- ¡Mieeeerda! -grita alguien en el piso inferior, y al instante reconozco esa voz, y rezo para que me esté equivocando y no sea quien creo que es.
Kate, al ver mi cara de susto, se sienta a mi lado y ríe.
- Tranquila, es un amigo de mi hermano.
- Me lo imagino. -sonrío.
- Voy abajo a por un vaso de agua, ¿vienes? -se levanta de la cama y abre la puerta.
- No, espero aquí. -asiente y cuando sale cierra la puerta.
- Joder Jesús, podrías ser un poco más cuidadoso. -dice el hermano de Kate.
Está aquí.
- Lo siento tío, ¿dónde está el baño? -pregunta esta vez Jesús.
- Arriba.
- ¿Pero qué puerta?
- La encuentras tú solito. -vacila el hermano de Kate.
Oigo a alguien subir las escaleras, y ruego por que sea Kate y no Jesús.
Alguien abre la puerta de la habitación, y puedo divisar a Jesús con la camisa mojada de coca-cola parece ser.
- Ups, lo siento. -se disculpa y cierra la puerta después de mirarme, aunque parece que no me ha reconocido esta vez y doy las gracias.
Pero maldigo en voz baja cuando la puerta vuelve a abrirse, dejando ver de nuevo a Jesús con los labios entreabiertos.
- ¿Megan? -pregunta cerrando la puerta una vez dentro.
- Creo que es mejor que te limpies eso. -señalo su camisa y niega.
- Joder, creía que no iba a volver a escuchar tu puta preciosa voz. -admite.
- Jesús, déjame sola, ¿quieres? -le pido amablemente.
- No, necesito hablar contigo. -susurra.
- Jesús porfavor. -ruego.
- Lo siento por lo que te hice Megan, no creía que la maldita policía me pillara. -frunce el ceño y me coge la mano suavemente, entrelazando sus dedos con los míos.
- ¿Te soltaron? -pregunto, aunque creo que es obvio. O no, alomejor se escapó. Entonces no estaría tan suelto por la ciudad. Mierda Megan, deja de decir estupideces.
- Sí, mis padres pagaron bastante dinero para que me dejaran libre, aunque no tuviera mucho roce con ellos.
- Vaya.. -respondo sin saber muy bien qué decir.
- Ya me contó mi hermano que estuvisteis viviendo juntos durante un tiempo. -dice rompiendo el silencio que se ha formado sin apenas darme cuenta.
- Sí bueno, hasta que pudo traerme a mi casa. -asiente y mira nuestras manos aún entrelazadas.
- De verdad que lo siento. -vuelve a disculparse.
- No lo sientas, estaba bien contigo, me tratabas bien. -admito.
Sonríe y fijo mi mirada en su boca. Sus labios están un poco más gorditos desde la última vez que lo vi, y he de decir que ha cambiado bastante.
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