23 Cerezas - Post pérdida del juicio

704 43 11
                                        

  

Lo primero que Danderella notó al despertar, fue la considerable coexistencia de un dolor muy agudo en su nuca. Un dolor muy agudo en su pecho y un dolor muy agudo entre sus dedos, porque estaba muy segura de que algo o más bien alguien, se encontraba particularmente interesado en prácticamente triturarle la mano en un fuerte apretón.

Se llevó la mano que tenía libre a la cara, más lentamente de lo que hubiese querido. La sentía pesada, y le ardía. Entonces notó la presencia de una infernal aguja puntiaguda atravesándole la piel, incrustándose en su vena y liberando un suero rehabilitador a través de su sangre para mantenerla en ese estado de estabilidad provisional.

Una vez que recuperó el sentido en su casi totalidad, tomó en consideración a su alrededor, pero lo único que pudo encontrar en esos tres metros cuadrados de habitación, además de dos sillones y una máquina que regulaba los latidos de su corazón, fue a cuatro paredes completamente blancas. Y luminosas.

Volvió la vista hasta uno de los costados de su cama. Ah, y a Charlotte, su madre, recostada a unos centímetros de distancia.

Suspiró cuando volvió a sentir el dolor palpitante en su cabeza. Antes de que su mente y su razón comenzaran a reprenderle por todas las cosas que había cometido mal el día anterior, un murmulló sobrecogido penetró en la habitación silenciosa, y en sus sensibles tímpanos.

 —Has despertado —Charlotte gimió como si le estuviesen atascando una estaca entre sus dos costillas — ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¡Llamaré a la enfermera!

—Charlie… —Su voz emergió en un ligero y tortuoso gruñido. Tortuoso para su garganta claro, porque las paredes de ésta misma le raspaban y dolían con tan sólo abrir la boca. —Estoy bien. No llames a nadie aún, necesito paz.

—Necesitas a una enfermera, urgente. —Su madre la ignoró antes de soltar la mano que sujetaba con fuerza, alejándose con destino a la puerta de la habitación y girando nuevamente antes de abandonarla —No vayas a ningún lado —Murmuró autoritaria.

Danderella frunció el ceño antes de recibir un portazo en plena confusión. ¿Irse? ¿Ir a dónde en ese estado?

Bufo. A menos que llevase arrastrando la cama consigo.

Se acomodó mejor en su lugar y apretó con fuerza la misma extremidad temblorosa por donde la aguja seguía con su tarea de penetrarle la piel de una manera muy ruin y por poco violenta.

Un golpeteo a la puerta de la habitación evitó que la muchacha continuara quejándose por la invasión del catete en su piel. Alzó la vista, sorprendida por que su madre regresara tan pronto, pero entonces notó que la persona que había entrado por esa puerta no era quien ella creía. Ni mucho menos que esperaba.

—Alan —No se tomó la molestia de ocultar su impresión. Abrió grande los ojos, seducida por su presencia. Complacida, más bien. — ¿Cómo te has enterado?

El muchacho ignoró a su cuestión en el trayecto en que se introducía por completo a la habitación y se acercaba a ella con las manos en los bolsillos. Su rostro, impasible, no le permitió pista alguna para poder prever su postrimero temperamento.

Cerezas Negras (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora