Ya en Kyoto

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Me desperté en una sala casi vacía, con el cuerpo magullado y bastante aturdido, levante la vista y vi que únicamente había una mini estatua de buda con velas de incienso y varias candelas encendidas a su alrededor, con un espejo tallado a mano, ni muy grande ni muy pequeño, pero estaba sola, me sentí mucho más segura y tranquila, aunque me dolía demasiado el cuerpo y no me sentía la cara, no podía moverme. Al rato me di cuenta que ya no tenía puesto la especie de saco o la cosa que tenía puesto horas antes en la cabeza, y que joder veía, la sensación fue más gratificante de lo que tenía que haber sido, pero duro meros instantes hasta que el duro recuerdo de porque me la quitaron me vino a la mente, me dolió el cuerpo aún más que antes, me pregunte cuantas costillas tendría facultadas y si era buena idea moverme en aquel estado, llegue a la conclusión que no. Deje caer mi mirada para ver si seguía amarrada por el pecho, el ánimo se me derrumbo cuando descubrí que si, seguía amarrada con una cuerda de un grosor bastante respetable, me mire la vestimenta que llevaba, era la misma que la noche en la que me secuestraron, la única diferencia es que ahora estaba cubierta de sangre y bastante rasgadas, puse una mueca entre asco y dolor, pero me di cuenta que ya no sangraba.

Alguien vendría a por mí tarde o tempano, no iban a dejar a un rehén ahí tirado hasta que se muriese de hambre sin darle uso, no tenía ninguna lógica. Pensé muchas cosas estando ahí, si debía de dar gracias por seguir viva o no, si mi destino iba a mejorar o a empeorar, si en mi hogar ya se habrían dado cuenta de que me habían secuestrado....

Repentinamente se abrió la puerta de la alcoba dejando entrar una luz cegadora que no me dejo ver al hombre que estaba en la entrada, no reconocí la voz pero era seria y vacía.

-Daros prisa, bañadla, peinarla y vestirle, dadle algo de comer, que en 40 minutos tiene que estar lista para encontrarse con Oyabun-dono y todos los demás de la familia-

+Si, Saiko-sama (administrador de los yakuza)+Dijeron todas las mujeres a la vez

Conforme iban hablando, lo que yo pensé es que eran sirvientas que seguramente trabajaran para la yakuza, iban entrando a la par, cuando termino de hablar se marchó dejando a las mujeres ocuparse de mi como si fuera una muñequita, siguiendo paso a paso lo que se les había ordenado, primero me desataron, luego me desvistieron y a continuación me curaron las heridas e incluso me perfumaron con algo que olía a lavanda. Yo a su vez no daba crédito de mi asombro. No entendía nada, tampoco puse resistencia, no me quedaban ni fuerzas ni ganas.

2 horas antes

Entro Tora-sama con sus hombres detrás de él a lo que daba a entender que era la habitación principal de esa residencia, la habitación estaba llena de columnas de mármol verde esmeralda y en ellas habían esculpidas dragones de diferentes colores con piedras preciosas incrustadas. La única luz que había provenía de las candelabros que habían en la pared, la sala estaba llena de sombras de cientos de yakuzas sentados sobre sus rodillas tomando te o sake, aunque por la falta de luz no se podía distinguir bien su rostro. Aquellas las luces llevaban al final de la inmensa sala, en ella había un dragón gigantesco pintado con oro y tallado de mármol, en sus ojos tenia incrustados dos enormes rubís. Enfrente de aquella majestuosa estatua estaba Oyabun-dono sentado sobre sus rodillas tomando sake y fumando en pipa con un aspecto relajado y preocupado a la vez. Aquel anciano de unos 60 años era tan amado y respetado, como odiado y maldecido por muchísima gente, no solo proveniente de Japón. Aquel hombre era una eminencia, no solo por ser el jefe de los yakuzas también conocidos como la mafia japonesa, si no también por ser uno de los hombres mas importantes en el mercado negro.

Cuando llego Tora-sama casi al final de la sala, se arrodillo ante aquel que era mas su maestro y su líder que su padre. Este le miro con un rostro serio esperando a que su subordinado le reportara la misión.

-Y bien, ¿Cómo ha ido todo Tora-san?

+Todo correcto mi señor, la misión ha sido un existo+ Dijo el sin levantar su rostro del suelo, Oyabun-dono seguía si cambiar su rostro, que miraba atentamente a Tora-san con aquella mirada tan profunda como vacía, llena de amargura y sabiduría.

-¿Y la chica?-

+En sus aposentos, la están preparando mi señor+

*hubo un largo silencio en el que Tora-sama seguía arrodillado ante su maestro cabizbajo y este seguía mirándole con un rostro despiadado y inhumano*

-Traédmela ¡Ya! No tengo toda la noche...

Ryuuko Tsukasa, la yakuza que cambio el mundo (yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora