13 Cerezas - Princesita

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"Cuidado cuando cruzas las calles, podría pasar un accidente desastroso… ¿No lo crees Princesita?"

"Cuidado cuando cruzas las calles, podría pasar un accidente desastroso… ¿No lo crees Princesita?"

"Cuidado cuando cruzas las calles, podría pasar un accidente desastroso… ¿No lo crees Princesita?"

El temor y la desesperación que había sentido momentos atrás, no era absolutamente nada con lo que sentía en ese mismo instante.

¡Casi la atropellan! Y ahora esos malditos mensajes. Además le había quedado completamente claro que eso no había sido un accidente ni de broma, había sido por completo a propósito. Otras cuestiones muy importantes en esos momentos eran… ¿Cómo y quién?

¿Quién podría ser tan pérfido e insensible como para causarle tales nervios a la muchacha? ¿A caso era una broma?

Debería, aun que o dudaba, lo dudaba muchísimo. Y estaba demasiado asustada como para conformarse con esa simple hipótesis.

¿Alan?

Negó varias veces con la cabeza en cuanto esa posibilidad rondó por su cabeza por unos escasos segundos.

¡Nunca! Se negaba si quiera a imaginárselo, Alan no sería capaz de hacerle algo tan malicioso. No él; o al menos no de forma intencionada.

Tenía más que claro que Alan no era la persona más inocente y benévola del mundo y otra cosa que tenía muy en claro era a que se dedicaba él y toda su pandilla de malintencionados… pero, no. Alan no llegaría hasta esos extremos con ella, a menos que fuese obligado por su tío, y no imaginaba alguna razón significativa por la que Aaron O’conner quisiera hacerle daño a su persona. No había coherencia.

Entonces… ¿Quién mierda?

¿Kael?

Bufó dramáticamente, sentándose en el pavimento para poder regularizar su coordinación.

Kael Yonné estaba muerto. Listo. Dos metros bajo tierra.

Su exnovio, antes de morir, le había dejado bastante claro que la odiaba de una manera más que mortífera. Pero el ya no existía, estaba fuera de su alcance. No había posibilidad alguna de que “el espíritu andante” del muchacho hubiera regresado del más allá para atormentarla de manera tan fatídica.

Además no creía en fantasmas o cosas sobrenaturales como esas y sinceramente, se había pasado la mayor parte de su vida burlándose de esas ridículas teorías sobre monstros y almas perdidas.

Así que no había manera de que esa idea crítica que se mantenía severamente colocada en su cabeza, cambiara en un dos por tres solo porque un idiota sin vida se había despertado esa mañana con unas inmensas ganas de atormentar mocosas como ella.

Bufó.

Pero… princesita, Kael Yonné era la única persona en todo el mundo que se dignaba a calificarla con ese epíteto tan vergonzoso, y también el único que sabía cuan odiable era ese sobrenombre para ella.

Se talló las manos en el pantalón, se le  habían ensuciado de la sustancia viscosa y desagradable que se encontraba en el suelo.

Suspiró, ordenando sus pensamientos. Le estaba costando muchísimo trabajo.

Se dedicó a razonar de una manera un tanto más lógica, dejando aún lado los tormentosos pensamientos del posible acoso del alma perdida de su rubio ex novio.

¿Y si Kael no había muerto realmente? ¿Y si todo había sido una completa mentira?… una farsa. ¿Y si él había fingido su suicidio?

Frunció el ceño.

Cerezas Negras (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora