19 Cerezas - Designios

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 Danderella apretó los puños y unas cuantas lágrimas impacientes rodaron por sus rosadas mejillas.

No podía creerlo. ¡Le había sido fiel todo ese tiempo!, le había apoyado, había guardado con cautela todos sus secretos, y hasta había hecho voto de silencio de las viles trampas, robos y estafas que él y su amigo Landon habían realizado considerables veces. Todo por él. Y entonces así era como le pagaba.

—Kael, por favor —susurró, tomándolo enérgicamente de su chaqueta azul oscuro.

Kael la miró desde arriba, esperando ansioso a que el momento deseado por fin llegara. Sin embargo, la muchacha no abrió la boca de nuevo, y la espera comenzaba a tornarse por más tediosa y eterna.

El muchacho apretó la mandíbula con desesperación. ¡Ella tenía que rogarle! ¡Tenía que hacerlo ya!

Danderella lloriqueó casi para si misma y de una manera inaudible, no soltó la chaqueta del muchacho en ningún momento.

— ¿Estás lista para reconocer tu error? —Cuestionó él una vez que el tiempo pasó y su paciencia se encontró al borde del abismo. Fingió indignación. —Aun que no te aseguro mi perdón, el retractarte puede significar algo. Tal vez una mínima posibilidad de no botarte.

La de ojos verdes con delineador derramado a color negro, alzó la mirada, más confundida que nunca antes. ¿Había escuchado bien?

Su pequeño y acomplejado rostro provoco por un momento, que el muchacho rubio sintiera un poco de pena y hasta culpabilidad, no obstante, su orgullo no dejaría que pensara en siquiera reconocerlo. Entonces volvió a ojetearla con ese deje de superioridad palpable en todos sus movimientos y esperó su respuesta con ahora si, la paciencia agotada.

Danderella suspiró frustradamente.

Pedirle perdón… ¿Debía hacerlo a caso?

Cientos de imágenes de ellos y de su trayectoria juntos, se hicieron presentes en su mente de una manera tan violenta, que la cabeza no dejo de palpitarle hasta que las fotografías virtuales cesaron por completo, pero dando paso a unas nuevas que habían sido recolectadas de la noche anterior. La fiesta que había prometido ser desastrosa desde un principio y que finalizó siendo muchísimo peor de lo que ella hubiese esperado. Donde Kael Yonné la abandonó cuando más lo necesitaba y la abandonó además, de una manera más literal. Dejándola en el suelo, sola, destrozada, y con la noche en su mero cúspide para cubrirle los hombros con su manto de oscuridad. Pero nadie más ahí.

En un santiamén, y sin que él se lo esperara, su blanda y suave faceta de niña inocente fue sustituida por los verdaderos sentimientos que albergaban en el corazón de la muchacha, ayudándole a exponer en su rostro, lo que realmente quería hacerle saber al muchacho rubio frente a ella.

Quería matarle.

—Ya basta —despotricó finalmente, rabiosa, soltando con furia la chamarra de cuero del chico que, al parecer, se encontraba trastornado. —No lo haré. No voy a rogarte, Kael.

Kael abrió la boca impresionado, y ella casi estuvo segura de que él retrocedió dos pasos tambaleantes, sin embargo, estaba demasiado alterada y ofendida como para prestarle atención a esas pequeñeces.

 — ¿Qué has dicho? —Kael apretó los puños, recuperando nuevamente su postura solidificada — ¡Responde!

— ¡He dicho que no! —Le chilló en pleno rostro, soltando más aire del que hubiese querido expulsar. Respiró agitada, y comenzó a llorar nuevamente, sin  tomarse la molestia de evitarlo. —Estoy harta. Harta de ti. De tus manipulaciones, tus humillaciones… tan harta Kael. No puedo más con esto, ¿me escuchaste? ¡Haz lo que se te pega en gana, pero no lo harás conmigo! —Juntó más fuerzas en una honda inspirada y lo miró —Todo este tiempo ha sido sobre ti, sobre lo que tu quieres, piensas, decides… y yo, sólo una expectante más, una piececilla más de tu ajedrez. ¡Te burlaste y no te importo lo que yo pudiese sentir!

Cerezas Negras (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora