2. Secreto a voces

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El famoso día de San Valentín le estaba ocasionando más problemas de los que imaginó. Por curiosidad, visitó el distrito comercial en busca del chocolate para Tetsuya, entró en la tienda más grande que vio, bajo la creencia de que ahí tendrían el ideal, y apenas puso en pie dentro fue abordado por tres entusiastas vendedoras que no lo dejaron decir ni una palabra. Inmediatamente lo bombardearon con un mar de preguntas: "¿Busca algo económico o más refinado?" "¿Es para su novia o la chica que le gusta?" "¿Chocolate normal, amargo, blanco o envinado?" "¿De producción nacional o importada?" "¿Desea que el chocolate tenga alguna forma o envoltorio en especial?" "¿No le gustaría ver también nuestra variedad de osos de peluche?"

Su cerebro no podía con tanto, dio media vuelta y salió de ahí.

— ¡Joder, qué pesadas! —exclamó molesto una vez se encontró a tres calles de la tienda—. Creo que necesitaré ayuda, no pienso regresar a ese lugar de ni broma, pero, ¿Quién puede tener experiencia en estas cosas?

Sacó su celular de la bolsa de su pantalón para darse a la tarea de repasar su lista de contactos. Satsuki, ella estaba descartada definitivamente, era demasiado peligroso involucrarla; su capitán Imayoshi, ¿alguna vez habría dado o recibido algo en esa fecha?; sus demás compañeros de Too lo interrogarían o en el mejor de los casos se burlarían de él; Akashi, no, tampoco estaba tan desesperado; a Murasakibara no le interesaría y Midorima saldría con alguna rareza relacionada al Oha-Asa. Quedaba una opción más.

—Es él o nada —marcó el número telefónico que restaba. Un tono, dos, tres, en el cuarto consideró que el destino le decía que no era buena idea. Al quinto respondieron.

—¡Aomine-chi~! —La alegre voz de Kise Ryota resonó en sus oídos—. ¡Que sorpresa recibir una llamada tuya! Hace unos días nos vimos, no pensé que me fueras a extrañar tan pronto.

—No seas molesto, Kise. Nadie te extraña. Te llamo porque necesito tu ayuda —fue directo al grano.

—¿Mi ayuda ssu~? —Le costaba asimilar que esas palabras provinieran de Daiki, no era el tipo de persona que pedía ayuda. Menos aún, que todos se la pidieran a él—. Siempre y cuando no tenga nada que ver con tus revistas de Mai-chan, puedes contar conmigo, Aomine-chi~.

Estuvo a nada de colgar el celular. No lo hizo, lo necesitaba. Se limitó a ignorar el comentario.

—Es otra cosa, si fuera posible me gustaría hablarlo en persona. ¿Dónde estás?

—Acabo de salir de una sesión fotográfica cerca de nuestra antigua secundaria.

Quedó en silencio. De nuevo algunos recuerdos relacionados con Teiko llegaron a su mente. Los buenos días en que disfrutaba jugar junto a los demás, y los últimos cuando perdió todo; su pasión por el deporte que le encantaba y a Tetsu. Se sentía como un idiota; cambiar las paletas de hielos que compartían, por la frialdad de la victoria a toda costa.

— ¿Aomine-chi~, sigues ahí? ¿Hola? ¡Aomine-chi! —le habló Ryota cuando el silencio se prolongó.

— ¿Ah? Sí —tenía que concentrarse en el presente—. No estamos lejos. Te veo en media hora dentro del Maji Burger al que solíamos ir, ¿vale?

Kise acepto, se despidió y colgó. Por su parte, Daiki guardo el móvil de regreso a la bolsa del pantalón. Debía ponerse en marcha. Llegó antes de lo previsto, pero todavía no había señales de su ex compañero por lo cual aprovechó el tiempo para comer; pidió una docena de hamburguesas más dos refrescos de cola, ante la sorpresa de la joven cajera, y fue a tomar asiento a una mesa junto a la ventana. Iba por la quinta hamburguesa cuando apareció Ryota por la puerta, lo localizó enseguida y se acercó llamando la atención de cada una de las mujeres del establecimiento. Típico de un modelo.

Déjame ser tu San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora