Capitulo 3

12 0 0
                                    

PDV: Nefer

Empiezo a escalar la torre, utilizando algunas pequeñas grietas para trepar lo más rápido que me permiten mis brazos y piernas para no ser vista por nadie. Al llegar a la primera ventana, uso mi navaja para abrirla silenciosamente. Entro en la habitación, un espacio de más o menos treinta metros, con dos camas enormes con techo y cortinas.

En el medio de la habitación hay dos chicas de pelo color melocotón, de caras idénticas pero expresiones opuestas; una sonríe mientras observa sus cartas y la otra hace lo mismo con una expresión neutra. Ambas están sentadas sobre una alfombra que parece estar hecha de pieles, mientras juegan a las cartas.

Luego noto a un chico alto, de pelo blanco y vestido como militar en una esquina de la habitación, cruzado de brazos, observando el juego de las chicas

La chica alegre se da cuenta de mi presencia y me sonríe. Entro en estado alerta y saco un cuchillo de mi bota, a lo que la otra chica me imita tanto como el peliblanco .

-Chicos, chicos, cálmense- me mira-. Ya sé que mataste al guardia, no te preocupes.

-¿Qué?

-Y no diré nada si es que haces una cosa-dice.

-¿Qué quieres?-pregunto aún alerta.

-¡Que juegues a las cartas conmigo!

He oído a decir a algunas personas que la gente rica es la más extraña, pero nunca pensé que lo dijeran literalmente.

-¡Adara, es Nefer Ludwig! ¡La delincuente! ¡Por más que le ganes no sabes lo que podría hacerte!-grita la chica de expresión neutra.

-Apoyo a Agnes-opina el chico peliblanco.

-Créeme que sé lo que podría hacernos, Agnes, y no es nada que tú y Elizer no puedan evitar con un arma en  mano-responde la tal Adara haciendo un ademán.

La otra chica muestra algo de enfado, y me dedica una mirada asesina. Creo que nos llevaremos perfecto. El cuchillo que sujeta fuertemente su mano me lo asegura.

-Ven, siéntate de una vez-me ordena la supuesta Agnes, levantándose para que yo ocupe su lugar.

Me acerco a la alfombra, mojando todo a mi paso.

-Agnes, ¿acaso no tienes modales? ¡Tráele una toalla!

Agnes lanza un bufido y se dirige a una de las camas para sacar una de sus mantas. Luego me la arroja.

Después de atraparla, empiezo a secar mis brazos, que son los que más helados están.

-¿Qué haces? ¡Sécate las manos, que no te dejaré tocar ni una sola carta si están mojadas!-me ordena la chica "alegre". Y yo que la empezaba a considerar amable...

Me seco las manos en un par de segundos y luego le arrojo la toalla a Agnes.

La chica alegre sonríe y junta todas las cartas, luego las mezcla a una velocidad impresionante y finalmente las reparte al mismo ritmo.

-Bien, empecemos el juego. ¿Qué apuestas?

-Lo que tú quieras-respondo. He ganado demasiados juegos en mi vida con los mejores jugadores que he conocido, por lo tanto no me importaría arriesgar lo que sea.

-Con tu libertad me basta-contesta ella con desinterés-. Yo apuesto... Agnes, ¿me prestas tu espada?

-¿Mi...? Ugh, si algo le pasa te mataré con lo que quede de ella-amenaza. Luego se agacha para meter un brazo debajo de su cama y sacar una espada metida en su funda de casi más de un metro. Se acerca a Adara y se la entrega.

-No te preocupes, y... también apuesto... esos diamantes de ahí arriba-señala a una araña de velas decorada con diamantes de todos los colores, tamaños y formas.

Sonrío con interés. Ya es obvio que no me iré de aquí solo con el cetro.

-Trato.

Han pasado solo un par de minutos, y ya estoy ideando mil formas de matar a esta infeliz. ¿Cómo diablos puede estar tan cerca de ganarme? Antes de que pueda acercarme siquiera un poco a ganar, ella me muestra sus cartas, diciéndome silenciosamente que acabo de perder mi libertad.

