17 Cerezas - Asechada

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¡Había recorrido media institución y ni luces de él!

¿¡Dónde mierda estaba!?

—Ey.

Alan frente y muy cerca suyo, se mantuvo sensato, con los ojos muy bien puestos en los suyos.

Dio un salto en su lugar, llevándose una de sus manos a su pecho.

 Había aparecido de la nada, sigilosamente, como un fantasma. Nunca entendería cómo es que podía sobresaltarla tan fácil.

—Sólo eres tú.

— ¿Me buscabas? —Preguntó él, después de un tramo de silencio.

—N-no —Mintió.

Alan hizo una mueca, estrechando los ojos.

—Eres mala mentirosa —Acusó.

—Y tú muy problemático —Expuso con fastidio. Le molestaba como soltaba las palabras sin ganas, y con toda la seguridad en ellas al mismo tiempo. —-¿Y qué si te buscaba? —cuestionó retándolo, acercando lentamente su cuerpo más al de él, sólo con vanas intenciones de intimidarlo. Pero sabía bien que eso, jamás pasaría. Nunca lo lograría.

Alan alzó una ceja sin dejar la faceta de seriedad. En un segundo reprimió una sonrisa y apretó los labios para mirarla con burla. Terminó por acortar distancias y llevó una de sus manos a su barbilla para poder encumbrársela con un leve movimiento.

—Es imposible molestarse contigo por mucho tiempo. Eres adorable.

Lo miró con nerviosismo, mordiendo por dentro a su labio inferior. Seguro ya estaba completamente ruborizada y él ya se había dado cuenta de ello. Por eso sonreía.

— ¿Por qué estás tan molesto? —cuestionó rápidamente, sin saber que decirle.

El muchacho se encogió de hombros, retirando su mano de la temblorosa barbilla de la muchacha.

—Se que no eres tonta, ¿por qué no me lo dices tú?

Ambos se miraron de cerca, desafiantes, iniciando una vez más una disputa de miradas.

—Bueno, si es así… creo que exageras; Además, digo, no es como si tú y yo…p-pues…

— ¿Qué? —Insistió con seriedad, pero sin dejar de sonreír. Resultaba bastante contraproducente para los oídos y los ojos de la muchacha. —No es como si tú y yo fuésemos novios ¿no? —preguntó con diversión cuando de hecho, ella estaba casi segura de que él se molestaría. Era bastante bipolar. — ¿Eso ibas a decir?

Alan enarcó ambas cejas y se retiró dos pasos cuando notó como es que a ella se le dificultaba respirar normalmente por la cercanía de sus cuerpos.

—Si. —Soltó con decisión al fin, notando como es que un nudo comenzaba a apretujarse en su garganta; la lastimaba de varias maneras. —Por que no somos nada y…—balbució rápidamente mientras movía frenéticamente la cabeza a diferentes direcciones —No… tienes derecho a estar celoso. —Finalizó sin mirarlo, pero manteniendo muy en alto la frente.

— ¿Crees que solo se trata de celos?

—Pero no me equivoco, ¿No es así?

Alan apretó los labios, y Danderella no estuvo muy segura de lo que sus ojos y su rostro en general, querían exponerle. Era neutral, sensato, sutil.

—Por supuesto que no. Es cierto, estoy celoso.

Danderella guió la vista hasta el suelo, completamente avergonzada.

¡No lo había negado! ¡¿Cómo es que soltaba las cosas así como así?!

Alan se mordió un labio y llevó uno de sus pulgares a los mismos, pensativo. No parecía estar prestándole algo de su atención; y  de hecho, era como si realmente ella no se encontrara frente a él en ese preciso momento. Para la estimación de la muchacha, estaba siendo demasiado irrespetuoso.

Cerezas Negras (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora