Capitulo 8

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-Te quedarás aquí-dice uno, abriendo la puerta. 

Claramente esta habitación no tiene las puertas de tantos metros como la del rey sino una puerta de madera como cualquier otra, ni camas con cortinas como la de Agnes y Adara, sino una de tamaño normal con sólo una sábana y una almohada  con varios agujeros. Pero me alivia un poco que sea mejor que el calabozo. 

Ahora la pregunta es: ¿por qué el rey querría sacarme del calabozo?

Entro dudosamente en el cuarto, con esa pregunta y cien más en mi cabeza.

Apenas estoy lo suficientemente lejos de la puerta, los guardias salen de la habitación dando un portazo. Pero no los escucho retirarse, de seguro se quedarán en la puerta para asegurarse de que no intente escapar.

Sea lo que sea en lo que esté pensando el rey, lo sabré más tarde. Estoy segura de que mis dudas no vivirán para siempre. 

Recorro toda la habitación con cuatro pasos, y me quedo parada donde estoy. Después de un par de minutos, me recuesto sobre una pobre alfombra que cubre gran parte del suelo y miro hacia el techo, el cual, por suerte no tiene ninguna telaraña.

No pasa mucho tiempo para que mi estómago empiece a rugir. Suspiro cerrando los ojos. 

-Oigan, imagino que en algún momento me darán comida, ¿no?-alzo la voz para que los guardias me escuchen. No hay respuesta- ¡¿No?!

-Eso no es asunto nuestro-contesta uno de ellos. 

Si no hay comida, hay hambre. Si hay hambre pero no comida, hay dolor, sufrimiento y más hambre.

 Quiero comida.

-¡¿Qué quieres decir con que no es su asunto?!

Otra vez, no hay respuesta.

Pasan lo que para mí son horas, hasta que me quedo dormida.

-...nuestro padre nos dijo que podemos verla-dice una voz.

-Lo siento. En ese caso...

La puerta se abre, despertándome. Primero no me dejan comer y ahora tampoco dormir. 

No quiero abrir los ojos.

-¿Estás despierta?-pregunta una voz. Creo que es Agnes.

-No. Váyanse. Si no tienen comida, váyanse.

-Entonces nos quedamos-dice Adara.

Abro los ojos. Las dos están mirándome. Adara, que está en cuclillas, tiene un bolso en un brazo.

-¿Es carne?-adivino por el olor-¿De cordero?

-Sí. ¿Y bien? ¿Nos vamos o nos quedamos?

Ni siquiera le doy una respuesta. Le arrebato la bolsa en un abrir y cerrar de ojos y la abro. Hay pedazos enormes de carne. Mi estómago me pide a gritos que empiece a comer. 

-¿A qué viene eso de que el rey anule mi ejecución y encima me "deje" quedarme aquí?-pregunto con la boca llena.

-Se lo pedimos nosotras-dice Agnes.

Frunzo el ceño a modo de pregunta  ya que estoy más concentrada en la comida que en la conversación.

-Prometimos que si conseguías robar el cetro para mí, te ayudaríamos a quedar libre. Como todo se acabó yendo al diablo, creímos que te debíamos por lo menos sacarte de los calabozos. 

Río un poco, tratando de no escupir nada. No creí que fueran personas de palabra.

-¿Qué hay del rey? ¿No quiere matarme, acaso?

-En cuanto a él no te preocupes. No te mandará a la guillotina mientras no quiebres ninguna norma del castillo.

-No prometo nada. ¿Cuáles son esas normas?

Adara empieza a enumerar con los dedos.

-Cumplir con las tareas que te asignen, respetar a tus superiores, no robar-resalta esas dos palabras-, y asistir a todas tus clases. Demasiado simple. No creo que puedas olvidarlas.

-Como dije. No prometo nada-advierto dando otro mordisco. Entonces me doy cuenta de algo- ¡¿Clases?! ¡¿Yo?! Tu padre está loco, ¿verdad?

Ambas niegan con la cabeza. 

-Tendrás clases de etiqueta, arte, historia e idioma-dice Agnes-. Ah, y no intentes escapar de ellas, porque a diferencia de nosotras, tu castigo será la muerte-comenta con una sonrisa. 

Me dejo caer otra vez sobre la alfombra mientras sigo comiendo la carne. ¿En qué momento llegué a esto?

-¿Qué pasaría si intento escapar?

-Cualquier intento de escapar o quebrar una norma te llevará a la guillotina.

Cierro fuertemente los ojos. Esto no está pasando.

-¿Saben qué? Creo que prefiero volver a los calabozos.

-¿Y volver a recibir solo una comida por día?-pregunta Adara- Si te quedas aquí recibirás tres. Y no cualquier tipo de comida-abro los ojos, interesada-. Eso que estás comiendo no es más que la mitad de lo que nos sirven todos los días. Creo que mañana tendremos pasta italiana... ¿No, Agnes?

Ella asiente con la cabeza. Creo que no fue muy inteligente de mi parte demostrarles que mi debilidad, además del agua, es la comida.

-Cambié de opinión-murmuro, dándome por vencida. Sí, lo sé. Soy una maldita glotona, ¿y qué?

Adara y Agnes intercambian miradas cómplices. 

-Mañana tendremos clase de etiqueta-dice Adara, sonriendo, casi como si disfrutara el hecho de que para mí no hay peor asignatura que etiqueta-. ¡Nos vemos!

Abren la puerta y se van. Repito; ¿en qué momento llegué a esto?

Desde el suelo, miro la cama. Nunca me gustó dormir en ellas. Así que me acomodo y pienso en la cantidad de cosas que esas dos gemelas saben sobre mí. ¿Hace cuántos días nos conocimos? ¿Tres? ¿Dos? ¿Cuántas cosas sé yo de ellas? 

Al diablo todo. No es como si hubiese pasado todos mis datos a la mafia; solo son un par de princesas. No pueden hacer gran cosa con la información que tienen.

Kings Of WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora