Capítulo 6

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"Esa cosa no se parece mucho a ella, ¿verdad?" –declaró Legolas mientras miraban la estatua de Qestari.

Keldarion la observaba concentrado, sin perder detalle.

"No plasmaron bien su pelo. El suyo es hasta los hombros, no es tan largo. Y sus pechos son demasiado grandes."

Mirando de reojo a su hermano, Legolas sonrió.

"¡Mira que fijarte en eso!"

Keldarion lo fulminó con la mirada, pero Legolas no le hizo caso. Riendo con picardía, Legolas saltó al pedestal sobre el que se alzaba la estatua.

"Permíteme mostrarte lo que hiciste esa noche –exclamó y se abrazó a la estructura de mármol. Luego empezó a gemir-. ¡Oh, mi amor! Oh... ¡Oh! Ahh..."

Parecía que salía humo de las orejas de Keldarion mientras observaba el espectáculo.

"¡Bájate de ahí! –gritó, avergonzado, con el rostro cada vez más rojo-. ¡Como no te bajes te juro que...!"

Riéndose, Legolas saltó de la estatua cuando Keldarion intentó agarrarlo.

"¿Sabes, Kel? Creo que tenemos que hacer algo antes de que nos volvamos locos" –dijo Legolas, poniéndose serio de repente.

Keldarion inclinó la cabeza mientras miraba a Legolas, inquisitivo.

"Aparte de contárselo a padre, ¿qué sugieres que hagamos?"

Legolas señaló la estatua con la cabeza.

"Deshacernos de ella."

Con los ojos muy abiertos, el príncipe mayor lo miró con incredulidad.

"¿Quieres decir que la rompamos?"

"Claro. Sería divertido, ¿no? –Legolas crujió los nudillos mientras miraba a la ninfa de mármol-. Esta cosa me da escalofríos."

"Legolas, ¿debo recodarte que la estatua tiene más de dos mil años de antigüedad y es muy valiosa para nuestro pueblo?"

"Lo sé, ¿pero a quién le importa? –respondió Legolas a la vez que empujaba la estatua-. Vamos, Kel. Ayúdame a empujarla. Si nos deshacemos de ella, no tendrás que... eh... hacer cosas vergonzosas otra vez."

Keldarion gimió.

"¿Vas a dejar de hablar de ese maldito incidente? ¡Como no lo dejes, te juro que te ato a un árbol boca abajo!"

"¡Deja de quejarte y échame una mano! –pidió Legolas mientras empujaba-. Pesa."

Poniendo los ojos en blanco, Keldarion cedió. Se inclinó junto a su hermano y apoyó e hombro contra la estatua. Juntos, empujaron con todas sus fuerzas.

Y no se movió ni una pulgada.

"Si nos deshacemos... de esta cosa... ella no vendrá... a seducirnos... otra vez" –dijo Keldarion, jadeando y resoplando por el esfuerzo. Legolas abrió la boca para responder, pero alguien más eligió ese momento para intervenir.

"¡Mis Príncipes! ¿Qué se supone que estáis haciendo?"

Los dos hermanos se detuvieron de golpe, y parpadearon varias veces aturdidos hacia Linden, que acababa de aparecer de repente y los miraba a unos metros de distancia. Había una expresión de asombro en el rostro del comandante, así como diversión y preocupación.

"Preguntaré una vez más, ¿qué estáis haciendo?" –repitió Linden al ver que ambos príncipes seguían mirándolo, sin decir ni una palabra.

"Estamos... uh... ¿haciendo ejercicio?" –dijo Legolas en voz baja.

Keldarion puso los ojos en blanco, mascullando una maldición.

"Eso no era hacer ejercicio –dijo Linden, taladrándolos con la mirada-. Ahora decidme la verdad. ¿Qué estabais haciendo?"

Un poco intimidado por la mirada del comandante, Legolas dio un paso atrás y se escondió detrás de su hermano.

"Díselo tú" –le instó susurrando y dándole con el codo en las costillas.

Keldarion giró la cabeza de golpe para mirarlo.

"¿Por qué yo?"

"Porque eres el mayor" –respondió Legolas, para exasperación de Keldarion.

"¿Y qué se supone que significa eso?" –preguntó.

"¡Eso significa que es tu responsabilidad sacarnos de este lío!"

"¿Ah, sí? ¿Y qué hay de tu responsabilidad?"

"¿Yo? Yo no tengo ninguna."

"Es fácil para ti decirlo pero..."

"¡Sus altezas!"

Keldarion y Legolas dieron un salto en el aire ante el grito repentino del comandante. Después de cerrar brevemente los ojos para recuperar la compostura, Linden dijo:

"Todavía no habéis contestado a mi pregunta."

Sintiéndose muy tonto, Keldarion se las arregló para levantar la cabeza y encontrarse con la mirada de Linden. Dado que era ya un poderoso guerrero, el príncipe era incapaz de recordar la última vez que se había sentido como un niño atrapado con las manos en la masa, para luego ser regañado y castigado por los mayores.

"No hicimos nada malo –respondió Keldarion suavemente-. Solo estábamos tonteando."

Linden se quedó en silencio durante un rato y los observó pensativo y con el ceño ligeramente fruncido. Los hermanos se comportaban cada vez más raro según pasaban los minutos y cuando habían preguntado por su padre esa mañana, Linden había intuido que estaban molestos por algo.

Y cuando además se había pasado todo el día encerrados en la habitación de Legolas, abandonando su entrenamiento diario y sus funciones, el comandante supo que estaba pasando algo muy, muy malo. Así que decidió seguirlos y averiguar qué estaban tramando. Nunca se imaginó encontrarse a los dos príncipes intentando derribar la estatua de Qestari.

"Ya veo" –dijo Linden finalmente.

"Bien –Keldarion agarró a Legolas por la muñeca y tiró de él-. Creo que iban a prepararnos un té, así que será mejor que volvamos al palacio."

Legolas dejó que su hermano lo arrastrara hacia la salida del laberinto y le sonrió a modo de disculpa a Linden cuando pasaba a su lado. Pero el comandante gritó otra vez de repente.

"Ella os ha visitado, ¿verdad?"

Los dos hermanos se detuvieron en seco y se giraron inmediatamente, mirando al comandante con la boca abierta.

"¿Cómo supiste...?"

Keldarion le tapó la boca a Legolas con la mano antes de que pudiera decir más, pero nunca dejó de mirar a Linden.

"¿De qué estás hablando?" –preguntó el príncipe mayor, haciendo caso omiso de su hermano que luchaba para descubrirse la boca.

"Creo que ambos sabéis de lo que hablo, su alteza –dijo Linden con calma-. ¿Os ha visitado?"

"¿Quién?" –le preguntó Legolas después de alejar la mano de Keldarion.

"La ninfa."

Keldarion miró a su hermano menor y Legolas se la devolvió con la misma sorpresa. Luego se volvieron hacia el comandante y le preguntaron al mismo tiempo:

"¿Cómo lo sabes?"

"He vivido más que ambos, mis príncipes. Sé muchas cosas –dijo Linden encogiéndose de hombros y acercándose hacia ellos-. Puedo ver que algo pasa con la estatua y solo se me ocurre una razón para todo este problema."

Keldarion intercambió otra mirada con su hermano antes de suspirar con pesadez.

"Linden, tenemos que hablar."

La Tentación de la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora