Eran las 23:00. Llovía. La calle estaba vacía. Una capucha negra me tapaba la cara. Iba solo, con las manos en los bolsillos. Tenía los vaqueros mojados hasta las rodillas. No sabía a donde ir, sólo quería alejarme lo máximo posible de la ciudad. Mi ropa oscura hacía que solo se viera una silueta negra en la noche. Me senté en medio de la carretera, sin importar que pudiera venir un coche en cualquier momento y atropellarme. Me quité la capucha dejando que mi pelo negro despeinado se mojara. Dejé la mente en blanco por un momento, olvidándome del mundo, y cerré los ojos, turquesas con el reflejo de la luna llena. Me quité la sudadera para tumbarme y usarla de almohada, quedándome en una camiseta de tirantes blanca, unos vaqueros largos negros y haciendo visibles los tatuajes que llenaban mi brazo derecho.
Al día siguiente, me despierto en una habitación claustrofóbica. Minutos después, entra en la habitación mi madre con un hombre de uniforme. Era un policía.
- ¿Otra vez? - le oigo decir.Es la cuarta vez que lo hago. No sé por qué sigue preocupándose tanto sabiendo que soy así. Llego a mi cuarto, lleno de posters de grupos de rock. Dejo la ropa mojada en la cama y cojo una camisa negra de manga larga y unos vaqueros rotos.
- ¡Vamos! ¡Llegarás tarde otra vez!
Cojo la mochila gris, mis cascos y pongo Wind of Change de Scorpions. Pienso en lo de siempre. Nadie me entiende. Soy... diferente.
- ¿Señor Anderson? ¡oh! que sorpresa, no está.- dice con sarcasmo, el profesor de física.
- No me llame así. Y para su información estoy aquí. - le digo con cara de asco.
- Anda, señor Anderson. ¿Cómo es que llega por una vez a la hora?
- ¡¡QUE NO ME LLAME SEÑOR ANDERSON!! ¿¡ME HA OÍDO!? - grito, dando un puñetazo a la mesa.
- Muy bien, William, no querrá que le expulsen otra vez, ¿verdad?
Me vuelvo a sentar, tranquilizándome, mientras veo que toda la clase me mira raro, como de costumbre. Entonces, entra en clase una chica.
- Alumnos, ella es la señorita Riley Grace. Es una nueva alumna y espero que la tratéis bien. Bueno, Riley, siéntate donde quieras.
Veo que me mira como nadie me había mirado antes. Tiene el pelo rojo, liso y le llega hasta los hombros. Parece fuego.- Allí. - dice, señalando el asiento a mi derecha.
- No. Allí no.
- ¿Por qué?
- No es un buen sitio.
En ese momento me levanto, voy hacia el profesor y le agarro de la camisa. - ¿Qué pasa con usted?
- ¡Salga al pasillo! ¡AHORA!
- Oh, lo siento. No es mi culpa que alguien quiera sentarse a mi lado.
Sonrío mirándola y salgo de clase.