Miro a mi alrededor, y de repente me pongo de pie para correr hacia la ventana.

-Nada que no pueda predecir-dice Adara haciendo una señal para que la tal Agnes se arrojase sobre mí para tirarme al suelo y dejarme boca abajo, en contra del filo de la espalda que apostaron-Elizer, ¿podrías noquearla antes de que rompa algo?

-Claro.

Alto, ¿qué...?

Antes de que termine de entender sus palabras, unas manos me sujetan la cabeza y luego la entierra en el piso. Luego todo se vuelve negro.

Hace frío.

Estoy tendida sobre algo frío... y no sé qué es...

Abro los ojos, y lo único que veo es negro.

Me pongo de pie lentamente y doy unos pasos a ciegas hacia adelante hasta tocar un frío palo parado verticalmente. Lo sujeto con mi mano derecha para no caerme por el mareo mientras que con la otra busco otra cosa que sujetar. Y encuentro otro palo.

Entonces caigo en la cuenta de que no son palos, sino rejas.

Me dejo caer en el helado piso para dormir otra vez. Así que estoy en un calabozo de nuevo, ¿no?

-¡Oye, Gibbs! ¡Tenemos a otro niño!-anunció mi nuevo "dueño".

-¡Soy una niña, estúpido!-le grité enojada.

-¿Qué dijiste?-rodeó mi cuello con una de sus enormes manos- Repítelo otra vez y te juro que no durarás más de un minuto entera aquí-después de amenazarme abrió la puerta de una de las cientos de celdas que había, para luego arrojarme dentro de ella, haciéndome caer sobre un piso cubierto de mugre, insectos y algo de barro. Luego la puerta de barrotes se cerró de un portazo. Al intentar limpiar un poco mi cara de la suciedad, recordé que tenía mis manos atadas fuertemente sobre la espalda.

-¿Un niño nuevo? ¿Dónde lo conseguiste?-un hombre de unos cincuenta años con unos músculos gigantes y de ojos negros llegó al subterráneo donde nos encontrábamos.

-En la capital. Un hombre que creo que era su padre me la vendió a ella y a su hermano a un buen precio.

-¿Y el otro dónde está, entonces?

-Lo dejé con William, él le enseñará a no faltarme el respeto como lo hizo cuando veníamos hacia aquí.

Los hombres continuaban conversando mientras yo desataba mi nudo de las manos a ciegas. Cuando los tipos se fueron, mis brazos estaban libres.

Me puse de pie sin hacer ruido y utilicé un alambre que siempre oculto en mi zapato para abrir la puerta como mi hermano me enseñó.

Empecé a correr en busca de una salida cuando un par de brazos me rodearon, uno envolviendo mi cuello y el otro sujetando mi brazo, doblándolo sobre mi espalda.

-¿Acaso quieres que te maten?-dice en mi oído una voz masculina liberando un olor a sudor y suciedad.

-No. Yo quiero matarlos a ellos-levanto mi pierna hacia atrás para dejarlo tendido en el suelo, librándome de sus brazos.

Al darme la vuelta para ver cómo era, me sorprendí al ver que sólo se trataba de un niño de mi edad, con pelo negro, ojos entre un verde y azul, y unas cuantas cicatrices tanto en sus brazos como en su cuello. De seguro era otro esclavo más.

Empecé correr, aprovechando que él seguía en el suelo. Pero no ni tres pasos cuando el chico sujetó uno de mis tobillos, haciéndome tropezar.

-Parece... que no sabes lo que pueden hacerte aquí si intentas escapar-murmuró mientras se arrastraba hacia mí. Intenté librarme de su mano pero fue inútil. Cuando el chico estuvo lo suficientemente cerca de mi cara, me dio un puñetazo en el estómago que me dejó inconsciente.

Kings Of WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora