9 Cerezas - Feliz cumpleaños

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Danderella, pasmada, no pudo hablar por un largo tiempo. Sentía la boca seca y rasposa. De cierta forma le dolía.

Pero ¿¡Qué!?

Alan la miraba, intenso, preocupado y exaltado. Casi como si él fuese la persona que había recibido tal declaración. Resultaba gracioso en cierta forma.

¡ME GUSTAS, HABÍA DICHO!

¿¡Y por qué no podía hablar!? ¡Me gustas también! ¡Di algo! Le gritaba su yo interior.

—Yo…

Alan bufó. –Valla forma de captar la atención de una mocosa.

Danderella sintió un golpe en su interior, en su pecho, en su corazón.

¿De qué hablaba ahora?

— ¿Qué te pasa, Danderella? Luces pálida —Alan enarcó una ceja. —Solo bromeaba, quería fastidiarte para que regresaras cría  malcriada. Ya veo que funcionó.

Danderella se mordió los labios con violencia. Se sentía abochornada, engañada y completamente molesta.

Ella le había creído por un segundo. La palabra E-S-T-Ú-P-I-D-A se le marcó en la frente con letras enormes, pero invisibles.

Rió por fin, nerviosamente.

Bastardo.

—Tampoco tienes que lidiar con eso —Alan fingió una sonrisa —Es algo que jamás sucederá. No te preocupes.

—No lo hago —Bramó al instante —Puedes asegurar lo mismo de mi parte —Estrechó sus ojos hacia él y retuvo la necesidad de echarse a llorar. Era un maldito ególatra mentiroso e insensible. A ella eso le dolía, pero no iba a hacérselo notar.

Oh gracias dignidad.

—Llévame ya a casa Alan.

El muchacho abrió los ojos sin comprender, estaba completamente confundido. ¿Cuándo había cambiado de parecer?

—Vale, sube al coche.

***

El carro aparcó silenciosamente frente a la mansión de la muchacha.

De por si el camino había resultado incómodo, Alan se había tomado la molestia de conducir particularmente lento. No terminaba de comprender la razón, pero ahora sabía que si se lo preguntaba, él terminaría por contestar con alguna evasiva o mentira.

Más silencio.

Tenía que bajar en ese instante, era su turno de actuar, lo sabía. Pero no quería hacerlo.

Se sentía bastante masoquista por ello y por muchas otras cosas más.

—Mañana es mi cumpleaños— Habló él de repente y sin mirarla.

— ¿Ah, si?—Balbuceó imitándolo.

Alan giró el rostro hasta ella, pudo notarlo por el rabillo del ojo. Quería golpearlo hasta la muerte y besarlo al mismo tiempo. No sabía que mierda significaba eso.

—No te molestes en ir, a las 8 —Sonrió.

¿Iría? ¿Era una posibilidad? Por supuesto que no.

—Me asegurare de no hacerlo —Murmuró, abriendo la puerta del coche y saliendo repentinamente de él.

Ni siquiera lo miró.

***

Emprendió marcha con destino hacia RedVille. Suspiró y revisó nuevamente la nota donde había escrito las cosas que su madre le había encargado para así, no olvidarlas como anterior y patéticamente lo había hecho. El solo hecho de pensar en llamarle a su madre de nuevo por su simple mala memoria, le colmaba los nervios.

Cerezas Negras (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora