Que la furgoneta pareciera grande no quería decir que realmente lo fuera. Dentro estábamos bastante apretados. Nico se había sentado delante con Argos, así que él estaba bien, pero Dora, Leo y yo, no nos encontrábamos precisamente en lo que se suele llamar un "estado de comodidad".
Leo estaba contra la pared, aplastado, y Dora, más de lo mismo. Yo, que estaba en medio, tenía los traseros de ambos encima de la mitad de cada pierna.
- ¿Queda mucho? -dije, ahogando un gemido. Dora acababa de clavarme el codo sin querer. Se disculpó con un susurro.
- Creo que sí -contestó Nico- Supongo que podremos hacer alguna parada para cambiar de sitio.
- Por favor -se quejó Leo. Llevaba todo el viaje muy callado. Le miré de reojo. Era obvio que estaba incómodo. Cada momento se levantaba un poco para no aplastarme la pierna. Tenía la cara roja, supuse que sería por el calor.
- ¿Por qué esta cosa no tiene ventanas? -pregunté. Yo también estaba bastante sofocada.
- Eso me pregunto yo -Dora suspiró. Miraba por el cristal distraídamente. Estaría pensando en su padre, o eso creía. Tal vez, si yo hubiera tenido alguna familia, me habría hecho una idea de lo que prodría estar sintiendo ella.
- Por cierto, tengo que contaros una cosa -anuncié. Decidí que les contaría el sueño. Había pensado en decírselo solo a Nico, pero no tendría la posibilidad de hacerlo, ya que los demás estarían delante. Ahora que estabamos "tranquilos", era el mejor momento. Les relaté mi encuentro con el dios, todo lo que me había contado, y resalté la parte del espía.
- ¿Crees que tiene alguna relación con el verso de la profecía? -comentó Nico- "El trigo y el sol se perderán en el camino". Podría ser ese hijo de Apolo, ¿no?
No había pensado en eso, y la verdad es que era bastante posible. Pero, ¿por qué razón se iba a perder?
- Tal vez -suspiré. Los cabos se iban atando, pero aún quedaban muchas lagunas en la profecía. Al final lo resolveríamos, o moriríamos.
Pasaron unas cuantas horas y paramos en un motel de carretera a dormir. El viaje hasta Filadelfia era largo, tanto que ya habíamos perdido un día, ya solo nos quedaban cinco. Al salir del coche nos estiramos. Tenía las piernas dormidas, y me dolía el brazo de tenerlo aplastado contra la pared en una de las veces que cambiamos de sitio.
- Oh dioses, no pienso subir a ese coche jamás -dijo Leo, gimiendo. Alzó los brazos hacia el cielo, estirando la espalda. Soltó un suave suspiro, y dejó los labios entreabiertos, con los ojos cerrados. Por si no era poco, la camiseta se le había levantado, y se veía la piel morena de su abdomen. Aparté la vista, notablemente sonrojada. No sé por qué me distraía con esas cosas.
- Eh, -susurró Nico a mis espaldas- ¿habéis oído eso?
Los cuatro semidioses nos acercamos y nos colocamos espalda contra espalda, formando un cuadrado, de manera que veíamos en todas las direcciones. Nos mantuvimos en silencio y agudizamos el oído.
Leo sacó de su cinturón porta-herramientas mágico un enorme martillo doble de bronce celestial. Un arma digna de un hijo de Hefesto, sin duda. Nico, por su lado, desenvainó su espada de hierro estigio, y un frío glacial invadió el aire a nuestro alrededor. Dora sacó un cuchillo de oro imperial que era más pequeño que el mío, pero estaba bastante más afilado y relucía con un brillo morado; estaba envenenado. Yo dudé. No sabía si sacar mi daga o la pistola. Era bastante más hábil con el cuchillo, pero todos los demás tenían armas de más corto alcance, así que opté por el revólver, así podría atacar desde lejos, si es que mi puntería me ayudaba.
Recé a Apolo y a Artemisa para que me apoyaran. Sé que son los dioses del tiro con arco, pero no sé, igualmente tienen puntería, con las pistolas también debía de funcionar.
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Millie Curry y Los Dioses del Olimpo (PJO y HoO) [PAUSADA]
General FictionVale, sé que el nombre de esta historia no da muchas ganas de leerlo, pero qué queréis, es el nombre que me puso mi madre, y como soy la protagonista, esto tiene que tener mi nombre, ¿vale? Vale. Soy Millie Curry. Un día llegué a un lugar al que lla...