- ¿Has aprobado? -me pregunta Kate, cuando me ve salir de la biblioteca.
- ¡Sí! -exclamo emocionada y salto a sus brazos.
- Aún no me lo creo. -admite.- No estudiaste nada.
Señalo mi cerebro y sonrío.
- Todas las tontas tienen suerte. -susurra divertida.
- ¡Oye! -grito molesta, pero sonrío.
Entramos a la cafetería que hay a dos calles de la biblioteca y nos sentamos en una mesa libre.
- Buenos días. -dice una chica con una pequeña libreta en la mano.- ¿Qué os pongo?
- A mí un donut de chocolate y un Cola-Cao. -digo sin pensarlo.
- Yo igual. -responde Kate sonriéndole.
La camarera asiente y se va sonriendo.
- Creo que le has gustado. -bromeo.
- ¡Cállate, Megan! -grita esta vez molesta.- Te he dicho miles de veces que no soy lesbiana.
- Vale, vale. -subo las manos y niega con la cabeza.- Tú sabes cómo soy yo.
- Sí. -murmura mirando sus uñas.
- Mierda Jesús, aquí no era. -dice una voz conocida al entrar por la puerta.
- Relaja hermano, esto también está bien. -abro los ojos de par en par y me doy la vuelta, encontrándome después de cinco años con Jesús y Daniel.
- No. -susurro mirando a Kate.- Vámonos, joder.
- ¿Por qué? -pregunta confusa.- Yo quiero desayunar.
- Mierda Kate tenemos que irnos.
Observo como se sientan en la mesa de al lado y examino el perfil de Jesús detalladamente.
Llamadme loca, pero parece estar más joven que antes.
Daniel clava su mirada en mí al verme y aparto la vista rápidamente de ellos.
La camarera nos trae lo que hemos pedido y cuando se va, me pongo la capucha de la sudadera por la cabeza mientras le doy vueltas con la pequeña cuchara a la leche con Cola-Cao.
- Megan, estás muy rara. -dice Kate sin ningún tipo de cuidado.
- No digas mi puto nombre. -le ordeno, pero ya es demasiado tarde.
Me están mirando los dos fijamente.
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