindo. Joseth no hacía otra cosa más que mirarme, me incomodaba.
—¿Qué pasa?—le pregunté con una media sonrisa.
—Nada—dijo. Estaba inmerso en sus pensamientos.
—Creó que será mejor para ti no estar aquí—le dije de lo más amable posible.
—Tienes razón, pase lo que pase cuentas conmigo, ¿ésta bien?—a veces se preocupaba demaciado.
—Sí, lo sé—lo miré sonriendo. Eso lo tranquilizó más y se marchó.

Estaba lista, mi vestido se miraba impecable, elegante y muy blanco.
Mi plan estaba marchando de maravilla, Zacarias vendría en un momento. Le había dicho que mataría al gordo ya, y quería trazar el plan, como era de esperarse, aceptó.

Tocaron la puerta tres veces, mi próxima víctima había llegado.



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