X

13 0 0
                                    

3 de abril de 1800

Ya he empezado a bordar los pañuelos que doña Clara quiere para su hija y estoy haciendo este trabajo con especial cariño. ¿Por qué? Ese "por qué" es el que no quiero explicarme; pero siento fruición en ocuparme en algo de ella, por más que no sea yo quien le obsequiará.

En una de las esquinas de los pañuelos bordaré un semicírculo completo de violetas, campánulas y palmas, y en medio de éste estarán enlazadas, las iniciales de su nombre. Sin pretenderlo yo, el dibujo tendrá un aspecto un tanto melancólico, si cabe tal calificación en una obra de esta naturaleza.

La primera vez que Taylor me vio bordando los pañuelos, me preguntó que para quién eran, y se sorprendió cuando le contesté que para su prima; pero yo creí conveniente para mí aclararle:

-Doña Clara adora a su hija; haré todo lo posible porque quede satisfecha con el regalo que va a hacerle, cuyo trabajo me ha encomendado.

-¿No es usted?

-¿Yo? No. Tu tía; y no puedo negarle nada, siendo, como es, tan generosa conmigo. No me ha encargado reserva acerca del trabajo, pero creo natural que quiera dar una sorpresa a su hija, por más que la cosa no sea para sorprender.

-¿Qué no es para sorprender? ¡Vaya, mi querida Camila! ¡Qué contenta se va a poner Lauren!... ¡Y cuando sepa que usted bordó los pañuelos, aún más!

-No es fuerza nombre y de hecho prefiero que no lo hagan; no quiero que tú ni doña Clara mezclen mi personaje al hacerle el obsequio.

-¿Por qué?

-Porque no quiero; ya sabes que no me gusta figurar en ciertas cosas.

-Y menos que conciernan a Lauren. Ya he notado eso.

-¿Quieres mucho a la doctora?

-Mucho; como a una hermana.

-Tienes razón en quererla mucho, es muy cariñosa contigo.

-¡Y tanto! Por eso no me gusta verla contrariada.

-¿Y por qué se contrariaría?

-Por muchas cosas. Y usted es la culpable.

-¿Yo? Cada vez me asombras más.

-Dos veces ha tocado usted el órgano con Joaquín.

La niña se detuvo.

-¿Y bien?

-Es que no sé si debo... - dijo como hablando consigo misma.

-Acaba.

Luego, tomando una resolución.

-Es mejor que usted lo sepa ya.

-¿Qué?

-Que Lauren le regaló el órgano.

-¿Ella? – le pregunté, sintiendo algo que no puedo explicarme.

-Ella, sí.

-Pero me ha sido obsequiado en tu nombre.

-No importa. Ella buscó medio de obsequiarla valiéndose de mi tía; por eso la convenció de que debería ofrecérselo.

Me puse pensativa. ¿Por qué se ocultaba de su madre? Por la otra, la novia, por esa debe ser. Y sentí algo peor que celos: indignación dolorosa. Se ocultaba para agradarme: ¿Qué pretende, pues, entonces? ¡Oh, no, Dios mío, no debo ser tan desagradecida que ella se proponga injuriarme, en su propia casa!

-Como que la ha contrariado la confesión que acabo de hacerle... - me dijo Taylor, notando, sin duda, mi actitud molesta.

-No; pero preferiría que fueses tú quién me regaló el órgano.

Camila CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora