VII

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11 de febrero de 1800

En estos días me he sentido impresionada y nerviosa como si hubiese sufrido una descarga eléctrica.

Ayer por la mañana me encontré con la doctora Jauregui en el pasillo de las habitaciones que ocupo; me saludó muy despacio, deteniéndose un poco, y luego desapareció como si yo le fuera en extremo indiferente. ¿Indiferente...? ¡Pues no le he de ser...! Sólo que, como en el jardín me vio con cierto interés... ¡Cómo se engaña el corazón!

En la tarde, estando sentada junto a la puerta de mi alcoba, haciendo un bordado, vi acercarse a la hija de doña Clara, colocar una silla cerca de uno de los pilares del corredor, frente a mí; abrir un libro y ponerse a leer. Yo seguí agachada sobre mi costura, procurando no darme cuento de su presencia; pero cuando involuntariamente dirigí mis ojos al lugar donde ella estaba, noté que me veía y juzgué prudente alejarme de aquel sitio. Esto lo hice muy a tiempo, porque, minutos después, oí la voz de la señora de Jauregui, que decía a su hija:

-¿Qué haces aquí Lauren?

-Ya lo ves, mamá; leer.

-¿Pero, en este lugar?

-Como en cualquier otro. Estoy esperando a Taylor para leerle una cosa muy interesante que tiene este libro y la chica no me ha visto, porque siempre viene a reunirse conmigo cuando me ve leyendo.

-Taylor anda visitando a dos de sus amigas.

-¿No está en casa?

-No.

-Entonces, la espero en vano.

Y el ruido de sus pasos me indicó que se alejaba.

Entretanto, doña Clara se acercó a mi habitación y dijo en voz alta:

-¿Dónde está usted señorita Cabello?

No quise responderle inmediatamente y ella repitió su pregunta.

-Aquí estoy señora – le contesté, levantándome del sofá y poniendo sobre una silla el bordado que tenía en mis manos.

-La he llamado dos veces.

-Dispénseme; no oí la primera. Pero pase y hágame el favor de sentarse – añadí, viendo que permanecía de pie en la puerta, sin avanzar.

-Gracias- dijo.

Noté que me examinaba atentamente; quizá no viendo en mí ninguna emoción, su mirada dura se suavizó, y tomó asiento.

-¿Estaba ocupada? – preguntó.

-No, señora; tendida en el sofá examinaba este bordado, esperando el regreso de Taylor.

-¿Va a estar ocupada hoy?

-No, señora.

-Es que vengo a decirle que la espero esta noche en la sala.

-Muy bien, señora.

-¿Pero es que de veras irá? Porque, a pesar de mis invitaciones repetidas, no ha ido ni una sola vez.

-No me ha sido posible ir; pero esta noche si iré.

-Bueno, mire que estará, entre otras personas, la novia de Lauren. ¿La conoce usted? Es hermosa, ilustrada y rica.

-No sé cómo se llama, señora.

Y ninguno de los músculos de mi rostro se alteró.

-Y a mi hija, ¿La conoce?

-La vi hace algunos días en el jardín, pero muy de paso... Taylor me acompañaba.

Camila CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora