3. ¡Hora de cocinar!

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Momoi Satsuki aceptó ayudarlos de inmediato sin necesidad de una explicación, pues, al igual que Kise, ella ya lo sabía. Su entusiasmo fue tal que, ignorando por completo la opinión de Aomine, ella y Kise se pusieron de acuerdo a través de mensajes de texto para la fecha, ingredientes, envoltorio y receta a seguir para el Homei Choco.

—Recuérdame, ¿cómo fue que terminé pasando mi mañana de viernes de compras contigo? —preguntó Daiki empujando el carrito de la tienda por el pasillo de moldes y refractarios de cocina.

—Aominechi~ no preguntes cosas tan tontas. Si vamos a cocinar esta tarde el chocolate, lo mejor es tener los ingredientes lo más frescos posibles. En eso quedamos el otro día con Momoichi~ —contestó Kise mientras decidía entre los moldes con forma de corazón u oso. Al final, puso ambos en el carrito.

— ¿Quedamos? Si bien recuerdo ustedes organizaron todo sin preguntarme, es más, yo pensaba que ni siquiera era necesaria mi presencia.

— ¡Por supuesto que necesitamos tu presencia! ¿Quién piensas que va a pagar por todas estas cosas? —interrogó sonriente mientras ponía un par de moldes más.

Daiki pasó saliva en seco mirando el contenido del carrito, que era bastante a su parecer, y se preguntó si sus ahorros de un año alcanzarían para pagar todo eso. Por fortuna, el dinero fue suficiente e inclusive le sobró un poco.

—Me pregunto si con esto será suficiente. Quizá tuvimos que comprar un poco más —Ryota veía las bolsas repasando mentalmente la lista de ingredientes.

— ¿Más? —su tono reflejaba el cansancio que ya sentía—. Traemos cargando casi media tienda, Kise. No creo que vayamos a ocupar ni la mitad de esto para hacer un bendito chocolate.

—Bueno, eso de hacer un solo chocolate no es exactamente correcto

— ¿Qué quieres decir?

—Momoi-chi~ y yo pensábamos que, en vez de limitarnos a preparar los tradicionales chocolates, sería aún mejor si agregábamos un pequeño pastel. Le daría un toque especial a tu declaración.

— ¿No creen que se están emocionando de más con todo esto?

— ¡Ahí viene nuestro transporte, Aomine-chi! —evitó responderle, por supuesto que estaban emocionados, los dos eran amigos muy queridos por ellos. Verlos juntos los haría felices.

Kise, hizo la parada al autobús que los llevaría hasta la casa de Momoi, cuando éste se detuvo abriendo sus puertas, tomo una de las bolsas y subió dejando a Daiki con la tarea de cargar la mayor parte de las cosas. No encontraron asientos juntos. Les tomó, aproximadamente, veinte minutos llegar a su parada. Al bajar, Ryota ayudó a cargar con más bolsas. El camino hasta el departamento de la peli-rosada fue silencioso, tocaron el timbre, y la puerta se abrió de inmediato.

— ¡Eres rápida, Momochi! —exclamó sorprendido Kise.

—Es una de mis tantas habilidades, Ki-chan.

—Probablemente nos estaba esperando pegada a la puerta. Como toda una acosadora.

—No digas tonterías, Dai-chan —rió nerviosa al ser descubierta—. Entren de una vez, no tenemos todo el día.

Ambos jóvenes entraron detrás de Momoi cargando con todas las bolsas. El departamento donde vivía estaba compuesto por una pequeña sala, dos recamarás, un baño y la cocina-comedor. Fue a este último lugar donde los guió, les indicó que pusieran las cosas sobre el comedor color caoba situado frente al pequeño desayunador.

—Momoi-chi está bastante preparada —comentó Kise al dirigir la vista a la mesa de la cocina. Había una serie de refractarios, aparatos de cocina y utensilios en fila listos para usarse.

Déjame ser tu San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora