5. ¿Un nuevo comienzo?

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Daiki caminaba sin rumbo fijo, intentando despejar su mente. Cuando sintió el cansancio de sus pies, se detuvo. Miró a su alrededor para saber a dónde había llegado.

—Era lo que me faltaba —se recriminó a sí mismo.

Inconscientemente, o eso creía, fue directamente al lugar que más recuerdos amargos le traía. Cerca de ese maldito río, donde pronunció las palabras que serían su condena:

<< Ya ni siquiera recuerdo cómo recibir tus pases. >>

Recordaba el rostro de Tetsu; herido, lloroso, triste, e incrédulo. En menos de cinco minutos destruyó cualquier lazo entre ellos. Terminaron las noches de práctica en el gimnasio del tercer equipo, las tardes de paletas de hielo, las pláticas sin sentido, los festivales escolares de locuras, el juego en equipo, los choques de puños... la luz y sombra de la generación de los milagros.

—Pensé que podría recuperarlo.

Tras perder contra Seirin las cosas iban mejorando; volvieron a hablar, le enseñó a tirar, presenció cada partido en la Winter Cup, jugaron de nuevo, recibió sus pases e, incluso, había intentado prepararle algo en San Valentín.

—Ya nada de eso importa —buscó en buen sitio para sentarse. Dejó a un lado el cupido de San Valentín edición limitada que le dio Shintaro (ya no lo usaría) y abrió la bolsa de los chocolates. Los observó detenidamente durante unos segundos: pequeños corazones decorados con líneas de chocolate blanco, seguramente idea de Satsuki que Kise llevó a cabo. Lo mordió, tenía buen sabor y el toque de vainilla se distinguía enseguida, a Kuroko le hubieran gustado.

Sacó otro, planeaba comérselo cuando la imagen de Kuroko recibiendo los chocolates de Kagami invadió su mente. Arrojó el chocolate al río, luego tomó otro para hacer lo mismo, continuó uno tras otro, como si al hacerlo el río se llevará todo su enojo.

Al final, cuando sólo quedaba un chocolate más en la bolsa sintió algo frío recorrerle la espalda. Se levantó enseguida dejando caer la bolsa al pasto, llevó sus manos hacia atrás intentando buscar la causa. Entre su camisa y la piel de su espalda sus dedos atraparon algo, lo sacó, y al verlo sus ojos se abrieron tanto como era posible; un palo de paleta. Dio media vuelta.

—Está prohibido tirar alimentos al río, Aomine-kun —dijo Kuroko con expresión seria. Sin embargo, tenía el rostro rojo, respiración un tanto jadeoso y algo de sudor resbalando por su rostro.

—Tetsu —fue todo cuanto pudo pronunciar. ¿Era una ilusión? No, tampoco estaba tan mal para llegar a esos extremos—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

—No fue difícil, la mente de Aomine-kun es muy simple. Después de hablar con Momoi-san supe enseguida donde buscarte.

¿Habló con Satsuki? Ella no sabía cuándo rendirse, no debió empeorar la situación. Las cosas ya estaban en su lugar aunque no le gustara.

—No debió decirte nada. No tenías que venir, seguramente Kagami se molestará contigo.

—Por supuesto que tenía que venir, tenemos que aclarar las cosas —se acercó a él.

—Ya sé todo. Está bien, Bakagami es un idiota, tiene un carácter fuerte, unas cejas extrañas y come demasiado, pero no es un mal tipo. Debe hacerte feliz.

—Aomine-kun sigue siendo el idiota que conocí. Entre Kagami-kun y yo no hay nada de lo que estás pensando. Únicamente es mi amigo y compañero.

—Pero yo los vi hace rato. Te entregó una caja de chocolates y tú los aceptaste. Correspondes a sus sentimientos —trataba de evitar que sus palabras sonaran a un reclamo.

Kuroko suspiró.

— ¿Has pensado que sólo le estaba sosteniendo la caja para que él pudiera agacharse a amarrarse las agujetas y qué los chocolates fueran para alguien más?

—¿Alguien más? ¿Para quién? —comenzaba a sentirse como un idiota impulsivo.

—Para Akashi-kun —respondió de inmediato—. Kagami-kun planea enviarle los chocolates mañana. Me pidió que lo acompañara a comprarlos; como fui compañero de Akashi-kun creyó que podía ayudarlo a saber cuáles comprar.

Oficialmente Aomine Daiki era el mayor idiota del mundo.

La mente de Daiki estaba en blanco, había sido un malentendido, se precipitó a sacar conclusiones erróneas. No sabía que decir.

—Ahora que aclaramos aquello. Momoi-san me dijo que tenías algo que decirme.

Llegó el momento, debía concentrarse, ordenar sus ideas y sacar valor. Aclaró su garganta.

—Tetsu, te quiero desde secundaria... no me atreví a decírtelo antes. Llegué a lastimarte, pero aún tenemos tiempo de arreglar las cosas. Quiero estar contigo y me gustaría que intentáramos comenzar de nuevo. Jugar juntos, salir, ser novios—las palabras salían de su boca sin detenerse a pensar si tenían sentido. Quería decirle todo de un solo golpe—. Déjame ser tu San Valentín.

El rostro de Kuoko, usualmente inexpresivo, se tornó en uno de sorpresa, acompañado de un leve rubor sobre sus mejillas. Sonrió.

—Aomine-kun, no podemos volver a comenzar —una pausa, que se le hizo eterna a Daiki—. Nunca existió nada entre nosotros fuera de la amistad; en cambio, podemos iniciar algo juntos a partir de hoy. Sin embargo, debes pedirlo adecuadamente. Con chocolates en mano, hincado cual príncipe azul .

Daiki volteó el rostro para ver al río, luego la bolsa tirada en el pasto. Había aventado casi todos los chocolates, sólo quedaba uno y el extraño gran cupido edición limitada. Eran mejor que nada. Giró, se agachó a recoger las cosas, otro giro, caminó hasta estar la distancia adecuada de Kuroko y se hincó sobre su rodilla derecha.

—Kuroko Tetsuya, ¿Quieres ser mi San Valentín y mi novio? —preguntó extendiendo hacia él la bolsa con un solo chocolate y el gran cupido de San Valentín edición limitada.

Fue la primera vez que escuchó reír tan fuerte a Kuroko. ¿Hizo algo mal?

—No sé cómo puedes llegar a ser tan lindo. No te creía capaz de organizar una declaración tan peculiar en una festividad que consideras una completa cursilería. Pedirle ayuda a Kise-kun, Momoi-san y a Midorima-kun, aceptar un peculiar Lucky Item, tener celos de Kagami-kun, cocinar un pastel e inclusive llegar a usar un delantal de corazones por mí —tomó las cosas—. Acepto.

—Satsuki te contó todo, ¿verdad? —se mantenía hincado. Su amiga pudo omitir algunos detalles.

—Lo hizo e incluso prometió enviarme una foto tuya con ese delantal.

—¡Más le vale que no lo haga! ¡No puedes verme así! —se levantó de un salto. Sólo de pensar lo ridículo que se veía con eso puesto provocaba que cambiara de color.

—Seguramente te veías lindo o increíblemente ridículo —depositó un beso sobre la mejilla de Daiki—. Olvidémonos del delantal en este instante.

—Trato hecho —él no se conformaba con un beso tan infantil, además, ya eran novios, podían tener otro tipo de besos. Rodeó a Kuroko por la cintura y lo cargó, con lo liviano que era no representó esfuerzo alguno, para poner sus rostros a la misma altura—. Tetsu, te quiero —atrapó sus labios en un beso.

En el día antes de San Valentín, Kuroko y él ya se habían vuelto novios y tenido su primer beso.

Déjame ser tu San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora