Capítulo 4.

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- ¡Mieeeerda! -grita alguien en el piso inferior, y al instante reconozco esa voz, y rezo para que me esté equivocando y no sea quien creo que es.

Kate, al ver mi cara de susto, se sienta a mi lado y ríe.

- Tranquila, es un amigo de mi hermano.

- Me lo imagino. -sonrío.

- Voy abajo a por un vaso de agua, ¿vienes? -se levanta de la cama y abre la puerta.

- No, espero aquí. -asiente y cuando sale cierra la puerta.

- Joder Jesús, podrías ser un poco más cuidadoso. -dice el hermano de Kate.

Está aquí.

- Lo siento tío, ¿dónde está el baño? -pregunta esta vez Jesús.

- Arriba.

- ¿Pero qué puerta?

- La encuentras tú solito. -vacila el hermano de Kate.

Oigo a alguien subir las escaleras, y ruego por que sea Kate y no Jesús.

Alguien abre la puerta de la habitación, y puedo divisar a Jesús con la camisa mojada de coca-cola parece ser.

- Ups, lo siento. -se disculpa y cierra la puerta después de mirarme, aunque parece que no me ha reconocido esta vez y doy las gracias.

Pero maldigo en voz baja cuando la puerta vuelve a abrirse, dejando ver de nuevo a Jesús con los labios entreabiertos.

- ¿Megan? -pregunta cerrando la puerta una vez dentro.

- Creo que es mejor que te limpies eso. -señalo su camisa y niega.

- Joder, creía que no iba a volver a escuchar tu puta preciosa voz. -admite.

- Jesús, déjame sola, ¿quieres? -le pido amablemente.

- No, necesito hablar contigo. -susurra.

- Jesús porfavor. -ruego.

- Lo siento por lo que te hice Megan, no creía que la maldita policía me pillara. -frunce el ceño y me coge la mano suavemente, entrelazando sus dedos con los míos.

- ¿Te soltaron? -pregunto, aunque creo que es obvio. O no, alomejor se escapó. Entonces no estaría tan suelto por la ciudad. Mierda Megan, deja de decir estupideces.

- Sí, mis padres pagaron bastante dinero para que me dejaran libre, aunque no tuviera mucho roce con ellos.

- Vaya.. -respondo sin saber muy bien qué decir.

- Ya me contó mi hermano que estuvisteis viviendo juntos durante un tiempo. -dice rompiendo el silencio que se ha formado sin apenas darme cuenta.

- Sí bueno, hasta que pudo traerme a mi casa. -asiente y mira nuestras manos aún entrelazadas.

- De verdad que lo siento. -vuelve a disculparse.

- No lo sientas, estaba bien contigo, me tratabas bien. -admito.

Sonríe y fijo mi mirada en su boca. Sus labios están un poco más gorditos desde la última vez que lo vi, y he de decir que ha cambiado bastante.

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